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[+18]Poisonous Blood 3: Profecía[S&S]

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Dresti:
Hola gente, después de tanto tiempo al fin estoy de vuelta, ya he empezado las vacaciones de verano ay ahora si que tendré más tiempo para escribir así que estaré por aquí más a menudo.

En este capítulo no salen Sasuke y Sakura porque el shock que he tenido con los últimos sucesos del manga han hecho que mi imaginación no se centrase en ellos pero en el próximo capi aparecerán, son muy importantes en esta historia.

Y ahora si que os dejo que leais el capi y me deis vuestra opinión, espero que os guste^^

5. Oráculo

Sachiko se frotó los ojos, hacía rato que la luz de las velas se había extinguido y la luz de la luna apenas le dejaba ver una letra más. Maldijo, si ya fuese un vampiro no tendría esos problemas, pero probablemente hasta su conversión quedaban tres o cuatro años como mínimo.

-¡Odio ser humana!-exclamó.

-Eso lo dices ahora que no te has convertido-dijo alguien desde la puerta.

Sachiko tuvo que reprimir un fuerte respingo del semejante susto que se había llevado. La puerta de su cuarto estaba entreabierta y tras ella había un joven vampiro de pelo negro azulado y ojos aguamarina, alto y todo vestido de negro. Sin duda había heredado el porte de su padre aunque no era tan impulsivo como él, sino que en la forma de reaccionar se parecía más a Hinata.

-Y tú dices eso porque eres un viejecito que hace mucho que dejo de ser humano, Hatori-contestó ella con un mohín fingido.

Él entró en el cuerto y cerró la puerta.

-De cualquier manera no recuerdo que fuese un sufrimiento tan terrible-contestó con una sonrisa contenida-y ya te gustaría estar lo bien que estoy yo a mi edad.

La pelirosa se mordió el labio fingiendo indignación, pero enseguida sonrió y se echó a sus brazos en un gran abrazo.
-Se supone que estarías fuera durante meses-dijo.

-Bueno, he conseguido un pequeño permiso y me dije ¿por qué no pasas por el Ryokan a saludar? y de paso pensé en traerte esto.

De una pequeña alforja que colgaba de su cintura sacó un libro, Hatori torció el gesto al cogerlo pero enseguida recompuso el gesto y se lo tendió.

-Más te vale que lo cojas rápido porque me está ardiendo la mano-la apremió él.

Ella hizo lo que le pidió y se dispuso a ver que era ese libro. Hatori siempre le traía a escondidas cosas muy curiosas, sobre todo libros relacionados con historia o mitos, pero aquello... su boca se abrió formando una perfecta O. Con los ojos desorbitados miró a Hatori y al libro sucesivamente, sin poder llegar a creérselo.

-¿Estoy soñando?-preguntó a media voz, sin apartar los ojos de la portada del libro, por temor a que este se esfumase.

-Espero que no, porque me costó bastante conseguirlo como para que sea un sueño.
Ella se giró y lo miró con un gesto de preocupación.

-Dime que no has hecho ninguna locura por conseguir esto.

Dejó el libro cuidadosamente encima de la mesa y se dispuso a examinar al chico con ansiedad, pero todo parecía estar bien.

-Bueno, entrar en las ruinas de una iglesia no es algo agradable pero algo me decía que encontraría algo interesante y no me equivoqué.

Sachiko le dio un puñetazo en el hombro.

-¿Estás tonto? ¿Te has metido en un iglesia en ruinas? ¡ese dolor es insufrible para un vampiro! y podría haber alguien que...

-Vale, vale, vale-la cortó él-y yo que creía que te haría ilusión mi regalo y me lo agradecerías con cofres llenos de dinero.
Ella no pudo evitar reirse. La verdad es que aquel había sido el mejor regalo que le había traído, nunca en su vida se había imaginado que podría tener ese libro en su poder. Tal vez antes de la llegada de Lucifer tener uno de esos no significase nada pero tras la llegada del diablo todos los libros de esa temática habían sido destruidos.

-Bueno, siento decirte que no tengo ningún cofre de dinero-fingió un suspiro.

-Vaya, pues menuda decepción.

Ella se acercó a él y posó una mano en su hombro.

-Pero tengo algo que a lo mejor se le acerca.

Y sin previo aviso le besó en los labios, él enseguida le correspondió pero al ver que ella intentaba ir más allá se separo de ella.

-Sachiko ya sabes que...

-Si, si, lo sé-contestó ofuscada-que aún tengo quince años,en pocos días dieciseis por cierto, que soy muy joven y que si alguien nos pilla a ti te matan y a mi me encierran de por vida.

-Sabes que nada de eso me importa-contestó él.

-Pues menuda manera de demostrarlo-dijo la ojinegra con desdén.

Hatori apretó los puños.

-Eres humana Sachiko, mi fuerza es mil veces superior a la tuya, ¿qué ocurriría si pierdo el control y te hago daño? para mí también es un suplicio estar así.

Sachiko se quedó durante un rato callada pero enseguida se le pasó el enfado, en el fondo él tenía razón y la reconfortaba pensar que él pensaba amtes en su integridad que en lo que su propio cuerpo le pedía.

-Y aún sigues preguntando porque odio seguir siendo humana-dijo con una pequeña sonrisa.

Él le acarició suavemente la cara y le dio un corto beso antes de dirigirse a la puerta.

-Debo irme o sino empezarán a sospechar, te prometo que me pasaré por aquí antes de irme-dijo-y no te pases la noche en vela leyendo, que nos conocemos y necesitas dormir.

-Si, señor-contestó haciendo un reverencia.

En cuanto él cerró la puerta ella se giró hacia el libro. Un cosquilleo la recorrió de arriba a abajo. Ese libro era muy importante para entender que era lo que estaba pasando en el mundo y tal vez le ayudase a encontrar una solución. Rozó con la yema de los dedos la portada y los dejó ahí posados durante un buen rato.

-Algo bueno tendría ser humana-susurró para sí misma mientras se sentaba, emocionada-lo siento Hatori, pero esta noche no voy a dormir.

Y efectivamente sólo ella podía buscar información en él, los humanos vivían demasiado poco para acordarse de esas tradiciones y lo poco que sabían había sido tan alterado a lo largo del tiempo que no se parecía en nada al original, pero ella era diferente, había escuchado los relatos de los seres inmortales que habían vivido antes de la venida de Lucifer y había leído muchos libros antiguos, y a eso había que añadir el hecho de que seguía siendo humana y por tanto la única que podía tocar o leer el libro. Porque nadie allí, absolutamente nadie que no fuese ella, podía leer La Biblia sin que antes se le quemasen los ojos.

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Llevaba horas sentada allí sin separar sus ojos de la lápida, ya casi no sentía su cuerpo pero no le importaba lo más mínimo, no cuando se trataba de él. Habían pasado ya tantos años y aún así lo extrañaba tanto que dolía y aunque luchase por guardar esos sentimientos dolorosos siempre acababan volviendo con fuerza amenazando con explotar en su interior y ella ya no podía permitirse ese lujo. Era la líder de la manada y debía manternerse fuerte y con la mente clara, pero a veces incluso ella necesitaba un respiro.

