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Su boca sabrá a ajenjo (Capítulo Seis)
Fluoradolescent.:
Gracias por tu comentario, Unconscious, sí, claro que sí, seré bien constante al menos hasta el cap 6, pues, como ya dije, pondré un cap cada día, y desde allí pues... las contis tardarán más, pero no abandonaré mi fic, de modo que no hay de qué preocuparte. Nos leemos, au revoir
Hoshi:
Menos mal que lo sigues aquí xDD. Ya sabes, espero hasta el cap 6 =)
Fluoradolescent.:
Gracias Hoshi por tu comentario, y también a todas las demás, que ya les he respondido. Aquí va el capítulo 1. Ojala les guste ;)
Capítulo Uno
Empecé a caminar entre la multitud de personas que bailaban, siguiéndola. Sentí a alguien agarrarme uno de los glúteos, y luego escuché las risitas de dos chicas. Cualquiera de ellas habría sido más fácil.
Pero a mí jamás me ha gustado ir a lo fácil.
Continué mi camino sin voltear, y divisé la mata de cabellos rojizos traspasando las puertas del club. ¿A dónde creía que iba?
Sonreí mientras cruzaba la puerta yo también, escuchando a lo lejos un par de tacones repiqueteando contra el suelo.
-Oye, guapo -dijo una voz a mi lado- Te doy lo que quieras…
Miré a la mujer del costado, evidentemente ebria, y excesivamente maquillada. No tenía idea de lo que acababa de ofrecer, o al menos, de a quién se lo había ofrecido.
La ignoré, y caminé en la dirección en la que la pelirroja se había marchado.
Iba por la calle escasamente iluminada por alguna esporádica farola, o por los letreros de neón de clubes y bares que minaban esa parte de la ciudad.
El rastro de la chica seguía fresco, podía oler su ansiedad y su miedo, y podía oír el repiqueteo de sus tacones, más adelante, abriéndose paso en la oscuridad de las calles cada vez más desiertas.
Ella era tan solo una niña, y no sabía que andar sola en la noche es peligroso.
De nuevo podía verla. Estaba una cuadra más adelante. La miré, y ella lo supo instantáneamente. Volteó, pero no podía verme a mí.
Aún así, el deleitante aroma de su pánico llegaba hasta mí en cálidas oleadas. Su intuición de verdad era admirable.
Había alguien más por ahí. Eran tres hombres ebrios, decepcionados de sus existencias banales y monótonas. La habían visto y se codeaban. Quién sabe qué clase de obscenidades pasaron por sus turbulentas mentes mientras veían esos jeans ajustados a la femenina figura de la chica.
-Preciosa, ¿qué haces tan sola? -dijo uno de ellos, interceptándola.
La chica intentó pasar por su lado, pero el hombre se lo impidió. Volteó, y fue entonces cuando vio a los otros dos frente a ella. Estaba rodeada, y lo sabía. Comenzó a rogar en su interior que la dejaran en paz.
-¿Por qué vas tan rápido, preciosa? Podemos pasar un buen rato los 4 juntos.
Percibí el asco, la absoluta repugnancia que esos tipos le provocaban.
Me pregunté qué era lo que debía hacer yo, mientras me detenía a una distancia prudencial. ¿Abandonarla a la merced de tres sucios hombres borrachos? ¿O reclamarla para mí?
-No, gracias -dijo ella, intentando no demostrar su miedo- déjame pasar.
-No seas aguafiestas, cariño.
-Dije que me dejaras pasar -repitió ella en tono algo amenazador.
-Uy… Se puso brava -dijo uno de los hombres- habrá que castigarla.
Y entonces tiraron de ella hacia un callejón, ocultándola de mi vista.
-¡Suéltenme! -gritó antes de que una mano rechoncha pudiera taparle la boca.
Caminé lentamente hacia allí, todavía sopesando qué debía hacer, escuchando sus gritos ahogados. Oí el sonido de la tela rasgándose, ciertas risas cómplices, una bragueta bajándose.
Y entonces me di cuenta de que ya estaba en la entrada del callejón.
Uno de los hombres estaba forcejeando con los jeans de la chica, la tenían tendida en el suelo.
Y allí lo decidí, iba a reclamar a mi presa. Yo la había visto primero, después de todo.
Caminé firmemente hacia los tres.
-¡Fuera de aquí, pichón, si sabes lo que te conviene! -gritó uno de los tres.
La chica aprovechó su descuido y le mordió la mano.
-¡Ayuda! -se las ingenió para gritar antes de ser abofeteada por uno de sus captores.
La vida da tantas vueltas. Ella huía de mí, al principio, y ahora estaba pidiéndome ayuda.
Continué acercándome.
-¿¡Qué no escuchas, tú, niño bonito?! -gritó otro de los hombres, levantándose.
Se me acercó, e intentó asestarme un puñetazo. Pobre iluso. Jamás habría podido contra mí. Jamás, con su torpeza de ebrio y su fragilidad de humano.
Tomé su cabeza entre mis manos y disfruté con el crujir de sus vértebras al romperse.
Espiró su último aliento y lo dejé caer. El otro hombre tomó un pedazo de hierro del suelo y arremetió contra mí.
Interpuse mi brazo entre su inútil golpe y mi rostro. Sonreí, deleitándome de su horror, lo tiré al suelo con una patada.
