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Autor Tema: Sueño y... pesadilla  (Leído 4258 veces)

DarkHime
« en: Febrero 14, 2011, 09:50 pm »

Sueño y... pesadilla
« en: Febrero 14, 2011, 09:50 pm »
Este también estaba publicado en el otro foro, pero de igual manera, lo traje para mi amigo. xD Y si se animan a leer los que no lo leyeron, pues adelante xDD


Capítulo 1


La casona se recortó delante de ella en medio de aquel inhóspito bosque que con sus altos árboles, daban un aspecto lúgubre por las sombras que invadían todo el lugar al bloquear los rayos del sol que a esta hora del día, las doce en punto, deberían llegar hasta ella.

Se estremeció cuando una fuerte ráfaga de viento silbó a su alrededor levantando las secas hojas que esos mismos árboles habían dejado caer manifestando la cercanía del frío invierno y maldijo una vez más al conductor del taxi que la había dejado bastante lejos de la casona, sobre un camino apenas transitable.

Suspiró un tanto aprehensiva al imaginarse que había sido tocada por una gigantesca y fría mano cuando la ráfaga de viento se coló entre sus gruesas prendas de vestir acariciándola de tal manera que casi la congeló, mientras su cabello suelto se mecía juguetón al aire en dirección a la casona. Era como si esa mano invisible la empujara impaciente para que pudiera llegar a la casona, a la cual llegó en cuestión de cinco minutos.

Ante la enorme puerta de gruesa madera, buscó algún tipo de timbre para anunciarse, pero lo único que vio fue el puño de una mano hecha a base de bronce y que colgaba justo a la mitad de la puerta en la orilla de ella. Tomó el puño de bronce y lo golpeó contra una plaquita del mismo material que estaba a la altura del puño.

Casi enseguida, el susurro de una cansada voz le llegó desde adentro:

—Está abierto, pasa.

Esther empujó la pesada puerta, la que rechinó de manera escalofriante y lo primero que vio ante ella al entrar, fue a una mujer de edad indefinida sentada en una silla de ruedas. Al acercarse a la mujer, fue golpeada por un fétido y fuerte aroma que se desprendía de ella y las náuseas que sintió casi la obligaron a vomitar.

¡”Dios santo!” Pensó controlando las náuseas. “¿A dónde me ha enviado la agencia de colocaciones?”

Pregunta necia. Cuando la agencia de trabajo le ofreció éste, ella no dudó en aceptarlo aún cuando la persona a la que cuidaría como dama de compañía, viviera en medio de un frondoso bosque, alejada de la sociedad en general. Más nunca le dijeron cómo era esta persona.

Ahora, enfrentando su mirada a la de la mujer, sintió perderse de pronto en una negra soledad que la llenó de un súbito temor, el que fue acompañado de un sobresalto al dirigir su atención a lo que parecía ser una sonrisa de bienvenida y que no era más que una mueca que repentinamente pareció desfigurar el rostro de la mujer tornándolo lúgubre por su falta de expresión.

Visiblemente afectada, Esther retrocedió un paso al mismo tiempo que la mano de bronce en la puerta se escuchó anunciando que alguien más había llegado y esperaba invitación para pasar.

—Adelante—dijo la mujer y Esther parpadeó cuando la sonrisa de la mujer se amplió rompiendo la ilusión lúgubre de su rostro, dándole la bienvenida a otra joven que entró ante la invitación—Ambas han sido puntuales y esa es la mejor presentación. Mi nombre es Aurora y doy por sentado que ya saben cual es su trabajo.

—Sí—respondieron ambas chicas. Aurora las miró sin dejar la sonrisa—Tal como las necesito—murmuró casi para ella misma—Blanca y negra.

Las jóvenes se miraron sorprendidas recorriéndose mutuamente con la mirada. Esther era blanca, rubia y los ojos azules brillaban por la sorpresa. La otra chica era morena sin llegar a ser negra. Mulata. Sus negros risos caían sobre su espalda en una cola de caballo y sus oscuros ojos, al igual que los azules, reflejaronn su sorpresa.