-No me gusta verte llorar-susurró quedamente una voz detrás de ella.

Se giró y allí estaba un muchacho de pelo castaño y revuelto, era alto y apuesto y las marcas rojas que llevaba en la cara le daban un toque divertido. No los unía ningún lazo de sangre, pero desde que había sido elegido hembra alfa decidió aceptar a Kiba como hermano, así se habían sentido ambos desde que se conocían y desde luego él era la única persona ante la que se permitía mostrarse así.

-No es algo sobre lo que tenga elección-contestó con la voz rota-a veces siento que me ahogo, a pesar de todos estos años...

Dejó morir la frase, pero Kiba entendió lo que ella quería decir, la conocía demasiado bien, por mucho que los años hubiesen pasado y que ella pareciese distinta, él sabía que en el fondo seguía siendo aquella chica rubia alegre, aquella renacida que los había sorprendido a todos con su fuerza e inteligencia y que gozaba del máximo respeto y lealtad de toda su manada.

-Quisiera dejarme llevar y reunirme con él-continuó hablando mientras rozaba la lápida con la punta de sus dedos.
Sakura le había permitido enterrar a Sai allí, en el terreno que pertenecía a su manada, comprendiendo que aquello era muy importante para ella, a efectos prácticos todos habían tomado aquel hecho como el entierro del compañero de su líder y por eso nadie en la manada se había opuesto a dicha medida.

-No digas tonterías Ino, aquí hay mucha gente que te quiere, no puedes dejarnos tirados, te necesitamos.

Ella se secó las lágrimas y se levantó, su cara volvía a estar seria pero esbozó una pequeña sonrisa hacia su hermano.

-Es por eso que sigo aquí, pero ahora dejemos esto al margen, algo pasa si has venido a buscarme sabiendo que cuando estoy aquí me gusta estar sola.

Él también se puso serio y asintió.

-Algo no marcha bien.

Ino frunció el ceño.

-¿A caso hemos sufrido alguna baja o estamos bajo riesgo de ataque?

-No-respondió él confuso-todo está muy tranquilo.

-¿Entonces?

-Esa es la cuestión, es una opinión personal-continuó él-cuando estás en guerra esta calma normalmente no significa nada bueno.

Los dos se quedaron en silencio.

-Ayer salí solo a explorar.

La rubia lo miró sorprendido.

-Yo no di permiso para ninguna inspección del terreno y menos tú solo, ¿te das cuenta lo peligroso que es, idiota?-le gruñó.

-Fue un impulso, y soy mayorcito para cuidarme solo-replicó-la cosa es que estuve merodeando por el terreno y no había nada.

-Eso es normal-le cortó ella-desde hace décadas he dado orden de mantener nuestro territorio fuera de escoria demoníaca.

Él negó con la cabeza.

-No me refiero a nuestro territorio sino más allá, cerca de la aldea de Ogi.

La cara de Ino se contrajo de puro enfado.

-¿Es que estás loco? ese sitio es un herbidero de demonios y toda clase de monstruos de Lucifer, ir solo hasta allí... no sé como estás vivo.

-Ese es el punto-prosiguió él-no había nadie, la aldea estaba completamente vacía, no había ni una triste rata.

-¿Qué?-preguntó totalmente atónita-eso no puede ser posible, esa aldea lleva ocupada desde que estamos nosotros aquí, al demonio le gusta tener vigilados a sus enemigos, ¿por qué iban a hacer algo como eso?

-Luego me aventuré hacia otros asentamientos suyos cercanos y también estaban vacíos ¿entiendes ahora mi preocupación?

No sólo la entendía sino que la compartía.

-¿Quién más sabe esto?

-Obviamente sólo tú.

-Pues que siga así, no quiero que nadie más lo sepa antes de que nos cercioremos de que realmente algo está pasando.

-No tardarán mucho en darse cuenta.

-Lo sé-contestó ella-pero mientras eso no suceda tú y yo investigaremos, no me gusta esto, pero tampoco quiero mandar a toda mi manada hacia lo desconocido, sabemos de sobra que eso no suele ser buena idea.

-¿Crees que Lucifer está reuniendo de nuevo sus tropas? ¿por qué haría algo así?

Obviamente esa última pregunta era retórica.

Un sudor frío recorrió la espalda de la rubia. Recordaba muy bien lo que había pasado la última vez que Satán había lanzado todo su ejército sobre ello, tras ella estaba enterrada una de sus víctimas.

-Por ahora debemos mantener la calma-dijo-luego... ya veremos.
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Hinoiri miraba a aquel ser que caminaba en completo silencio delante de ella, tal y como había sucedido durante esos días que habían transcurrido desde que hubiesen tenido aquella extraña pelea. Ella sabía que había actuado mal, que debía disculparse por el tono de sus palabras, que sin duda lo habían dañado, aunque seguía sin comprender por qué, pero debía reconocer que su orgullo no se lo permitía, él también le había hecho mucho daño y era de justicia que recibiese un poco a cambio. Pero ello no le hacía sentirse mejor, una cosa era la justicia y otra el ensañamiento.

-Zael...-su voz sonó ectraña después de varios días en silencio.

Él continuó caminando en silencio pero ella sabía que tenía su atención.

-Siento... siento lo que te dije-continuó con dificultad, el orgullo seguía estan ahí después de todo-yo... a pesar de lo que pueda detestarte no...quiero decir... nadie se merece ese trato, por eso... por eso te pido disculpas.

Escuchó como él suspiraba quedamente y lugo se detenía y la miró, con aquellos ojos que hacía que la tierra bajo sus pies semejase desaparecer. Hinoiri tragó grueso y le aguantó la mirada, a pesar de que aquellos ojos naranjas eran tan intensos que casi obligaban a los suyos a apartarse.

-No estoy molesto contigo-contestó él, de nuevo en susurros-soy yo el que actuó de forma incorrecta, podría haberte hecho daño.

La princesa notó el sincero pesar en su voz y aunque quisiese resistirse no pudo evitar sentirse como una bastarda por su forma de actuar, ya no era una cría que se dejase llevar por sus arrebatos, era verdad que él le había hecho más daño que nadie y que probablemente nunca llegase a perdonarlo, pero no tenía derecho a sacar temas del pasado de los que ella no tenía ni idea y que a él, la persona más equilibrada que ella había conocido, lo sacaban fuera de su eterno autocontrol.

-No te hubiese dejado-respondió ella en tono conciliador-soy yo quien debería aprender a comportarse, no puedo permitirme que mis sentimientos negativos tomen el control de mis actos, por mucho que crea que ello está justificado, esa actitud inconsciente hoy en día puede costarle la vida a uno en estos tiempos.

