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Autor Tema: Los caprichos de mi guardaespaldas  (Leído 7602 veces)

Candy-Candy Desconectado
« en: Abril 19, 2013, 04:39 am »

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Los caprichos de mi guardaespaldas
« en: Abril 19, 2013, 04:39 am »
Hola hola!! hace tiempo que no me conecto, pero estoy escribiendo una nueva historia de romance y quería compartirla :)


Capítulo 1.

Erik Ó Conaill se encendió uno de sus cigarrillos y se sentó en uno de los sillones del despacho. A su jefe realmente le gustaba hacerle esperar. Se abrió uno de los botones de la camisa, esos días hacía mucho calor y llevar el uniforme de trabajo era realmente sofocante.
Le habían llamado a altas horas de la noche al móvil del trabajo. La secretaria decía que era un asunto importante, así que Erik se había puesto los pantalones negros de pinza y la americana a toda prisa, sabía que el señor T realmente odiaba los tardones. Para colmo, era él el que no aparecía.
-No quiero que fumes en mi despacho.-Dijo el señor T cuando finalmente entró por la puerta.-Me canso siempre de repetírtelo.-Erik bufó y apagó el cigarrillo con la suela de sus zapatos.
-¿Se puede saber que ocurre a estas horas?
-Deberás ir al motel Sirena. Ahí encontrarás una mujer, Emily Scheidemann, en la habitación 26. Tu trabajo consistirá básicamente en escoltarla hasta aquí.
Erik asintió poniéndose otro cigarrillo en sus labios. Salió al exterior y se desperezó. Los pájaros comenzaban a cantar y poco a poco amanecía. Se metió en su coche y se pasó una mano por su pelo rubio y se palpó el pantalón para asegurarse de que llevaba su pistola. De camino al motel, Erik pensó en el encargo. Más de una vez, el señor T le había pedido que fuera a por sus putas, pero nunca a altas horas de la noche. Eso debía ser algo más que un simple calentón.

El motel sirena era un antro de mala muerte donde las prostitutas ejercían y donde los adictos alquilaban habitaciones para colocarse. Erik temió por dejar su audi en un lugar como aquel, estaba seguro de que le romperían los cristales para robárselo. Aparcó en un callejón algo alejado y escondido y deambuló entre vagabundos para llegar al motel.
Tocó a la puerta de la habitación durante casi tres minutos. No obtuvo respuesta.
Forzó la puerta con una tarjeta de crédito inservible que tenía para ocasiones como aquella. Como temía, la mujer estaba tirada en una butaca, dormida o inconsciente.
El lugar olía a alcohol y a sudor.
Ella llevaba un vestido fino de tirantes de color azul rasgado y subido lleno de vómito, alcohol y seguramente más cosas que Erik no deseaba saber. Lo peor de todo, fue darse cuenta de que era mucho menor que él. Seguramente no llegaría a los veinticinco.
-Emily.-La zarandeó.- Emily Scheidemann.
La mujer se quejó, pero finalmente abrió los ojos.
-Me duele la cabeza.-Dijo ella.
-Levántate, tengo que sacarte de aquí. El señor T te busca.-La chica reaccionó a aquel nombre. Estaba claro que lo conocía. Se levantó con gran esfuerzo, le temblaban las piernas.-Joder, no puedo llevarte con estas pintas.-Dijo el chico encendiéndose un cigarrillo. Y quitándose la americana.-Quítate esa ropa, no quiero que te subas así a mi coche.-Dijo sacándose su americana.-Ponte esto.

Erik abandonó la habitación y se apoyó contra la pared. Estaba realmente preocupado por su audi y mentalmente le daba prisas a la chica.
Finalmente esta salió por la puerta con la americana negra. Era menuda, así que le tapaba lo justo.
Ambos caminaron en dirección al audi, Erik caminaba con prisas, pero la chica apenas podía seguirle.
Erik inspiró con tranquilidad en cuanto vio que su coche estaba ileso. La chica se colocó ante el asiento del copiloto.
-Fumas mucho.-Le dijo ella con una queja.
-Déjame en paz.-contestó mientras conducía hacia su apartamento. Ella frunció el ceño pero calló.