—Vengan, les mostraré su habitación. ¿No les molesta compartirla, verdad?—Aurora maniobró su silla de ruedas por medio de un tablero que la silla tenía frente a ella. Se adelantó por un largo pasillo seguida por la chicas— ¿Cómo se llaman, niñas?

—Esther Tesca—se presentó la rubia mientras miraba encantada a su alrededor. La casona era bellísima en decoración.

—Rita Orosa—murmuró la morena imitando a Esther.

La mirada de ambas vagó de un lado a otro perplejas por la belleza del entorno y no notaron que a parte de sus pisadas y el rodado de las ruedas de la silla sobre el brillante suelo de mármol, el eco de otros pasos detrás de ellas se dejó escuchar.

Sólo salieron de su perplejidad cuando Aurora musitó, de nuevo para sí misma:

—Tesoro, casa, sí.

—Señora Aurora—Esther se adelantó para ponerse al lado de la silla—Me gustaría mostrarle mi carta de recomendación. En la agencia me dijeron…

—Ahora no Esther—la interrumpió Aurora deteniendo la silla—Miren, esa será su habitación. La mía es la de enfrente. Pueden tomarse el resto del día para descansar y conocer la casa y sus alrededores. Yo lo pasaré descansando en mi habitación y por favor, no quiero que me molesten por hoy. Toda la casa es de ustedes, menos mi habitación. En la cocina encontrarán todo para que se alimenten.

—Pero, señora Aurora—protestó Rita dejando su maleta en el suelo, la que había estado cargando al igual que Esther—usted me ha contratado para cocinarle y…

—Desde mañana—cortó Aurora mientras dirigía su silla a su habitación. Hoy están libres.

—Pero, señora Aurora…

Aurora ignoró a Esther y entró a su habitación quedando fuera de la vista de las chicas, las que pudieron escuchar como el sonido de la llave en la cerradura de la puerta de Aurora en el interior, reforzaba su prohibición de molestarla.

—Bueno—dijo Rita suspirando al mismo tiempo que tomaba su maleta y se dirigía a la habitación asignada—órdenes son órdenes. Además, estaremos libres de su aroma por unas horas más ¿Notaste su desagradable olor? ¡Por poco me vence el vómito cuando la olí! ¡La doña se está pudriendo!

Esther permaneció en silencio, pero sólo hasta que entró a la habitación.

— ¡Mira nada más!—exclamó maravillada apreciando el lujo— ¡Esa será mi cama!

Dejó su maleta y apresurándose a la cama escogida, lanzó su bolso sobre ésta y luego ella misma fue a caer de manera descuidada, quedando acostada boca arriba.

—Okey—susurró Rita seria, dejando también su maleta para dirigirse a sentarse sobre la que sería su cama—Me da igual una cama que la otra. Si lo notas, ambas son exactamente iguales, niña.

Esther la miró un momento, luego, colocando los brazos debajo de la nuca, miró hacia el techo y preguntó:

— ¿Por qué tanta seriedad? Creo que nos llevaremos bien tú y yo, pues me caes bien.

—Sí, y tú a mí. Pero no es eso lo que me preocupa. Es todo esto. La doña nos contrató para cuidarla, pero nos ha dado el día. Y luego toda esta soledad… no sé. Siento que hay algo que…

Dejó de hablar. Se levantó y fue a la ventana que daba una bonita vista al jardín. Levantó la cortina para mirar esa vista.

— ¿Qué?—Esther se levantó y se sentó— ¿Tú también te diste cuenta?

— ¿De qué?—Rita dejó la ventana y caminó por la habitación— ¡Maldición! ¡Qué frío hace! Supongo que por ser una casa vieja, no hay calefacción—Se envolvió en el abrigo que portaba—De dos cosas me di cuenta. La primera, que la doña utiliza un perfume hecho a base de esa enorme cosa llamada la flor de la muerte. Su aroma es muy desagradable. Y la segunda, que ella es extraña.