-Me merezco todo el desprecio que sientas hacia mí y mucho más, por mucho que trate de olvidarlo nunca podré cambiar lo que realmente soy-estoy último lo dijo más que nada para sí mismo.

Ella no dijo que nada, ¿qué podría decir? no conocía nada sobre la vida de Zael, nadie sabía como él había acabado siendo lo que ahora era y no conocía a alguien que se hubiese atrevido a preguntarle.

-Te has puesto nerviosa-dijo él-¿tienes miedo de mi?

Ella volvió a mirarlo a los ojos, sin darse cuenta había desviado la mirada, y aunque trató de resistirlo no pudo más que contestar la verdad.

-Estoy nerviosa, pero no te tengo miedo, es sólo que...-no pudo evitar volver a bajar la mirada.

Notó que él esperaba a que ella terminase, tomó aire y volvió a mirarlo.

-No sé nada de ti, no sé que eres ni que pretendes, dices que te preocupas por mí, pero te marchaste sin dar explicación a nadie y luego vuelves como si nada y me dices que mi familia está en peligro y por alguna extraña razón te creo pero... ¿cómo puedo saber que no estás controlando mi mente o cualquier otra cosa? no sé que clase de ser eres, sé lo que fuiste, pero el motivo por el que ahora estás aquí lo desconozco.

Ya está, lo había hecho, le había soltado todo lo que la atormentaba. Él pareció no inmutarse pero Hinoiri creyó ver algo fugaz en sus ojos, tan fugaz que no le dio tiempo a determinar que era.

-He venido a protegerte de Lucifer.

-¿Protegerme de Lucifer? ¿por qué?-preguntó.

-Tu sangre lo trajo al mundo, es lógico que codicie de nuevo la sangre de tu familia.

-Todo lo que dices lo sé, pero durante todos estos años siempre he tenido la misma sangre al igual que mis hermanos Zael, siempre, Lucifer siempre ha acosado a la resistencia, si es cierto lo que dices siempre hemos estado en peligro y tú te fuiste, ¿por qué has vuelto ahora? ¿por qué ahora y no antes?

-Porque si me quedaba contigo te ponía en peligro, Lucifer también me busca a mi desde hace milenios.

Ella estaba empezando a desesperarse ante la parquedad de palabras de él.

-¿Pero por qué? ¿no crees que me merezco una explicación?

Se asustó a sí misma al darse cuenta que estaba al boder del llanto, pero era tanta la presión y la incertidumbre que había acarreado sobre sus hombros a lo largo de aquellas décadas que tarde o temprano la llevaría al borde de la locura.

-Quieres que confíe en ti y crea que te preocupas por mí, pero te niegas a decirme por qué te marchaste sin decir nada, ni siquiera me vas a contar por qué demonios es que ese ser asqueroso está tan obsesionado con la sangre de mi familia más allá de que halla sido la que lo devolvió a la superficie, ¿de verdad no vas a darme ni siquiera una pequeña explicación?

No pudo retener más las lágrimas, viendo como él se sorprendía al verla así. Zael quiso extender la mano para tocarla pero ella se aparto.

-No me toques-dijo-sino vas a darme ninguna explicación no quiero seguir aquí contigo, no continuaré mi viaje con alguien que no se fía de mí y yo no me fío de él.

Él bajó la mano y la cerró en un puño, apretando fuerte, aunque ningún signo se mostró en su cara, ella pudo notar la lucha que se estaba generando en su interior.

No soportaba verla así, llorando, y menos por culpa de él. Comprendía perfectamente lo que ella le pedía y era completamente lícito que lo hiciese pero él no podía responder, por que si lo hacía descubriría ante ella la clase de monstruo que era.

-No lo entenderías.

-No puedes saberlo, por la vida eterna Zael, ¿tan terrible sería explicarme al menos quién demonios eres? ¿cómo es que un ángel ha acabado aquí? ¿o es que acaso no fuiste un ángel y has mentido también en eso? no quiero más excusas, porque sino me contestas al menos a eso me marcharé y no volverás a verme nunca más.

Pudo ver la enorme lucha interna que se generaba dentro de él. Estaba segura que allí y en ese momento todo acabaría y que nunca más volverían a verse por eso se sorprendió la respuesta que él le dio.

-Si tan interesada estás en conocer al monstruo que llevo dentro lo sabrás, pero no más de lo que necesitas saber.

Lo cual quería decir que le contaría sólo las migajas pero viendo el estado en el que él estaba (al borde de la cólera), por ahora tendría que contentarse con eso.

-Ponte cómoda, la historia es larga.

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Le gustaba mirar como la tenue luz de la luna se escurría dentro de la habitación a través de la ventana, le transmitía paz y serenidad, de esas que ahora raramente encontraba. Se dejó caer en la cama de forma que el pelo verde cubrió toda la superficie, dando la sensación de que estaba tumbada en la hierba bajo la brisa nocturna, aunque realmente estaba en su cuarto. Itachi no estaba, había ido a resolver unos asuntos, y esa noche era casi mejor, había tenido un día horrible en todos los sentidos de la palabra y necesitaba estar sola para calmar sus turbios pensamientos.

Justo cuan creía que su vida empezaba a encauzarse había recibido otra bofetada del destino, algo totalmente inesperado. A pesar de la guerra poco después de Sasuke y Sakura, Itachi y ella se habían casado, el resto de Luminati la aceptaron como una más, a pesar de ser hija del desgraciado que había traído a Lucifer, y dentro de todas las dificultades ella era feliz, pero eso había durado muy poco.

Pocos años después de la gran batalla había empezado a experimentar cosas extrañas, la visión se le nublaba y veía fogonazos. No había comentado nada con nadie, si estaba perdiendo la visión no quería causar preocupación y menos en aquellos tiempos que Lucifer había empezado la destrucción del mundo. Tal vez incluso fuese algo pasajero, pero no fue así.

FLASH BACK

Ese día se había levantado peor que nunca, la cabeza le daba vueltas y perdía la visión por momentos. Había salido al pasillo, pensando que si salía afuera y le daba un poco el aire se le iría pasando, pero por el camino perdió la visión por completo y derepente todo se volvió rojo y blanco y ahora ya no estaba en el pasillo, sino en campo abierto en medio de una batalla. El cielo estaba rojísimo y el sol se veía más grande y oscuro que nunca. Alrededor de ella dos ejércitos combatían ferozmente. Estaba aterrorizada y no comprendía nada, ¿qué estaba pasando? ¿cómo había llegado hasta allí? no parecía un lugar que ella conociese, y desde luego ese cielo y ese sol tan aterradores no existían donde ella vivía. A lo mejor había muerto y había ido a parar al infierno.

Derepente se escuchó un graznido aterrador, los guerreros dejaron de luchar por un momento y fijaron su mirada en el cielo. Ella los imitó y tuvo que reprimir un grito de terror. Allí arriba había varios extraños seres, era incapaz de adivinar qué o quiénes eran o cuántos de ellos había, sólo intuía que los tenían como una especie de apéndices negros, como si fuesen una especie de cuervos y a la vez no lo fuesen. El hecho es que se atacaban con saña entre ellos y sus espantosos gritos helaban las sangre. Entonces uno de ellos exhaló un gritó desgarrador y cayó del cielo. Alecto no supo porque pero en ese mismo instante sintió una pena y un dolor inmensos, como si le hubiesen arrevatado algo de mucho aprecio.