El apartamento de Erik se encontraba en el centro de la ciudad, gracias a las tempranas horas, los vecinos no pudieron ver a aquella chica con aspecto de prostituta entrando en su casa.
-La ducha está ahí. Dame tu ropa y la lavaré.
Ella obedeció y le sacó la ropa tras envolverse en una toalla.
El chico rubio se preparó un café bien cargado y se lo tomó prácticamente de un sorbo.
El trabajo que realizaba para el señor T le daba la ventaja de recibir dinero en negro, así que podía permitirse algunos caprichos como televisión de plasma y ducha con hidromasaje, siempre y cuando viviera en un apartamento mediocre para no levantar sospechas.
A juzgar por lo que tardaba aquella mujer, estaría empleando a fondo su hidromasaje. Seguramente haría días que no se duchaba.
-Hazme café.-Exigió en cuanto hubo acabado, metida dentro de uno de los albornoces que tenía.
El aspecto de esa tía había cambiado realmente. Tenía el pelo negro, grueso y largo. Con tirabuzones en las puntas. Su cutis estaba prácticamente perfecto, salvo por las pecas que le asomaban por la nariz. Además, tenía unos ojos de un azul electrizante. Aquel hermoso rostro le habría costado más de una pelea, era sorprendente que conservara todos los dientes.
-No, debemos irnos.
-He dicho que quiero café.-Erik bufó, comenzaba a odiar a aquella mujer, y apenas la conocía. Tragó su orgullo y preparó un poco más de café. La chica se sentó de forma erguida, algo raro en una puta borracha.
El chico rubio le puso una taza de café cargado, sin azúcar.
-¿Tienes ginebra?-Erik frunció el ceño y negó con la cabeza.
-Mi trabajo es llevarte, no ofrecerte mi minibar.
-Has sido tú quien me ha traído y ha puesto mi ropa a lavar, lo mínimo que podrías hacer es ofrecerme algo para beber.
-Te he dado café, así que déjalo ya.
La chica sujetó la cucharilla con gracia y la removió dentro de la taza. Eso llamó la atención a Erik. Bebió con gracia y dejó un cuarto en la taza. La observó mientras apuraba su cigarrillo. La chica se levantó y se tumbó en su sofá. De pronto sonó su móvil.
-¿Diga?-respondió este.-Oye, tenía trabajo y si quiero irme a la hora que me dé la gana, lo haré.-le dio una calada al cigarrillo.-Si quisiera una puta la pagaría. Haz lo que quieras.-Colgó.
-¿Tú novia?-preguntó ella desde el sofá.
-No te importa.

Erik pasó la ropa a la secadora y aprovechó que ella se había quedado dormida para buscar una americana. No pensaba ponerse la que le había prestado a Emily, y menos aún si se había sentado sobre ella en el coche.
Se fue hasta el baño, como imaginaba se lo había dejado todo tirado y lleno de jabón. Se miró en el espejo, unos ojos verdes le devolvieron la mirada y se toqueteó el pendiente de plata con forma de aro y suspiró.

El camino de vuelta fue silencioso. Erik se acercó a la secretaria mientras Emily entraba al despacho de su jefe.
-Mis honorarios.-Pidió él, apoyándose en la estantería.
-Hola, Erik.-Dijo la chica con timidez.
-Joana, tengo prisa.
La chica asintió avergonzada y comenzó a buscar en el ordenador. Al poco sonó el telefono.
-¿Señor T?-preguntó ella con educación.-Entiendo. Bien, se lo diré.-Colgó. Erik se dio cuenta de que algo no iba bien.
-Oh, no.
-Erik.-El señor T dice que el trabajo no ha acabado, dice que no te pague aún. Quiere que pases.-le señaló la puerta del despacho, pero él sabía perfectamente donde estaba.
La chica estaba sentada con pomposidad en uno de los sillones y el señor T tenía los dedos cruzados bajo su barbilla.
-¿Qué diablos pasa, jefe? El paquete está entregado. Dile a Joana que me pague.
-No. No está acabado. Emily tiene que asistir a algunas fiestas. Hace tiempo que no la ven por la alta sociedad, no quiero que se preocupen. Necesita una escolta.-Erik abrió la boca.- Y antes de protestar, es un trabajo. No te lo estoy pidiendo.
Erik salió a paso decidido hasta el exterior del edificio. Se sentó en las escaleras de la entrada y se encendió un cigarrillo.
-Hay que ganarse el pan.-se dijo. Por desgracia, Erik no era muy bueno en nada, pero por suerte, el señor T le había enseñado un oficio. Le sonó el móvil de nuevo.
-¿Diga?-Era su jefe.
-Erik, la chica está bajando. Quiero que la acompañes a las fiestas, necesito que ella identifique a un hombre. Le he dado una tarjeta de crédito, para que vista un poco más a su altura. Quiero que te pegues a ella como a su sombra, ¿lo entiendes?
Erik permaneció en silencio.
-Entiendo.-dijo al fin. El señor T colgó.
Miró hacia el cielo despejado y dio una calada. Realmente iba a odiar este trabajo.

Snade Desconectado
« Respuesta #1 en: Junio 19, 2013, 03:10 pm »

  • Cantando me he de morir, cantando me han de enterrar. Desde el vientre de mi madre vine a este mundo a cantar.
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Re:Los caprichos de mi guardaespaldas
« Respuesta #1 en: Junio 19, 2013, 03:10 pm »
Se me ha hecho bastante interesante la historia.  Incluso me recordó a esos comienzos de películas Yankees de acción (Tipo el "Transportador").

Dejando mis delirios de lado, te recomiendo que separes los diálogos con un espacio, porque al estar todo pegado cansa mucho la vista.
Y las acciones con párrafos, no te digo todo, pero si a veces; porque como dije, es cansino.

Le veo potencial a esto, así que espero que continúes. Ya tienes una lectora.

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