—Muy extraña—murmuró Esther estremeciéndose al recodar la lúgubre expresión de Aurora— ¿Y qué es todo eso que balbuceó entre dientes? “Tal como las necesito, blanca y negra. Tesoro, casa” En serio ¡Ella es muy extraña! Bueno ¿Qué hacemos?

—Por lo pronto, seguir sus órdenes. Vamos primero a la cocina y preparémonos algo para comer, después exploraremos la casa y lo demás. ¿Te parece?

Hicieron justo lo dicho. El resto del día no les alcanzó para terminar de explorar toda la casa pues habían comenzado por los alrededores, así que las sombras de la noche las encontró al filo de la escalera que permitía bajar al sótano.

Ambas se cubrieron la nariz cuando desde abajo, les llegó un penetrante aroma que pudieron casi saborear.

—No lo sé—murmuró Rita retrocediendo—Huele feo y no quiero ir allá abajo. ¿Por qué no le dejamos para mañana?

Esther cerró la puerta sofocando así el hedor desagradable y penetrante.

—Estoy de acuerdo. Y creo que la doña se la pasa allá abajo. Huele exactamente igual.

Así, optaron por irse a descansar. El día había sido emocionante y cansado por el cambio y los descubrimientos que habían hecho de la finca, por lo tanto, no tardaron mucho en quedarse dormidas.

“Esther”

La rubia abrió los ojos cuando el susurro pareció surgir desde su misma mente. De manera mecánica, estiró el brazo para encender la pequeña lámpara que yacía en el buró que estaba de su lado y la ligera luz disipó la oscuridad. Se sentó en la cama mirando a su compañera que parecía dormir profundamente.

“Esther”

Un sonido en el pasillo llamó su atención. El sonido de unas ruedas que se atenuaba al irse alejando.

Esther se levantó y envolviéndose en el abrigo, se dirigió a la puerta, la que abrió con cuidado para evitar despertar a Rita. Se asomó al pasillo esperando ver a Aurora.

Lo que vio fue una pequeña lucesita en medio de la oscuridad alejándose por el pasillo, algo así como la llama de una vela encendida y ahora, el sonido de unos pasos retumbando sobre el suelo, llegó hasta ella. Al parecer, alguien más había llegado sin que Rita y ella se dieran cuenta, porque dudó que fuera Aurora la dueña de esos pasos puesto que estaba en silla de ruedas, a menos que…

Salió al pasillo y siguió al dueño de los pasos, aunque sólo podía ver la llama alejándose con una asombrosa rapidez, llevándola por los pasillos hasta una estancia amplia. Su pensamiento era que Aurora las había engañado y no estaba inválida como les había hecho creer.

Y su seguridad creció porque el fétido aroma de la doña pareció invadir todo el ambiente, lo que la hizo fruncir el rostro de asco.

— ¡Señora Aurora!—llamó sofocada por el olor y los pasos ante su llamado se detuvieron, no obstante, la llama siguió avanzando.

Entonces, Esther se detuvo cuando de pronto, un frío intenso la penetró y una ligera ráfaga de aire la traspasó haciendo ondear su rubia melena que llevaba suelta.

La sensación que sintió, una que jamás había experimentado, la llenó de temor y sus desorbitados ojos miraron la llama que se había detenido ante la puerta del sótano.

Y la flama flotó sin que dependiera de nada ni nadie. Esther retrocedió asustada, pero sus pies dieron contra un deshecho sillón volcado y cayó sobre él mientras miró ahora horrorizada como la llama se dirigía hacia ella para detenerse muy cerca de su rostro.