-¡No!-gritó levantándose abruptamente de una cama.

Miró desorientada a su alrededor, había vuelto al Ryokan y estaba dentro de una de las habitaciones de huéspedes, lo sabía por lo reducido de su tamaño y la escasa decoración. Reprimió un grito al darse cuenta de que no estaba sola y más aún al percatarse de quien era su acompañante. Zael la miraba atentamente con esos ojos naranjas, el mismo naranja de aquel sol aterrador de su sueño. En la mano llevaba una copa llena de sangre que le tendió a ella.

-La necesitarás-dijo-cuando uno empieza a tener visiones su cuerpo queda debilitado hasta que no se acostumbra.

-¿Visiones?-preguntó ella mientras desorientada recogía la copa.

-No es tan extraño después de todo-contestó él-siempre ha de haber un mensajero.

Ella lo miraba sin comprender nada, ¿de que estaba hablando? ¿acababa de decir que ella tenía visiones?

-Eso no es posible...

-Cuando te encontre tirada en el suelo del pasillo estabas convulsionando y hablabas en hebreo-la interrumpió.
A poco más y escupe la sangre que acababa de beber. Ella no sabía hablar en hebreo.

-¿Cuando empezaste a notar que perdías la visión?-preguntó él.

-¿Cómo sabes tú eso? pues... hace unos meses, pero no veo que...

-Debí habérmelo imaginado-dijo él para sí mismo-después de la muerte de Tenten era lo más lógico, pero no imagine que fuese tan pronto y menos que te sucediese a ti, normalmente escoge a recién nacidos o a humanos.

-¿De qué estás hablando?-estaba asustada y confundida.

-Tenten recibió su don antes de su conversión pero esto no había pasado antes con alguien como tú, alguien que ya se había convertido en una criatura del diablo.

-No te entiendo.

Su voz temblaba, ¿es que acaso estaba soñando definitivamente había perdido la razón?

-Escúchame Alecto, cuando un Oráculo muere, le sucede otro, puede tardar cientos de años, unas décadas... pero al final siempre le sucede otro, aunque nunca había oído de una sucesión en menos de una década.

-¿A caso estás insinuando que yo...?-tuvo que tragar antes de continuar-pero no es posible, yo... yo no puedo haber heredado el don de Tenten.

Él la miró con gran tristeza.

-Felicidades, has sido elegida por los cielos.

Aunque aquello no sonaba como una felicitación, sino como una maldición.

-Debes tener cuidado Alecto, si Lucifer se entera de que eres el nuevo Oráculo, vendrá a por ti.

FIN DEL FLASH BACK

Aquella misma noche Zael se marchó de Ryokan y nunca más lo volvieron a ver, pero había tenido razón, ella era el nuevo Oráculo. Desde aquel día había empezado a ver más cosas, su mente se había convertido en un completo caos, y le había costado varias décadas comprender más o menos aquello que se le mostraba, todavía hoy en día no lo dominaba muy bien. Se preguntaba como Tenten había sido capaz de entender lo que veía, aunque claro, ella había tenido el ''don'' desde que había nacido y ese no era su caso.

No se lo había contado a nadie, si Zael tenía razón y Lucifer descubría su existencia podría ir a por ella y dañar a sus seres queridos y eso sería algo que no soportaría. Todo el mundo pensaba que ella estaba alicaída porque aún no había tenido hijos y ella no se molestó en desmentirlo, mientras pensasen eso no sospecharían la verdad, aunque el no haber tenido hijos también la entristecía un poco.

Hacía apenas unos días una nueva visión la atormentaba. Un viejo edificio en una ciudad en ruinas con un ojo pintado. No sabía que quería decir aquello pero lo que si sabía era que debía buscar aquel sitio, algo le decía que allí encontraría respuestas, y ya lo había estado postergando demasiado tiempo. Con todo el dolor de su corazón, esa noche abandonaría el Ryokan. No había otra solución, era crucial que fuese, era necesario descubrir la verdad.

Dresti:
Hola gente! después de mil años por fin he podido volver aunque sea con un capítulo cortito pero, eso si, con contenido muy importante.

Antes de que cualquier creyente se sienta ofendido y me llame la atención todo lo que aquí aparece es inventado por mi cabeza y sólo nombres y algunas referencias son sacadas de diversas religiones, todo ello sin ánimo de criticar y ofender.

Dicho esto os dejo con el capi y espero que os guste^^

Mi cuenta de twitter: DrestiChan

6.Sol y Luna

Aquel día el Palacio del Loto Celeste estaba bellamente decorado. Era el cuarto día del cuarto ciclo de la era del Cuarto Binario, un día único que nunca volvería repetirse. Según los cálculos de los eruditos ese era el día en el que Numeris, su planeta, alcanzaría la mitad de su ciclo vital, calculado en ocho eras binarias. A ese hecho había que añadir que era su cumpleaños, había nacido el cuarto día del ciclo inicial de la era del Cuarto Binario, por lo tanto ella también había llegado al cenit de su vida. Cada numerio vivía en torno a seis o siete ciclos dependiendo de su disposición genética y los cambios que hiciese en esta a lo largo de su vida. De cualquier manera la duración de su ciclo vital no era algo que la preocupase, una vez muerta físicamente su conciencia sería insertada en el sistema central del planeta y se encargaría junto a millones de otras conciencias a salvaguardar el bienestar del planeta y sus habitantes.

-Delphos, estanque por favor.

Inmediatamente las paredes blancas que la rodeaban se convirtieron en un hermoso jardín con un pequeño estanque en el centro donde flotaban quedamente diversas flores de loto, su flor favorita, que había sido creada genéticamente por su abuelo varios ciclos atrás, al final de la era anterior, para regalársela a su abuela el día que ambos unieron sus ciclos vitales.

Suspiró mientras paseaba los dedos sobre la superficie del agua. Cada numerio nacía con un código genético asignado biológicamente a otro, esas dos personas alcanzada la mayoría de edad se casarían y tendría a sus vez descendencia. Era un sistema cerrado de modo que aseguraba que ningún ser vivo naciese con un código genético defectuoso. Pero lo que biológicamente era correcto no siempre acababa bien. En el mejor de los casos los destinados a unirse se enamoraban, en los peores... era mejor no pensarlo. Las emociones no eran importantes, sólo se debía atender al bienestar general y al correcto funcionamiento del mundo, sin pararse a pensar en los deseos personales.

Ese día ella conocería a su compañero, al que sería el padre de sus hijos y junto a quién viviría hasta su conciencia fuese transferida al sistema central del planeta.

-Alteza, su hermano el príncipe quiere hablar con vos-dijo Delphos.

