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Autor Tema: Hermanos - Capítulo 8  (Leído 7001 veces)

AiixChaan Desconectado
« en: Noviembre 16, 2015, 07:36 pm »

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Hermanos - Capítulo 8
« en: Noviembre 16, 2015, 07:36 pm »
Capítulo 8el comienzo.

La densa negrura hacía temblar al pequeño. Las sogas le apretaban y tenía frío. Oía pisadas, discusiones, gritos y groserías. Se sentía acorralado, solo, nervioso, asustado. Intentó safarse de las sogas pero no pudo, igualmente los nervios y el miedo le sacaban mucha fuerza. Recordó con tristeza lo que hacía unos minutos acababa de pasar.

:Flashback:
- Sora - Llamó a lo lejos su hermano - Acércate que mamá va a ir a comprar helado!!
El pequeño trillizo sostuvo entre sus manos las flores que acaba de recoger para su madre. Giró para volver con sus padres y le fue imposible seguir avanzando.
Las rosas cayeron suavemente sobre el césped. Aoi gritó a lo lejos y corrió de vuelta al encuentro con sus padres. El pequeño Sora escuchó el grito de su hermano, pero le era imposible hablar y ver. Sintió fugazmente como lo subían a un auto y el chirrido de los neumáticos delataba que se habían ido a gran velocidad del parque. Sora comenzó a llorar y recordó las rosas que había dejado atrás...
: Fin flashback:

Una fría lágrima se escapó del ojo perlado del niño. No sabía dónde estaba. Dónde estaban sus padres. Y lo peor, si los iba a volver a ver. Otra cristalina lágrima abando su lagrimal. Sentía que el cuerpo no le respondía. Estaba devastado, aterrado y no paraba de temblar. La incertidumbre lo debilitó y de un segundo a otro comenzaron a brotar gruesas lágrimas de sus ojos, sin poder parar, sin poder expresar lo que sentía.
- Cállate, niño. - dijo un hombre fastidiado.
- Cállate tu, Madara - La voz de una mujer se hizo notar entre las voces gruesas. Era la primera vez que Sora la escuchaba.
Sora sintió como alguien apoyaba delicadamente la mano en su hombro.
- Lo siento - De nuevo la cálida voz de aquella mujer. - No es correcto todo esto.- Muy dulcemente la mujer de suave voz le secó las lágrimas y le tendió un vaso con agua. Luego se acercó a su oído para que nadie pudiera escucharla. - Descuida, todo saldrá bien...
Aunque no podía ver nada, escuchaba perfectamente. Estaba vez la mujer tomó la palabra.
- Es solo un niño, no podemos secuestrarlo...
- No seas cobarde, Konan. - El hombre que ella había llamado Madara la miró con una lúgubre mirada. - Si nos llegan a descubrir no estarás sola en la cárcel - El moreno sonrió sarcástico. Konan lo odiaba y odiaba su abuso del poder.
- Konan tiene razón. - una voz detrás de ella la defendió - El niño no tiene la culpa de todo lo que está pasando, yo creo que...
- Pobre e iluso Nagato. - Detrás de Madara, sentado en un sillón, un hombre rubio tomó la palabra - El no tendrá la culpa, pero es una entrada para comenzar con nuestra venganza. Konoha nos dejó en bancarrota una vez, puede volver a hacerlo... - El rubio hizo una pausa y sorbió Whiskey de su vaso recién servido - Más aún si ese condenado de Danzou sigue vivo...

Mientras todo esto pasaba en una franja de media hora, Había dos jóvenes en una plaza que no entendían ni sus sentimientos.
- Mei... que es lo que ocurre? - Preguntó acongojado Yota.
- Nuestros padres... nuestros padres no se llevan bien... - Mei borró totalmente su sonrisa, un gestó triste ocupó su lugar. - Jamás lo harán...
- A que viene todo esto? De todas formas nosotros somos amigos y no hay forma de que puedan evitarlo...
- Ese es el problema… - El peli azul de ojos verdes la miró intrigado - Yo no quiero ser tu amiga...
Como si alguien hubiera golpeado en su pecho, el joven se llevó la mano hacia ese sector y bajó la vista. Mei... no quería que fuesen amigos...?
La joven de pelo color azabache lo miró con sus preciosos ojos. Sentía por él algo más que amistad. Se acercó, lo tomó del rostro y le subió la cara para poder verlo fijamente. Se miraron por segundos, hasta que Mei lentamente cerró sus ojos. El Uchiha hizo exactamente lo mismo. Se entregó, se entregó a esa chica que amaba. Antes de que el beso pudiera ser concretado el celular de Yota sonó y ambos se exaltaron. Sus músculos se relajaron y Yota, furioso, respondió el llamado.
- Yota - Sasuke Uchiha hablaba.
- Que pasa papá? - dijo entre dientes.
- Ven rápido al parque del centro, es urgente.
- Pasó algo?  Es que... estoy algo ocupado.
- Vente YA. Los de Akatsuki volvieron a molestar.
- Akatsuki? iré enseguida... - Yota cortó el celular y tomó firmemente de la mano a Mei. - Vamos, algo ha ocurrido...

Hoshiko y Hiroto charlaban y seguían caminado. Venían tomados de la mano como si el mundo dependiera de ello. Hoshiko deba pequeños saltitos y de vez en cuando besaba en la mejilla a Hiroto. Hasta que el muchacho de ojos cielo giró bruscamente y quedaron atrapados en un beso que parecía infinito hasta que...
- Papá - El celular de Hiroto sonó con el peculiar ringtone que tenía designado para su padre.
- Hiroto necesito que vengas lo más rápido posible al parque de la ciudad. Nos encontramos con Neji y ten- Ten y al parecer Sora ha sido secuestrado.
El joven enmudeció pero dijo firme que iría y estaría lo más rápido por ahí. Tomó de la mano a Hoshiko y mientras caminaban deprisa le explicó lo ocurrido.

El viento cálido de primavera se llevaba las tristes lágrimas de Ten-Ten. Se lamentaba por haberlo dejado solo, se echaba la culpa una y otra vez y seguía derramando lágrimas. Sus dos pequeños hijos lloraban con ella, era muy doloroso verla llorar. Neji se sentía inútil e impotente.
A las corridas arribaron Yota con Mei y Hiroto con Hoshiko. Sasuke penetró por unos segundos con la mirada a Mei. Ella lo notó pero no le dio importancia.
Todos los presentes debían hacer algo y al enterarse de lo que había pasado estaban todos reprimidos por la tristeza. Todos sentían culpas e impotencia, pero la que tomó firmemente la responsabilidad fue Kokona.
- Todo esto es mi culpa - dijo. - Akatsuki me está persiguiendo a mí. Tengo información valiosa para ellos y por eso mataron a Jiraya, pensando que él la tendría. Me escapé para contar todo esto, pero ya no hay vuelta atrás... tengo que entregarme. Ya no quiero ver la pena en los ojos de nadie...
Todos giraron en torno a ella, sin saber bien que decir. Ten-Ten miró al cielo y una lágrima dibujó un surco en su mejilla. Iba a recuperar a su hijo costara lo que costara, porque ella era su madre y no iba a dejar que nada le pasara.
Y así comenzó todo...

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