Reteniendo un grito de espanto, Esther se levantó apresurada para alejarse de la extraña luz, pero quedó congelada cuando al mirar a su alrededor, descubrió que podía ver en medio de la oscuridad y todo estaba en ruinas. Los muebles y paredes parecían haber sido destruidos a propósito. Las paredes lucían huecos en casi todas ellas y los muebles habían sido serruchados por partes.

La flama volvió a la puerta del sótano. Esther la miró desaparecer por debajo de la puerta, pero ella no pudo moverse. Temblaba de miedo y su semblante pálido mostró ese terror ante lo que veía, pero casi enseguida, volvió a la oscuridad…

Por breves momentos, porque por uno de los pasillos, el último que ella misma había caminado detrás de la flama hasta llegar a esa estancia en donde estaba la puerta del sótano, miró acercarse la misma luz y detrás de ella a Rita, hasta la escuchó llamar a Aurora, tal como ella misma lo había hecho y aquellos pasos haciendo eco en el pulido piso, desaparecieron justamente como había sucedido con ella.

Miró a Rita detenerse, sofocada también por el fuerte aroma que no había dejado el ambiente. A continuación, a un lado de la flama, se formó un aurea, un tipo de energía que veloz se dirigió a Rita y la traspasó, inmovilizándola por completo.

La diferencia que hubo, fue que Rita gritó espantada cuando la flama se dirigió a ella para detenerse frete a su rostro y…

Ambas despertaron gritando aterradas. La luz del tierno sol que traspasaba las cortinas de la ventana, anunció el nuevo día.

— ¡Qué horrible sueño tuve!—exclamó Rita, sentándose en la orilla de la cama— ¡Todavía estoy temblando!

Esther la imitó. Miró preocupada a su compañera mientras con voz opaca, dijo:

—No fue un sueño.

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Fin del primer capítulo. Te pongo el 2 de una vez xDD
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Capítulo 2


— ¿Cómo que no fue un sueño?—preguntó Rita poniéndose de pié y miró a Esther como si se hubiese vuelto loca.

Esther también se puso de pie. Levantando una mano, señaló a Rita al momento de decir:

—No recuerdo que anoche te acostaras con el abrigo—se señaló al continuar—: Yo tampoco.

— ¡Oh, por Dios! ¡Es verdad! ¿Qué pasó entonces?

—Es lo que debemos averiguar. Vamos—se dirigió a la puerta y salió al pasillo. Desde allí gritó al ver que Rita no la siguió—: ¡Vamos!

Rita se asomó un poco al pasillo sin soltar la puerta que sostenía medio abierta. Miró de un lado a otro y murmuró con desconfianza:

—Yo creo que mejor debemos irnos de esta casa. Ese sueño no me ha gustado…

— ¡No seas miedosa!—la interrumpió Esther—Quizás no sea nada en realidad… sólo lo que has dicho, un simple sueño, así que anda. Vamos a ver a doña Aurora.

Aun no muy convencida, Rita salió y ambas atravesaron el pasillo para ir a tocar la puerta de Aurora.

— ¡Señora Aurora!— llamó Esther al momento de que su nudillo golpeó la puerta. Al contacto de su mano con ésta, la puerta cedió y se abrió provocando un sonoro chirrido en las bisagras que la sostenían del marco de madera.

El fuerte sonido las sobresaltó e hizo que se miraran asustadas al recordar que el día anterior, cuando Aurora la usó, ese sonido reseco de las bisagras no se había escuchado.

La puerta se abrió por completo y el panorama que mostró ante la mirada de las chicas fue desolador.

El interior de la habitación era de completo desorden y el fétido olor llenó sus fosas nasales.

— ¡Cielos! ¡Voy a vomitar!— gritó Rita retrocediendo de la puerta.

Esther colocó la mano sobre la nariz para sofocar la pestilencia y entró al cuarto. Aurora no estaba allí, pero no fue eso lo que sorprendió a Esther, sino la aparente violencia que el cuarto mostraba. Los cuadros que en un tiempo adornaron las paredes estaban hechos pedazos en el suelo, el espejo del tocador lucía roto, los cajones del mismo habían sido lanzados al suelo y las prendas y demás cosas que había allí, regados por todos lados.