Delphos era su hogar controlado y dirigido por una conciencia menor a la que habían asignado su cuidado. Algo así no era usual, sólamente la familia real podía tener conciencias encargadas de su bienestar ya que en ellos se encontraba el más perfecto de los códigos genéticos y su bienestar era fundamental para el buen desarrollo y supervivencia de la raza.

-Concédele acceso Delphos, pero no me anuncies a nadie más, necesito tiempo para prepararme para la ceremonia.

Pocos segundos después una serie de códigos numéricos aparecieron ante ella y fueron uniéndose hasta conformar el cuerpo de su hermano gemelo.

Ambos habían nacido el mismo día pero no podían ser más distintos, la piel de él y su cabello eran de un vivo color dorado, resplandeciente como la luz de mediodía, mientras que el cabello de ella era del color del ala del cisne y su piel pálida. Sus ojos eran negros como la oscuridad y los de él azules como el agua. Él era de carácter firme y cálido y ella tímida y relajada. Ambos las dos caras de un mismo espejo. Ambos hermosos a ojos del otro.

Se abrazaron. Estaban condenados. No pudo evitar mojar la magnífica túnica anaranjada de él con sus lágrimas, mientras él enterraba la nariz en su pelo.

-Cruel destino es este que nos hizo nacer en la misma familia-susurró él-daría lo que fuese por ser el afortunado poseedor del código genético que te está destinado.

-Lo mismo pienso yo de la afortunada que permanecerá contigo-contestó-pero puedo prometerte Shamash que mi amor siempre será tuyo.

-Y el mío tuyo Ishtar.

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Hinoiri no sabía como reaccionar ante lo que Zael le estaba contando, al principio pensaba que todo era una broma, pero la cara y el tono de Zael le decía todo lo contrario.

-Digiste que me hablaría de tu origen y lo que me estás contando es que existe otro planeta habitado por gente con una tecnología tan avanzada que cuando mueren son capaces de transportar su conciencia al centro de su planeta y comunicarse.

-Ambas cosas son la misma-respondió él-la ceremonia se celebró y cada uno fue asignado a su respectivo compañero.

-Es muy injusto pero sigo sin entender que relación tiene eso contigo.

Zael ignoró el comentario y continuó como si no la hubiese escuchado.

-Había un consejero en la corte real que había descubierto lo que los hermanos sentían el uno por el otro, hacía tiempo que los padres de ellos, los reyes, le habían negado un ascenso, y vio por fin como llegaba su venganza-su tono de voz ensombreció-convenció a Ishtar de la legitimidad de su amor y la conminó a convencer a su hermano para que ambos se revelasen uniéndose en un matrimonio ilegal y sacrílego, ¿empiezas a comprender?

Hinoiri no sabía mucho de religiones, pero lo que Zael le contaba empezaba a tener sentido y la hizo palidecer.

-Eva fue tentada por la serpiente y con ella arrastró a Adán, desobedeciendo las órdenes establecidas.

-Y los tres fueron desterrados para siempre de Numeris, sus conciencias fueron separadas de sus cuerpos y desterradas al vacío espacial. Además las conciencias de Shamash e Ishtar fueron modificadas genéticamente para que ninguno de ellos pudieran permanecer juntos más de unos minutos al día. Satán, que así se llamaba el confabulador, también fue expulsado de Numeris y condenado al odio eterno.

La pelinegra no sabía que decir, tenía la mirada fija en Zael quien tenía la suya fijada en algún punto del firmamento, entre las estrellas.

-Incapaz de soportar la ausencia de su amada, Shamash se convirtió en una ernorme bola de luz para poder buscarla en la oscuridad, pero no la encontró, con su conociemiento de las ciencias físicas y matemáticas, creo una serie de cuerpos celestes de diversas características cada uno para que ella escogiese uno en el que habitar y así al menos poder verla a distancia-continuó él-Ishtar escogió un pequeño planeta del mismo color azul de los ojos de Shamash y ella misma se convirtió en un cuerpo celeste que giraría eternamente alrededor de dicho planeta.

-Shamash es el sol e Ishtar es la luna-interrumpió ella conmovida-y sólo pueden verse durante unos pocos minutos al día.

-El alba y el crepúsculo-dijo él asintiendo-y decidieron que en ese planeta darían a luz a sus hijos, pero como no podían acercarse utilizaron su conocimiento del ADN, convinando los rayos emitidos por uno y otro, para crear y así fue como nacimos los ángeles, pero pronto descubrieron que éramos esteriles y aunque éramos longevos no podíamos residir en el planeta y nos hicieron alas y nos dieron la misión de cuidar a los nuevos habitantes. Esta vez dejaron actuar al planeta a su propio ritmo, dejaron en él una serie de células y luego se inició el largo proceso evolutivo que acabó con la aparición del ser humano a imagen y semejanza de como habían sido Shamash e Ishtar alguna vez-continuó-sólo que el largo proceso evolutivo hizo que vivieran mucho menos tiempo y que no estuviesen sometidos a las estrictas reglas de genética y conducta a los que su pueblo había estado sometido.

Ahora ambos mantenían su mirada fija en la luna, en Ishtar, que resplandecía suavemente. A Hinoiri nunca le había parecido tan hermosa y a la vez tan triste. Sin poder evitarlo una lágrima resbaló de sus ojos.

-Eso significaba que el ser humano era libre de dejarse llevar por sus emociones, tanto para bien o para mal, y empezaron los primeros conflictos, entonces ambos nos encargaron a los ángeles que diésemos a conocer cual había sido su historia para que aprendieran y reflexionaran sobre la vida, de ahí nacieron las diversas religiones, y todo fue bien hasta que apareció Satán, que había aguardado escondido en la Tierra y empezó a envenenar la mente de todos aprovechándose de sus miedos, debilidades y anhelos. Shamash e Ishtar unieron sus fuerzas para expulsarlo pero el odio le había dado tanto poder a Satán que nunca lo conseguían vencer del todo y así fue como se inició la lucha entre el bien y el mal.

Los dos se quedaron en silencio, mirando a la luna.

-¿Por qué te repudiaron Zael?-preguntó Hinoiri afectada-no dejan de ser tus padres.

No contestó, sino que se levantó. Su cara no mostraba expresión alguna pero en sus ojos parecía residir toda la tristeza del mundo y a ella se le encogió el corazón ante esa mirada de profundo dolor.

-Te dije que hablaríamos de mi origen-contestó, apartando la mirada de la luna-el resto es algo demasiado horrible para ser dicho en voz alta.

Sin dejar que ella respondise, se metió entre los árboles y se alejó, ella no le siguió, respetando su espacio. No iba a darse por vencida, pero había tiempo, y ahora había mucho por procesar.

Al menos, aunque ella ahora no se diese cuenta, ese rato de confianza y la misma historia habían hecho que Hinoiri bajase, aunque sólo fuesen unos pocos metros, esa muralla enorme de resentimiento que la separaba de él.

