Rincón del Artista > Expresión escrita
Las Malditas [+16]
Snade:
[quote]A mi punto de vistar, la actitud de Ornella me pareció un poco exagerada, no era como para que se tomara esa frase al pie de la letra. Aunque quizá ella tiene su razón de actuar, aun no la conozco del todo.
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Es una exagerada. La histriónica del grupo, pero también la más accesible y abierta en cuanto a personalidad. Diría que es la más normal de todas, así que la irritación es por la aproximación a la realidad con una persona común xD
III. No se borra con el codo, ni se barre con el viento
Casi atardecía en la ciudad, y desde el puente de la mujer la espectacular paleta cálida se tornaba más intensa a menudo que los minutos avanzaban sin piedad.
Ese cielo cálido le recordaba a Nagisa que su existencia era el fragmento de un punto, flotando a la deriva, siendo llevada por los remolinos pícaros del fresco, pero que fulguraba intensamente. Sus inseguridades quedaban en el segundo puesto en comparación del rencor asesino que se alzaba en la cima del firmamento, convirtiéndose en una hoguera descontrolada; roja, anaranjada, amarillenta... arrasándolo todo.
Sueños e ilusiones no eran nada en su vida. Ella vivía de realidades, no se daba el lujo de construir castillos en el aire, sino plantando pies en la tierra, aunque esta acabara por tragarla y conducirla a sus desconocidas profundidades.
"Terreno rocoso, una montaña que sale de la tierra. Esa cima congelada toca el cielo".
―Eros y su poesía de baño― Se repitió por enésima vez. Enésima vez parada en el concreto del puente, tres veces por semana, todos los años.
―La poesía de baño de Eros... Juraría que si respetara la métrica clásica, aceptarías la creatividad de ese mellizo papucho que tienes. Dale un respiro.
―Tiempos pasados fueron mejores.
― ¿Cuándo no sufrías trastorno obsesivo compulsivo?
―Cuando no sabía el significado del orden.
―Lo bruto nace de una roca craneal ¿Qué esperabas? Aún persistes con eso de los pies sobre la tierra.
Danisa no pronunció palabra alguna ante su amiga postrada contra el barandal, esa chica de facciones angulosas y cabello teñido de un naranja fantasía. Una bruja transgresora danzando graciosa en medio de su bosque sagrado, luego profanado, sin quemarse, sólo disfrutándolo.
Leona no pertenecía a "Las Malditas". Su trato con Danisa era independiente a ellas. Cualquiera la consideraría una persona dual, asistiendo a un instituto privado sin tanto renombre; piernas de palo, cuerpo cuadrado desde su raíz y falda planchada, tabla por tabla. El resto, desastre en toda regla. Así y todo, mejor amiga de Danisa. Secreto sucio y casi tabú entre los miembros del grupo. Y también Leona era su propio enigma prohibido, vestido de mujer.
―Haría lo que fuera por cortar esa suciedad y torcedura para siempre. No soporto compartir existencia con alguien dispersado, un tiro al aire, un irresponsable que deja hasta sus hijos tirados por otro roñoso de mente― La voz de Danisa se atrofió un poco, gracias a su creciente angustia y sentimientos encontrados que surgían por el agrio recuerdo de su padre. ¡Quería escupirlo!―. Cumpliendo sus fantasías aireadas, apoyado por otra masa de mentes raquíticas, enfermas, abandonó sus concretos proyectos de vida. Y aquí yo, ordenando sus desastres. Libertad y una mierda...
―Lo único que no puedes organizar y escapa de todo tu control.
Leona suspiró y bajó la mirada a sus pies, frustrada.
―Lo único que no puedo volver a poner en su sitio, porque me ganaría una demanda de esa comunidad homosexual disparatada. Tal vez años de cárcel por romperles la cabeza.
― ¿Y si te dijera que tu padre usa minifaldas en vez de una camisa dentro de sus pantalones? Digo, una falda lisa se ve hasta presentable. Como la mía.
―Ya nada me sorprendería. Igual no disminuiría mi odio hacia él, al contrario. Una falda planchada no camufla su desvío. Una cosa no quita la otra.
Los naranjas se disolvieron. Fríos azules acompañaron la faceta final de la melancolía lapidaria de Danisa, congelando las laderas de sus montañas emocionales, no permitiendo que todo resentimiento subiera a la cima, y ella quedara intacta, sin contaminar la pureza no explorada del arriba y continuara sobrepasando las nubes grises, reverenciando un cielo libre, sin ataduras, esperando el abrazo de ella, su no consentida enemiga.
―Debo irme. Ya oscureció. No te quedes sola más tiempo, vuelve a casa y toma algo con ese papucho de abuelo que tienes.
―Adiós...
Leona, alejándose de la escena, escondió expresiones alegres, habituales.
¿Cuánto tiempo serviría darle la espalda sin recibir un cuchillazo mortal? Ahora se salvaba, porque la verdad no salía a la luz. Pagaba el daño de un tercero, asumía la culpa de Jun Kawamori, y no podía recriminárselo.
Deseaba con todo el corazón restaurar el equilibrio degenerado por el dolor de esa señorita. Irónico. Ordenarla a ella, reina del metodismo indudable.
Recuperaría a Danisa, travestido o no. Leona o Leon.
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