Las lámparas que antes había sobre unas mesitas, también estaban destruidas, así como algunos muebles. El panorama de destrucción era el mismo que había visto en el sueño y las paredes lucían esos extraños huecos.

— ¡Esther!— la llamó Rita desde el pasillo— ¡Sal de allí!

Esther pareció no escucharla. Dando unos pasos, se acercó a la cama cuyo colchón estaba rasgado, como si algo filoso hubiese pasado sobre él de manera sádica y las sábanas y sobrecama que en algún momento lo cubrieron, yacían en el suelo.

Retrocedió asustada cuando de las rasgaduras del colchón salieron decenas de insectos de todo tipo, chinches, langostas, cucarachas, alacranes, moscas, polillas, palotes y comenzaron a invadir no sólo el colchón, sino también el piso trepando por las paredes convirtiéndose en miles, produciendo a la vez un sonido espeluznante, parecido al de varias uñas pasando sobre una pizarra.

La rubia se cubrió los oídos al sentir el dolor provocado por tan estridente ruido y se apresuró a salir de la habitación cerrando la puerta, dibujado en su rostro el incrédulo terror.

— ¿Qué es eso que se escucha?—preguntó Rita tapándose también los oídos— ¿Qué está sucediendo aquí?

— ¡Debemos irnos de esta casa!—gritó Esther mirando como por debajo de la puerta, comenzaban a salir los insectos— ¡Vamos!

Se dirigió a la habitación que ocuparan para dormir con la intención de tomar sus pertenencias, con Rita detrás de ella, pero se detuvieron cuando en el umbral de la puerta, se recortaron las figuras de dos hombres. Extraños por su apariencia pálida y demacrada. La crueldad en sus rostros fue visible a primera vista y las brillantes miradas las miraron con maldad.

En su presencia, los insectos que habían comenzado a invadir el pasillo y las paredes del lado del cuarto de Aurora, se abrieron sin tocar a las chicas y treparon por el techo tapizándolo sin dejar de producir el ensordecedor sonido.

— ¿Ustedes han venido por el tesoro? ¿Por nuestro tesoro?

La voz salida de uno de los hombres sonó hueca y desprovista de emoción y fue entonces que las chicas observaron las filosas espadas que los dos portaban. En ese momento también, el panorama a su alrededor cambió y aquel que había presenciado la rubia en la habitación de Aurora suplió el actual por toda la casa.

Sin poder moverse, las chicas miraron horrorizadas como los hombres se les dejaron ir encima e incapaces de reaccionar, ambas sintieron las espadas penetrar su joven carne, hundiéndose en sus vientres hasta traspasarlos. Con ojos desorbitados miraron a los hombres y no sólo se estremecieron por el dolor, sino por la mirada oscura y macabra que pareció devorarlas mientras el abundante líquido rojo corrió por el vientre hacia abajo, cayendo sobre el suelo donde formó un fascinante charco que reclamó sus vidas.

Entonces, el grito sofocado que no había podido salir en su momento, salió potente de sus gargantas y al volverse a mirar, notaron que no eran ellas las que estaban atravesadas por las espadas, sino un hombre negro de edad indefinida y Aurora, quien había sido clavada en su silla de ruedas.

Ellas por lo tanto, sólo eran espectadoras de tan cruel crimen, yaciendo inmóviles a unos cuantos pasos de la escena, mirando con impotencia como la vida de Aurora y el hombre escapaba de ellos en medio de agónicos jadeos…

Entonces, los hombres se volvieron hacia ellas y las miraron con esa mirada brillante de maldad, profunda y oscura. Sin dejar de sonreír macabramente, sacaron las espadas de los cuerpos que cayeron pesadamente al suelo y las blandieron contra ellas.

— ¿Ustedes vienen por el tesoro? ¡Ese tesoro es nuestro!