Dresti:
Hola gente,

primero de todo pedir perdón por haber estado dos años ausente y sin dar señales de vida, me disculpo, mi única excusa es la universidad y unos pequeños problemas de salud que he atravesado pero que gracias a dios ya son cosa del pasado.

Nos os hacéis una idea de las ganas que tenía de volver y retomar esta historia que tantas alegría me ha dado y espero que me siga dando, ya que siempre dije que tardase lo que tardase nunca la dejaré sin acabar, sólo espero tener más tiempo a partir de ahora, que seguro que si.

Sin más demora, muchas gracias por la paciencia y el cariño, feliz año nuevo y espero que disfrutéis con este nuevo capítulo.

7. Gabriel

Hacía un frío horrible, pero eso a ella realmente no le importaba. Los vampiros soportaban los cambios de temperatura con total naturalidad. Lo que le preocupaba era el frío que sentía en su propio interior, el miedo que le atenazaba las entrañas desde que había abandonado el Ryokan. No le había costado marcharse sin despertar sospechas, era la prima de la reina y una de sus más importantes consejeras, nadie le preguntaría hacia donde iba. Fue difícil, pues no sabía si volvería a ver a sus seres queridos ya que no sabía que futuro le deparaba el ir al lugar de su visión. Pensó en Itachi y en lo preocupado que estaría en el caso de que ella no volviese. Iba a remover cielo y tierra para encontrarla pero no lo haría, ese lugar era difícil de encontrar.
Era horrible ver el esqueleto de la antigua Tokio. Casi podía ver los enormes carteles publicitarios y las grandes luces de neón iluminando las calles, el ruido de los coches y las voces de los habitantes en sus quehaceres diarios. Ahora el único sonido que se escuchaba era el de el viento aullando entre las ruinosas vigas de los edificios. Se le llenaron los ojos de lágrimas ante la dantesca devastación y luego una inmensa rabia, rabia hacia Lucifer y sus engendros. Si estuviese en su mano ella misma los despedazaría uno por uno y utilizaría sus huesos de mondadientes. Pero no era el momento de la ira y el odio. Delante de ella se encontraba un pequeño edificio en ruinas, en sus tiempos había sido una tienda de fideos instantáneos con un extraño grafitti que representaba un ojo sobre dos alas, una negra y otra blanca.
Desconocía por completo qué se hallaba tras ese muro pero por muchos escalofríos que sintiese era su deber entrar allí. Sólo sabía eso, que debía entrar y sería lo que haría. Guiada por un especie de intuición se rasgó la piel de la muñeca y frotó su sangre contra el dibujo que se hallaba en la ruinosa pared. Casi instantáneamente se escuchó un chasquido sordo y el muro empezó a desplazarse lentamente. Alecto se encontró frente a frente con un estrecho pasillo que se curvaba hacie el final y a través del cual se percibía una tenue luz. Se le puso la carne de gallina, ¿qué demonios era aquel sitio? sabía, por la aparición tanto en la profecía como en el dibujo del muro de unas alas negras, aquello tendría que estar relacionado de alguna forma con lo que estaría por suceder.
Tomando aire se adentró en el angosto espacio que se extendía ante ella y con temor escuchó como el muro volvía a cerrarse a sus espaldas.
-Tiene sentido-murmuró para sí.
Desde que había visto aquel lugar en sus visiones siempre había tenido la sensación de que era un lugar de no retorno, sin embargo allí estaba ella. Siguió el camino hacia la tenue luz para acabar llegando a una amplia estancia circular completamente vacía, salvo por un enorme altar piedra situado en el mismo centro. Inmediatamente se quedó paralizada, tumbada sobre el altar de piedra había una persona con un cuchillo clavado justo en el medio del pecho. Era una mujer, de eso no había duda alguna, e iba toda vestida de cuero negro y cargada de armas. ¿Cómo era posible que alguien que despedía esa aura de poder y con semejante arsenal armamentístico hubiese sido asesinada por un simple cuchillo? Sin embargo lo que realmente la estremecía era la sensación de conocer a aquella mujer. Desde esa distancía, ni su visión era capaz de distinguir sus rasgos faciales por lo que fue acercándose lentamente, no estaba segura de qué tipo de trampas o engaños podían esconderse en ese lugar.
En cuanto estuvo lo suficientemente cerca volvió a tomar aire y dirigió la vista hacia la cara de la desconocida. Su cuerpo se quedó literalmente congelado, las piernas le fallaron y cayó de rodillas al suelo, llevándose las manos al pecho de la impresión. No podía ser posible, se debía haber vuelto completamente loca porque sino no hallaba otra explicación a lo que estaba sucediendo allí. Reuniendo el poco autocontrol que le quedaba volvió a ponerse de pie y a mirar hacia el cuerpo.
-¿Cómo puede ser posible?-musitó, con la mano a medio camino entre su cuerpo y aquella cara que tan bien había conocido en el pasado.
Habían pasado 169 años y nunca nadie había sabido que fue de Tenten, sólo que ésta había muerto después de legarles la profecía y nada más, nadie nunca encontró su cuerpo, ni señales que pudieran dar a entender que había sucedido con sus restos y sin embargo allí estaban, incorruptibles después del paso del tiempo.
-Tócala.
Alecto se giró inmediatamente desenfundando un puñal que llevaba escondido en una de sus caderas, pero allí no había nadie, no almenos alguien que ella pudiese percibir.
-¿Quién eres? ¡Muéstrate!-exigió.
-Sólo soy un mensajero, como tú-respondió la voz, esta vez más cerca.
La espalda de la peliverde chocó contra el altar de piedra, inconscientemente había empezado a retroceder ante la presencia del intruso, porque si de una cosa estaba segura era de que quien le hablaba era un hombre.
-Si, sólo eres un mensajero, no tienes excusa para esconderte-dijo ella, intentando sonar lo más confiada posible, sólo en ese momento se había dado cuenta de que lo que hacía parecer tan etéreo al cuerpo sin vida de Tenten era un rayo de luz de luna que se filtraba por un pequeño óculo que había en la cúpula del techo de la estancia circular.
Sin descuidar la estancia en la que se hallaba, dirigió la vista hacia arriba pero solo vio un puñado de nubes que tapaban la pequeña franja que era la luna creciente.
-Antes de mostrarme quería estar seguro de qué eres quien dices ser-repitó la voz.
-Yo no he dicho que fuese nadie-contestó ella, desconcertada.
-¿Estás segura? las gotas de sangre que depositaste en la cerradura de mi santuario gritaban obscenamente que eres un oráculo pero el ADN es tan fácil de modificar que cualquiera podría engañarme incluso a mí en estos días, con Lucifer cerca, nunca se sabe.
