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Autor Tema: Hermanos - Capítulo 16  (Leído 7066 veces)

AiixChaan Desconectado
« en: Enero 12, 2016, 07:13 pm »

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Hermanos - Capítulo 16
« en: Enero 12, 2016, 07:13 pm »
Capítulo 16: La verdadera cara.

Sasuke y su hijo emprendieron rumbo hacia la avenida, dónde encontraron otro bar. Uno un poco más vacio y algo triste pero donde podrían hablar tranquilos. Era uno de esos bares de luces bajas, con la música no muy alta y muebles algo rústicos. Era perfecto para pasar desapercibidos.
El peli azul de ojos algo cansados pidió un vaso de agua y se sintió algo avergonzado. Tomar agua en un bar lleno de borrachines era como ir a un prostíbulo y abrazar a una prostituta… Su hijo pidió una cerveza, solo para  tomar algo y que el cantinero no los viera con cara rara. Comenzó a tomarla de a poco para acostumbrase al sabor, pero luego de tragar el Martini, la cerveza fría no era gran la gran cosa. 
-   Tuve que pedir agua para aclarar la mente… parezco un chiquillo.
-   Padre, tu eres un chiquillo – Yota sonrió, no había enojo. Su rostro mostraba dureza pero solo quería estar serio para que su padre le contara lo que había pasado entre él y Sai.
-   Bueno, bueno, tendré mucho alcohol en mi cuerpo pero tú no dejas de ser mi hijo así que cállate y escucha.
Yota abrió la boca aunque no iba a decir nada, tragó saliva y esperó a que su padre le diera un sorbo a su agua y comenzara a hablar.

Tokyo era una ciudad activa, movida, casi parecía brillar, pero ese día parecía como si se hubiese detenido. En la casa Uzumaki un matrimonio velaba por sus amigos, una mujer estaba presa del pánico y la incertidumbre.  En el hospital una rubia, despierta desde altas horas, estaba acomodando unos papeles a punto de descubrir que la paciente que debía cuidar con su vida, estaba muerta. Y en un edificio negro, oscuro como la misma noche, un grupo de empresarios le daban un giro mafioso a la empresa que habían construido dos  jóvenes enamorados.
-   Madara. – espetó uno de los hombre trajeados. – El trabajo ya fue hecho. – junto con él entraron dos hombres más, uno rubio y otro de pelo grisáceo azulado. Entre ellos sostenían a dos guardias de seguridad que estaban encapuchados.
-   Bien – Dijo el moreno – siéntenlos aquí y sáquenles las capuchas.
-   Si, Madara. – Zetsu le indicó a Deidara que sentara a los encapuchados justo en los asientos más cercanos al jefe.
Deidara sonrió y con un bruto movimiento los sentó. Los policías maldijeron pero se sentaron bruscamente sobre las sillas. Luego Madara hizo un gesto para que le quitaran las capuchas y así Hidan lo hizo. El par de guardias tuvieron que pestañar y arrugar sus ojos para acostumbrarse a la luz pero cuando lo hicieron se sorprendieron de ver a Madara frente a ellos.
-   Tu… - dijo con todo su odio unos de los de seguridad
-   Yo… - contestó Madara en tono burlón.
-   ¿Qué… es lo que quieres? – preguntó el mismo guardia. Su gesto era serio y parecía enojado pero en sus ojos brillaba el miedo.
-   Información. – Madara prendió un habano con tranquilidad, le dio una pitada y luego los miró sonriendo. – Simplemente quiero información, nadie les hará nada si me dan información.
-   ¿Qué…  que clase de información? – El segundo guardia de seguridad no intentaba disimular su miedo, la voz le temblaba y hacía poco tiempo había comenzado a trabajar como guardia del hospital. Además tenía apenas 31 años, no lo habían entrenado para eso… no lo habían entrenado para morir.   
-   Lo veo interesado, señor… - el jefe de fuertes rasgos se acercó a la pechera del guardia y miró el nombre en el pequeño cartelito dorado que tenía pendiendo de él – Udon-kun… Quisiera saber cómo y por qué una de mis colegas ha terminado en el Hospital central de Tokyo, cuando debería haber muerto de este lado de la ciudad…
-   Aquella mujer solo apareció y nos hicieron cuidar las puertas de su habitación. Luego llegaron aquellos tres y nos secuestraron. Cómo voy a saber quién diablos es ella? – El mayor de los guardias, llamado Kotetsu, habló firmemente mirando sin titubear a Madara. Tenía miedo, pero él no era solo un guardia. Sabía mucho más de lo que estaba diciendo pero tenía que simular que no era así.
-   Claro… - Madara sonrió espectral. –¿Y yo debo creer que  el guardia personal de Tsunade no sabe nada acerca de los asuntos internos del hospital?
El guardia lo miró sorprendido. Nadie, absolutamente nadie sabía que él era la sombra de Tsunade. Madara sonrió aún más al ver la expresión perpleja del hombre que tenía en frente. Se le acercó hasta chocar con su nariz y comenzó a reír por lo bajo.
-   Si, lo sé. No importa cómo, pero lo sé. – Luego el moreno dirigió su vista hacia el más joven, que intentó cobrar la compostura y no parecer tan cobarde. No lo logró- y Tú, joven, no creo que quieras desperdiciar tu vida… Dime, ¿sabes algo al respecto?
El hombre, que ahora parecía diez años más pequeño, negó lentamente con la cabeza. No estaba seguro de nada, pero era verdad que a él no le habían comunicado nada. Sin embargo Madara no tuvo piedad.
-   Mátenlos. – ordenó y acto seguido las cabezas de los guardias volvían a entrar en la oscuridad…