La voz de ultratumba del hombre resonó por todo el pasillo y ellas despertaron en sus camas, en medio de gritos que reflejaron su pánico.

— ¡Dios!—gritó Rita temblando y miró la iluminada habitación por los tiernos rayos del sol que penetraban a través de la cortina anunciando el nuevo día— ¡Qué fea pesadilla! —Se sentó en la orilla de la cama tocándose el vientre con manos temblorosas— ¡Esa espada me atravesó y la sentí tan real!

Esther se levantó de la cama y se miró. El abrigo seguía sobre ella y Rita lucía el suyo. No pudo evitar tocarse también el vientre.

— ¡Vámonos!—ordenó con voz urgente—Esto no ha sido una pesadilla. Es una advertencia. Debemos irnos de aquí.

—Sí, creo que sí—Rita se levantó y tomando ambas su maleta, salieron de la habitación. Al ir por el pasillo, Rita continuó hablando—: Esther, ese hombre mencionó un tesoro. ¿Crees que haya un tesoro oculto aquí en esta casa?

Esther le lanzó una mirada de enfado. Con voz irritada, respondió sin detenerse:

—No me importa si hay un tesoro. Lo único que quiero es irme de esta casa.

Rita se detuvo. Miró a su alrededor y con un súbito brillo en su mirada, dijo:

—Pues no quiero irme sin averiguar eso. Ahora que lo pienso, lo que habló esa mujer en susurros tiene sentido. A ellos los asesinaron por ese tesoro. Quizás eran los dueños. Si lo piensas bien, ese tesoro nos pertenece. Pienso que Aurora y ese negro nos hicieron venir para dárnoslo. Fuimos escogidas…

— ¿De qué hablas?—la interrumpió Esther con mayor enfado, deteniéndose unos pasos adelante de la morena— ¡Estás loca! ¡No me quedaré!

— ¡Piénsalo! ¡Fuimos escogidas para ser dueñas de ese tesoro! ¡Estoy segura! ¡Tenemos que buscarlo! ¡Todo coincide!

— ¡No! ¡Tenemos que irnos! ¿No viste lo que esos hombres les hicieron a esos pobres? ¡Nos matarán también! ¡Esta casa está embrujada! ¡Todos ellos están muertos y no me quedaré para ser la siguiente que muera! ¡Tampoco quiero averiguar qué pasó en esta casa! ¡Sólo quiero irme!

— ¡No!—gritó con ira Rita. Sus facciones se tornaron desquiciadas y miró a Esther con súbito odio mientras hablaba con voz que no parecía la suya— ¡No te dejaré ir! ¡Ese tesoro será sólo mío! ¡Fui escogida para tenerlo y no me iré de aquí sin él! ¡Pero te necesito para encontrarlo! — Se dirigió a Esther, quien soltando la maleta, retrocedió de su compañera— Sí, te necesito, Esther. No podría encontrarlo sin ti. Tu apellido y el mío están unidos. De pronto lo comprendí. Tesca, Orosa. Tes-oro y ca-sa.

— ¡Rita, has perdido el juicio! ¡Vuelve en ti!—gritó la rubia ya histérica al notar como Rita había cambiado por completo— ¡No sabes lo que dices!

—Oh, sí lo sé. ¡No me iré sin mi tesoro!

Rita se lanzó contra Esther y con una fuerza nacida de la lunática avidez provocada por una especie de posesión fantasmal, tomó a la rubia por el cuello apretándolo con sádica expresión.

Ante la fuerte presión, Esther comenzó a jadear en busca de aire mientras intentó desesperada quitar las manos de Rita de su cuello intentándolo todo, incluidos los golpes con sus puños en el rostro de la morena, pero sin poder obtener la liberación del apretón que comenzó a bloquear sus sentidos por la falta del oxígeno a sus pulmones.