Alecto acabó bajando el arma del todo, ¿de verdad ese ser le estaba diciendo que había leído su código genético o algo así a través de su sangre y que con ello había sido capaz de conocer sus pensamientos? la idea le resultaba tan estúpida que estuvo a punto de echarse a reir, pero el hecho de tener detrás de ella el cadáver intacto de una persona que había muerto hacía casi dos siglos hizo que se refrenase en seco, y entonces reparó en la posibilidad de que bien podría haber sido ese ser el asesino de su amiga.
-Sé lo que estás pensando-prosiguió la voz con algo parecido a pesar-Tenten se suicidó.
No supo por qué pero le creyó, era muy propio de ella, sacrificarse si así creía que ayudaría en algo y después de llevar cierto tiempo compartiendo su don, no la culpaba por haber decidido aquel final.
-Pero... ¿por qué?-preguntó descorazonada-¿por qué tuvo que ser así?
La voz suspiró.
-Es difícil comprender y aceptar el destino incluso para aquellos que pueden verlo-contestó el hombre-no es una vida fácil, creo que ya has empezado a comprenderlo.
Alectó sintió como una brisa de aire fresco le rozaba la espalda y se giró, asiendo de nuevo el mango del puñal pero sin llegar a desenfundarlo. Definitivamente no estaba preparada para afrontar al ser que se alzaba frente a ella al otro lado del altar de piedra.
-Oh, por favor, no es necesaria la violencia no quiero lastimarte-le dijo con una dulce sonrisa-soy totalmente pacífico.
La verdad era que el comentario era del todo innecesario porque Alecto se había quedado como en trance mirándolo. Delante de ella se encontraba un muchacho que no aparentaba ser mucho mayor de 15 años, era desgarbado pero transmitía gracia y fuerza y ella estaba segura de que si él quería podría destrozarla en mil pedazos. Su piel era blanca y hermosa y el pelo rizado de un color entre castaño y rubio se le enredaba detrás de las orejas. Sus dientes blancos como la leche le mostraban una sonrisa dulce y despreocupada que combinaba a la perfección con la túnica blanca y ceñida que le servía como única ropa. Pero lo que realmente había dejado a Alecto petrificada habían sido aquel par de alas blancas que se plegaban a la espalda del muchacho y esos ojos fucsia que la observaban con curiosidad, sin mencionar aquel tenue haz de luz que parecía emanar por todo su cuerpo.
Había estado preparada para muchas cosas pero desde luego no para encontrarse frente a frente con un ángel.
-A pesar del paso de los años sigo comentiendo los mismo errores-continuó él sin prestar la más mínima atención al estado de la peliverde-¿sabes? en realidad era otro quien se ocupaba de llevar los mensajes pero desde hace milenios es una tarea que me ha sido encargada a mí y todavía es hoy que no lo domino muy bien.
-Ah...-fue lo único que pudo articular ella.
-Pero que torpe soy, ni siquiera me he presentado-dijo mientras se acercaba a ella y le tendía una mano-creo que ahora se hace así ¿no? mi nombre es Gabriel, soy el arcángel mensajero.
Muy bien, estaba allí plantada junto a un cadáver incorrupto y hablando con el arcángel que había anunciado el nacimiento de Jesús.
Al ver que ella no respondía él empezó a preocuparse y luego palideció.
-Oh perdona, había olvidado esa estúpida ley de Padre sobre el bien y el mal, aunque si tú eres un oráculo de Madre no deberías sentir daño ante mi presencia, de algún modo tú y yo somos iguales.
Si, como dos gotas de agua.
-Quiero decir Madre me nombró Oráculo de los ángeles después de que ocurriese el Desastre y Padre se encerrase en sí mismo.
Alecto no entendía nada de lo que aquel ser estaba diciendo pero debía reaccionar antes de que Gabriel la tomase por una maleducada, hasta ahora parecía benévolo (era un ángel, en teoría debían ser así) pero se supone que ella era una criatura del diablo y antes de nada debía demostrar que había sido escogida por... ¿había mencionado a una Madre? como oráculo.
-Yo... me llamo Alecto, para nada es culpa vuestra, señor-contestó haciendo una reverencia-es sólo que nunca había conocido a un ser como vos.
Al menos no en todo el sentido de la palabra, Zael y él parecían la antítesis del otro.
Gabriel parecía realmente sorprendido ante la actitud de la mujer y cogiéndola de los hombros la obligó a alzarse.
-Dejemos a un lado esos tratamientos tan corteses, si antes te he parecido un poco misterioso y reservado era porque debía de cerciorarme de que eres quien dices ser y está claro de que eres Alecto, la prima de la reina Luminati Sakura Serim, y lo más importante de todo, la oráculo de mi Madre.
-¿De tu Madre?-se atrevió a preguntar-creí que era...
Él comprendió lo que ella intentaba decir.
-Un pequeño fallo producido por el paso del tiempo, Dios o Dioses, como vosotros los llamáis-dijo él-a rasgos generales puede decirse que son dos, mis creadores, los creadores de todo, en fin-dijo con un ademán de la mano-Padre y Madre.
Lo que Gabriel explicaba como si fuese la cosa más simple del mundo resultaba un tsunami que puso patas arriba todo lo que Alecto creía conocer y saber sobre el mundo.
-Madre es la que ha hecho posible que tú estés aquí, Padre está ocupado en otras cosas, pero en fin, no me corresponde a mí decidir quien y quien no debe conocer los asuntos de la familia-sentenció con algo parecido a preocupación-nosotros tenemos cosas más preocupantes de las que ocuparnos y me imagino que querrás saber por qué madre te mostró mi santuario en tus visiones.
Ella asintió, recordando el motivo por el que estaba allí, y volviendo a mirar a Tenten.
-Mencionaste algo sobre tocarla-murmuró, como si temiese perturbar la paz de la muerta.
Gabriel chasqueó la lengua, haciendo un gesto que nadie se imaginaría en un ser como él.
-Siendo sinceros no es la primera vez que llevo a cabo una conversión-le dijo-pero no comprendo por qué Madre la ha retrasado tanto tiempo después de la muerte y muecho menos por qué quiere que tú estés delante.
-¿Conversión?-preguntó asustada.
Él la miró extrañado, como si estuviese chiflada.
-Entiendo que no puedas acercarte a nada que tenga que ver con mis padre pero algo sabrás sobre lo de "...y al tercer día resucitó..." ¿no? Madre podrá ser muchas cosas pero nunca ha tenido favoritismos entre sus elegidos, lo que se aplica a uno se aplica a todos.
Alecto tuvo que hacer grandes esfuerzos para no poner cara de idiota por enésima vez, ¿a caso le estaba diciendo que iban a resucitar a Tenten?
-¿La devolverás a la vida?-preguntó esperanzada.
-Si, pero de una manera diferente a la que tú piensas-contestó él-lo que mis Padres son, lo que yo soy, y por ende lo que hacemos, no tiene nada de espiritual ni santo Alecto, esto debes entenderlo, sólo somos parte de...como decirlo sin decir demasiado-refunfuñó-parte de una civilización que existe desde antes que la vuestra y tiene una tecnología más avanzada.
-Eso quiere decir que... ¿ya no será ella?-preguntó intentando entender lo que le había dicho.