Sasuke apoyó el vaso de agua sobre la mesa y miró con seriedad a su hijo.
-   ¿Sabes desde cuando nos conocemos Naruto y yo verdad?
-   Si… pero  nunca supe cómo ni por qué…
-   Bien, todo se remonta a la primaria. Conocí a tu madre y a Naruto ahí, éramos un grupo algo disparejo, tu mamá intentaba unirnos pero Naruto y yo siempre peleábamos… no sé realmente porque pero la verdad es que siempre estuvimos compitiendo. Comenzó siendo un juego de niños, hasta que un día él me asestó un golpe tan fuerte que yo me enfurecí  y perdí el control. Comencé a golpearlo mientras el gritaba: “Sasuke, para ya, lo siento, no estés enojado, Sasuke!!”
         >Pero yo continué pegándole y pateándolo hasta dejarlo inconsciente y ese día me expulsaron. Realmente había perdido el control por mi ira de que Uzumaki Naruto, el chico más tonto de la escuela me había derrotado. Me cambié de escuela y no lo vi por muchísimo tiempo. Pero un día, al comenzar la secundaria, lo vi. Tenía la chaqueta de su uniforme abierta y la camisa fuera de sus pantalones. Su cabeza era un desastre como siempre, y tenía una sonrisa que iluminaba su rostro. “Te encontré” Fue lo que me dijo. Yo no sabía que contestarle, pero puse la cara más inexpresiva que pude poner y le di la espalda desinteresado. El me volteó al acto y me dijo que esta vez no perdería. Fue muy gracioso, porque perdió y yo…
-   Padre… ¿qué tiene esto que ver con…?
-   Shh calla niño, que primero debes escuchar.  – Sasuke sentía la garganta seca y tomó casi medio vaso de agua todo junto, mientras su hijo tomaba pequeños y pausados sorbos de cerveza- Llegamos a pelear por chicas ¿sabes? Primero por Sakura y luego, cuando ella me pertenecía, Comencé a criticar a Hinata y… bueno ahí fue cuando perdí. Resulta que ellos estaba saliendo… - Sasuke sonrió y bebió otro poco de agua – Debo admitir que si es por algo que lo motiva, Naruto puede ser muy fuerte y eso… fue lo que me motivó a ser su amigo y luego socios. Sabía que con él llegaría hasta la cima del mundo y no porque fuera el hijo del tercer sucesor de Konoha, sino por su determinación y compañerismo.
   >Cuando sucedió a su padre en la empresa, estaba mareado y algo confuso, pidió ayuda de sus más grandes amigos. Chouji es su guardia de seguridad, Moegui su secretaria, Shikamaru está en logística y es quién planifica toda la estrategia, Neji es quien lleva las cuentas, Konohamaru es quien está en el departamento de marketing, Kiba está en recursos humanos y Lee es su contacto con el exterior. Y a mí me había dado el puesto de su mano derecha, era su consejero, su socio, discutíamos en que invertir, en que no, en quién asociar y en quién no confiar. Hicimos un pacto con la empresa de la arena liderada por Gaara, otro de sus grandes amigos. Logramos grandes cosas juntos… Hasta que el poder se me subió a la cabeza, quería tomar negocios precipitados y ya no quería escuchar la opinión de Naruto. Además otro de sus grandes amigos había perdido su empleo y Naruto lo había contratado como su otra mano derecha… bueno ese fue el problema, según la lógica no pueden haber dos manos derechas. Naruto simplemente sonrió y dijo que Sai podría ocupar el puesto de la “mano izquierda”, pero que nunca remplazaría mi lugar. Sin embargo, Sai  me enfrentó, dijo que si no comenzaba a hacer las cosas bien le pediría a Naruto que me echaran. ¡¿Quién se creía él para deliberar mi puesto?!
-   ¿Por eso lo odias tanto…? – Lo interrumpió Yota.
-   No claro que no… - Sasuke se aclaró la garganta y continuó – Sai comenzó a llenarle la cabeza a mi mujer para que me tomara unas largas vacaciones, sabía que Naruto me lo permitiría, así que, ¿qué mejor forma de cambiar todo en la oficina mientras yo no estaba?  Me enfurecí tanto cuando Sakura me lo contó que salí a buscarlo y apenas abrió la puerta me le tiré encima y comencé a golpearlo. El me aparto de un gran golpe, aunque no lo parece pega fuerte, y me sacó de su casa a los empujones. Me gritó que me fuera o llamaría a la policía. Y así lo hice, no sin antes pasar por un bar y preocupar a tu madre… Yo… realmente no fue lo más sensato pero… - sorbió nuevamente agua y su hijo, que hasta el momento seguía escuchándolo, lo tomó del brazo y lo miró con misericordia.
-   Papá, tienes unos graves problemas de ira, pero… ¿por eso tienes que separarme de Mei?
-   Es mi forma de…
-   Es tu forma de nada, - lo interrumpió – Te tomaras ese vaso, volveremos a casa y espero que puedas hablar con Sai como adultos que son… basta ya, si quieren golpearse, háganlo, si quieren matarse, háganlo, pero nosotros no tenemos la culpa…- Yota apuró su cerveza y con un gesto pidió la cuenta, el sabor amargo del coraje lo recorría profundamente y, aunque estaba temblando de lo descarado que fue, no sentía miedo y estaba conforme con lo que le había dicho a su padre.