Con el rostro desfigurado por la angustia y los ojos desorbitados derramando lágrimas, miró cambiar toda la escena a su alrededor y observó como con ojos ajenos lo que en realidad había sucedido en aquella casa en una noche tormentosa y fría.

Miró la llegada de aquellos dos hombres irrumpiendo en esta casa, donde el matrimonio compuesto por Aurora y el hombre de color, vivía una vida tranquila y despreocupada. Los hombres buscaban un supuesto tesoro que el matrimonio tenía en su poder. En medio de torturas, intentaron obligarlos a revelarles su escondite, pero el matrimonio no cedió, así que los hombres destruyeron la casa, buscando por todos lados hasta que finalmente, sin encontrar el tesoro, les dieron muerte tal y como lo habían presenciado antes.

Después, los dos hombres llevaron al sótano a la pareja asesinada, a Aurora en su propia silla y desde la parte de arriba, arrojaron los cadáveres, primero al esposo y enseguida a Aurora. El sonido que se hizo al dar los cuerpos contra el suelo retumbó de manera exagerada, como si en esa parte del piso se hubiese colocado un equipo de sonido, así que los huesos al romperse crujieron espeluznantemente.

Luego, la silla de ruedas fue a caer sobre ellos, pero ahora no hubo sonido alguno, sino más bien un silencio espectral en medio de una visión sorprendente.

Al caer la silla sobre los cadáveres, el piso cedió debajo de ellos abriéndose un gran hueco por donde cuerpos y silla desaparecieron. Los hombres bajaron la escalera veloces, con la incredulidad pintada en sus rostros y al llegar abajo, la incredulidad se volvió avaricia, transformando sus rostros aún a mayor maldad, la cual se reflejó sin equivocación en sus miradas cuando miraron adentro del hueco y descubrieron dos enormes cofres, los que estaban abiertos y uno de ellos estaba lleno de brillantes monedas de oro y el otro de joyas, diademas forradas de hermosos rubís y brillantes, pulseras, collares y mucho más.

Y ese tesoro encontrado los enloqueció más, por lo que en ese momento se convirtieron en enemigos a muerte. Uno de ellos, sin previo aviso, saltó sobre su compañero y tomándolo por el cuello comenzó a apretar tan fuertemente que el aire comenzó a faltar…

En un último intento, Esther jadeó con desesperación para tomar el aire negado y de manera automática, se llevó la mano a la espalda de donde tomó la espada que traía en una funda que sujetaba con correas que atravesaban su pecho, lo que le indicó que ya no era ella, sino él y Rita era ahora su compañero.

Con energías tomadas de sus ansias de vivir, clavó la espalda de su verdugo empujando desesperada la espada hasta sentir como ésta atravesaba al hombre y llegaba a su vientre. El doloroso ardor en su carne no la detuvo para dar el último empujón a la espada y quedar atravesada junto con su atacante, quien soltó su cuello, pero el ansiado aire ya no pudo circular hasta sus pulmones porque la vida se le escapó y esa fuerte energía que sintió desprenderse de ella, se elevó hasta el techo.

Atravesó el techo del sótano y siguió elevándose hasta salir de la casa en donde a gran velocidad se dirigió a su destino…

A una joven rubia que en ese momento estaba a punto de golpear con el pesado puño de metal, la placa del marco para anunciar su llegada a esa gran casa.

La energía entró en Esther y la sacudió sacándola del trance en el que había estado por unos segundos. Temblando asustada, Esther soltó con cuidado el pesado puño y apretando su maleta con fuerza, retrocedió mirando la puerta con una expresión de sorpresa y pánico.

Sin detenerse, se alejó a paso veloz de la casa sintiendo como su corazón golpeaba dentro de su pecho con frenesí.

¡Hey!—escuchó que la llamó alguien— ¿Tú vives en esa casa? ¡Vengo por lo del empleo!

Esther se detuvo y se volvió para mirar a la morena que se acercó a ella. Su miedo creció al verla.