Esa sucia, inmunda rata se arrastró como pudo, un poco hacia atrás. ¿No se daba cuenta de que es imposible huir de mí?
Caminé dos pasos, y luego puse mi pie sobre su cabeza. Presioné hasta escuchar el crujir de los huesos de su cráneo al quebrarse. Sí, lo había aplastado justo como a una repulsiva y sucia cucaracha.
El último de los hombres salió corriendo. Podría haberlo perseguirlo, pero no valía la pena. Su muerte no me habría dado más que la efímera diversión de arrebatarle la vida. Y era esa chica la que me interesaba después de todo.
Caminé hacia ella, se arrebujó contra el suelo, retrocediendo hasta la pared. Su cuerpo se sacudía involuntariamente de terror.
Me puse de cuclillas, frente a ella, y permanecí así unos segundos.
-N-no me lastimes -farfulló.
Sin responderle, la tomé en brazos, e inmediatamente empezó a llorar, toda asustada, toda convulsa.
Cada bocanada de aire que expulsaba tenía sabor a miedo, alivio, y una loca mezcla de incredulidad y certeza.
Me puse de pie y me quedé quieto. ¿Qué era lo que debía hacer con ella? Se encontraba totalmente indefensa en ese instante, habría sido tan… fácil.
Sin embargo, lo fácil jamás había sido ni apasionante, ni divertido, simplemente un ligero cosquilleo de satisfacción, justo como asesinar a esos torpes humanos.
Decidí esperar a que estuviera calmada. Pero supuse que no le sería muy fácil, encontrándose en el lugar de los hechos, frente a los cadáveres de dos de sus atacantes.
Comencé a caminar hacia afuera del callejón.
-¿Cómo te llamas? -le pregunté.
-Zoe -contestó entre sollozos.
-Zoe -repetí, saboreando su nombre, haciéndolo rodar en mi lengua- ¿A dónde vas a ir?
-A casa -contestó, temblando, mientras recostaba su cabeza contra mi pecho.
-¿Por aquí? -pregunté nuevamente, señalando el camino que ella estaba recorriendo antes.
Asintió suavemente, y yo empecé a caminar.
La temperatura de la noche comenzaba a bajar. El silencio reinante en ella sólo lo rompía la pelirroja con su llanto. Caminé con ella en brazos algo así como tres cuadras, hasta que me indicó doblar a la derecha.
Había dejado de llorar, pero seguía convulsionándose de vez en cuando.
-Aquí -dijo señalando un edificio que, de alguna manera, era a la vez idéntico y completamente diferente de los que habíamos ido pasando en el camino.
Avancé hacia el lugar indicado, y un hombre viejo, sentado adormilado sobre una silla se levantó a abrir la puerta desde dentro.
-¡Zoe! -exclamó- ¿qué le pasó? -me preguntó a mí, sin mirarme.
-No se siente bien. Al parecer tuvo una reacción alérgica, por eso sus ojos están hinchados -mentí yo. Ella sólo asintió levemente.
El portero nos dejó pasar hacia unas escaleras que se encontraban en bastante mejor estado de lo que sugería el exterior medio desvencijado del edificio.
-Tercer piso, apartamento 18. Es el último del pasillo -dijo ella débilmente.
Estaba rindiéndose al sueño. Se sentía completamente segura en mis brazos. Grave error.
Llegué hasta la puerta indicada. Probé el picaporte, estaba cerrada con llave.
Zoe ya se había dormido. Palpé la pequeña saliente del marco. Sí, ahí estaba la llave. Los humanos son tan predecibles... Todos ellos guardan sus llaves sobre la puerta o debajo de tapetes.
Abrí la puerta cuidadosamente. El lugar estaba completamente oscuro, pero ese no era un problema para mí. Sentí la presencia de dos personas más en el lugar. Ambas estaban dormidas, y podía oír sus respiraciones pausadas.
El aroma de Zoe estaba en todo el departamento, pero se sentía con más intensidad hacia una puerta en específico, que estaba entreabierta.
Entré al lugar. Era una habitación de paredes lilas, con poco mobiliario, algo desordenada. Definitivamente, ese era su cuarto.
La coloqué sobre la cama. Su ventana estaba abierta, y el frío de la noche entraba a través de ella. Decidí cerrarla.
La luz de la luna acariciaba a la chica que dormía plácidamente sobre la cama, arrancándole ciertos destellos plateados a la piel blanca de sus senos, que se hallaban parcialmente cubiertos por un sostén de satén negro.
La blusa de color azul eléctrico que aún tenía puesta estaba rasgada hasta su ombligo. Con razón el portero había continuado mirándome con recelo mientras me alejaba de él.
La cubrí con una manta morada que se hallaba tirada en el suelo.
Me había equivocado, después de todo. Suele pasarme cuando blasfemo. No la salvaron los ángeles esa noche... la salvé yo.
Bueno, y... ¿qué les ha parecido? Espero sus coments, con... ya saben, su opinión, sugerencias, etc... Gracias por leer!
Hoshi:
Ya sabes que tu historia me encanta. Es original, misteriosa y está bien redactada sin llegar a tener una prosa demasaido compleja. Tiene algo que engancha. Como suelo decir yo, "respira". De nuevo espero el capítulo 3.
Fluoradolescent.:
Muchísimas gracias, Hoshi! Otro cap mañana :3
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