En la cocina, bien ambientada y decorada por Hinata, estaban sentados Hinata, Naruto, Sakura y su pequeño hijo. Hinata había preparado té y le había dado una taza a Sakura y otra más pequeña a Ryuto. Naruto había tomado una taza de café y luego de darle dos sorbos se levantó bruscamente, aún con la taza en la mano, y comenzó a caminar impaciente. Estaba enojado, furioso, indignado y, más que nada, preocupado. Le pegaría, le daría el golpe más fuerte que jamás le había dado y le daría pilas y pilas de archivos para leer, recopilar, archivar y asuntos que tratar, lo mandaría de cadete, le haría limpiar los baños… oh si, Naruto Uzumaki lo haría pagar por la idiotez que estaba haciendo…
A las 4.25 de la madrugada el timbre sonó más fuerte que nunca, se escuchaba tan molesto e irritante que Hinata se tapó los oídos. Era un sonido fuerte y monótono que en esa casa, sobre ese silencio, y en esa situación, no hacía más que reventar la paciencia de cualquiera. Sin embargo, el rubio corrió hacia la puerta y la abrió con brusquedad. Sasuke y su hijo estaban detrás de ella.
-   Eres un idiota – dijo sin rodeos y el Uzumaki se dio vuelta para avisar a Sakura quién había llegado.
Sakura lo había sabido a penas se había escuchado el sonido del timbre, así que seguido por detrás a Naruto y al ver a su hijo y a sus esposo, les clavó la palma de su mano en ambas mejillas.
Sasuke la miró inexpresivo ya que había adivinado que su mujer haría algo semejante. Pero Yota se llevó la mano a la cara y sintió el picazón y ardor del reciente golpe.
-   Madre…
-   Cállate – dijo la peli rosa inundada en lágrimas – Cállate… - Luego se tiró sobre ellos y los abrazo mojándoles ambos hombros con sus desconsoladas lágrimas.
Ryuto llegó corriendo, también avasallado por las lágrimas, y se enganchó a su padre, quién no pudo hacer menos que sonreír.
Finalmente, Naruto se acercó, sin romper la perfecta imagen familiar y mirándolo fijamente a Sasuke le sonrió.
-   Descansa hoy, ahógate en alkasetzer, aspirinas o paracetamol, que mañana no sabes lo que te espera… Idiota. 


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