— ¡Ah, veo que no vives allí! ¿También vienes por lo del empleo? ¿Qué pasa? ¿Te vas? ¿No están? ¡No me digas que no están! ¡Maldición! ¡No viajé tanto para que me salgan con que el empleo es inexistente!

La morena guardó silencio cuando notó la palidez en la rubia.

— ¡Oye! ¿Te sientes bien?—preguntó preocupada.

—Yo… —Esther se aclaró la voz para balbucear—: Yo… estoy bien, pero no…

—Ven, vamos a la casa. No te ves bien—La morena la tomó del brazo, pero Esther, casi con ira, se soltó al momento de gritar sofocada:

— ¡No me toques! ¡Y no debes ir a esa casa! ¡Es mejor irnos de aquí!

La chica levantó las cejas y con voz sarcástica, dijo:

— ¡Oye! ¡No me interesa lo que digas! ¡Yo vine por ese empleo y no me voy a ir! ¡Lamento si a ti no te aceptaron! ¿Por eso estás irritada? ¿Te rechazaron? Bueno, que lástima que no consiguieras el trabajo. Me tengo que ir. Gusto conocerte. Soy Rita Orosa…

— ¡No! ¡Escucha!—insistió Esther con angustia y señalando la casa, continuó— ¡No entres allí! ¡Tuve una premonición! ¡Un sueño! ¡Una pesadilla! ¡Si nosotras…!

— ¡Ay, por Dios!—la interrumpió Rita con molestia y alejándose de ella rumbo a la casa, terminó—: ¡Estás loca, amiga! ¡Ahora veo porqué no te dieron el empleo! ¡Nos vemos! ¡Espero que no te pierdas en este frío bosque y logres llegar a la carretera!

Esther la miró y sin poder moverse, observó a Rita tocar. La puerta se abrió de inmediato y la miró desaparecer adentro, pero aún así, no pudo moverse.

No pudo moverse sino hasta que un sonoro grito lleno de agonía y espanto salió de la casa y se expandió por los alrededores haciendo que todas las aves que se posaban en los árboles, remontaran el vuelo asustados también.

Fue entonces que soltando su maleta, corrió sin detenerse por el bosque, sintiendo a su espalda que algo la seguía, pensando en esa chica desconocida que había sido parte de su sueño… El de ella.

Su sueño, porque la pesadilla había sido para Rita… La pesadilla donde moría…

Sueño y… pesadilla.


FIN
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Lo sé. Una pequeña historia muy trillada. Pero igual, espero que también te guste, sé sincero y dame una crítica constructiva xDD

Saludos xD

MaxitoBlack Desconectado
« Respuesta #1 en: Febrero 15, 2011, 09:12 am »

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Re: Sueño y... pesadilla
« Respuesta #1 en: Febrero 15, 2011, 09:12 am »
Vaya! de verdad me gusto, el aire de la historia un poco trillado, pero al historia en si muy buena y original.

Me gusta mucho como haces las descripciones, que envidia poder hacerlas tan bien. y me gustó como dijiste "...Aurora y ese negro..." ajajaj me mato de risa en medio suspenso >w<

Muy buena *w*

GrAtZ!


Enigma
« Respuesta #2 en: Mayo 06, 2011, 01:38 pm »

Re: Sueño y... pesadilla
« Respuesta #2 en: Mayo 06, 2011, 01:38 pm »
Wao, sí que es trillada la historia, sin embargo, al igual que Maxito, opino que es original. La narración muy buena, descripción de los detalles es aceptable y el final inesperado.

Aunque me hubiera gustado que... o las dos se hubieran salvado, o las dos se hubieran muerto. Aunque es lógico concluir que dado a la avidez de Rita, ella fuera la que tuviera la peor parte xDDD

Lees el título y no tienes idea de que se tratará y cuando al final descubres como está relacionado éste con el tema, wao, no lo hubieras imaginado nunca xDDD

Fue grato leerte.

Cuídate.

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