-Seguirá siendo ella, lo único que haré será modificarla un poco-respondió-será como yo.
-¿Un ángel?-preguntó asombrada, mirando el cuerpo aparentemente dormido de su antigua amiga.
Él sonrió.
-Dicho así si que parece que seamos seres espirituales y puros-bromeó-pero si Alecto, será como tú dices, un ángel.
-Pero... ¿por qué ibas a necesitarme a mí para...modificarla?-preguntó, aún más confuso si cabe.
Él compartía su misma confusión.
-La única explicación que me dio Madre fue que una vez ella se despertase tenía algo muy importante que decirle al nuevo oráculo.
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Llevaban ya tantas semanas caminando que a Hinoiri le extrañaba que no hubiesen alcanzado ya la costa sur de la isla de Honshu. Se supone que huían de Lucifer, pero el único objetivo era alejarlo de su familia por eso avanzaban tan despacio y dando tumbos sin sentido a lo largo de toda la frontera sur. Tampoco es que tuviesen ningún destino en mente, fuera del escaso territorio controlado por los Luminati y los licántropos serían atrapados inmediatamente por las hordas demoníacas y por mucho que ella estuviese dispuesta a ir de inmediato a matar a Lucifer debía ser sincera consigo misma y darle la razón a Zael cuando decía que así lo único que conseguiría era suicidarse. Además, el exángel le había asegurado que si en algún momento se le pasaba esa idea por la cabeza él mismo la amordazaría y la encerraría hasta que la guerra hubiese terminado, y ella le creía.
Al pensar en él no pudo evitar mirarlo de reojo, caminaba unos pasos más allá a su izquiera, con la mirada perdida entre la vegetación, en busca de posibles enemigos. La pelinegra no pudo evitar soltar un suspiro, esos dos meses de largas caminatas y silenciosas noches, en las que apenas si habían hablado, le habían permitido poner las cosas un poco en perspectiva. Al principio se había esforzado muchísimo en mantener vivo el rencor contra él, lo molestaba y le lanzaba reproches constantemente, pero lejos de lo que ella creía él lo aceptaba todo con resignación y le daba la razón sin poner excusas, salvo el hecho de que si se había ido sin decir nada era porque a él también lo perseguía Lucifer y la apreciaba tanto a ella y a su familia que nunca podría perdonarse si por su culpa algo malo les pasase. En ese tiempo incluso ella había entendido cuan necesario era muchas veces hacer ese tipo de sacrificio por muy dolorosos que resultasen para ambas partes, ¿a caso no era ella misma quién ahora estaba haciendo lo mismo al alejarse de su familia sin avisar por que Lucifer la perseguía? ¿y eso significaba que no le importase o no tuviese en cuenta como se pudiesen sentir a causa de ellos sus seres queridos? para nada, por ellos afrontaba el sufrimiento de verse alejada de su hogar, y por lo poco que le había dejado saber en las pocas veces que habían hablado, Zael llevaba toda su vida haciendo lo mismo, alejándose de la gente a la que llegaba a tener algo de aprecio porque escapaba de un pasado muy oscuro, que ni siquiera ella podía llegar a imaginar. ¿Cómo podía castigar ella a una persona que vivía ya en un eterno castigo? No podía decir que sintiese pena por él, porque la determinación con la que el hombre seguía en pie no era algo de lo que tener lástima, ni tampoco lo había perdonado del todo, pero ella no era mejor que él, también había defraudado a mucha gente y la habían perdonado sin ningún tipo de reproche, entonces, ¿quién era ella para ergirse en juez de nadie? Puede que no llegase a perdonarle el dolor que de pequeña le había causado, pero respetaba y hasta llegaba a admirar el duro camino que había afrontado por ello, y más que nada le agradecía las grandes lecciones de vida que le estaba dando en tan poco tiempo a aquella niña estúpida que creía saberlo todo sobre la vida.
-¿Pasa algo?-susurró él, sacándola de su ensoñación-llevas un rato largo mirándome.
Por algún motivo, el hecho de que él se diese cuenta de que estaba pensado en él la hizo sonrojarse, pero ¿qué demonios le estaba pasando? ella no se sonrojaba, nunca.
-Sólo estaba pensando en que yo ahora estoy haciendo lo mismo que tantos años te he reprochado a ti, alejarme de mis seres queridos sin siquiera darles una explicación-contestó en tono decreciente.
Zael se paró enfrente de ella y la agarró por los hombros, sorprendiéndola y haciéndola estremecer inconscientemente, al sentir la piel de sus manos rozar la de sus brazos. Él pareció sentir los mismo y por un momento pareció algo turbado pero en seguida recobró la compostura y clavo sus ojos naranjas en los fucsia de ella, algo que empeoró la situación lejos de lo que ambos pensaban.
-Nunca debes pensar que eres una mala persona por proteger a la gente que quieres-le susurró con ese coro de voz tan enigmático suyo-tú no eres una mala persona Hinoiri.
Algo en la manera de pronunciar su nombre casi provoca que el espíritu le abandone el cuerpo, estaba asustada, ¿qué era eso que le estaba pasando? ¿por qué precisamente era él quién le provocaba esas cosas? quería resistirse pero era imposible, era imposible ocultarle a esa mirada todas las miserias que se escondían en cada esquina de su alma.
-No soy buena Zael-respondió-he hecho cosas terribles, espantosas, yo...
Se tapó la cara con las manos, horrorizada ahora que volvían a ella todas aquellas imágenes horribles de aquella masacre.
El rubio no sabía muy bien que hacer, en todos sus años de vida nunca una expresión de autodesprecio lo había dejado tan desarmado como la que en esos momentos estaba viendo en la cara de Hinoiri, como si ella hubiese sido culpable de los crímenes más atroces que uno se pudiese imaginar.
La pelinegra se fue escurriendo hacia el suelo y se abrazó fuerte las rodillas, enterrando la cara en ellas, tal y como hacía cuando era pequeña y quería escapar de algo que le daba miedo.
-Los maté a todos y disfruté-susurró, con un tono completamente antinatural-sabía que estaba mal y lo hice.
Zael se sentó lentamente a su lado, ella parecía tan asustada y atormentada que temía quebrarla si hacía algún movimiento brusco, con cuidado le pasó la mano por la cabeza y la notó temblar con fuerza. Se sintió el ser más inútil del universo porque a pesar de tantos años de vida que tenía no era capaz de hallar consuelo para ella y eso le hacía sentir un dolor más fuerte incluso que el propio que acarreaba él desde largo tiempo.
-Hasta ahora me medio consolaba creyendo que mi actitud de entonces había sido por tu culpa, por te habías ido y me había dejado sola, tenía a mi familia si, pero nunca fue lo mismo no... no como cuando estabas tú, tú siempre hacías que todo pareciese tan fácil... y cuando te fuiste y comenzó el apocalipsis todo mi mundo se desmoronó, eras el centro de mi mundo Zael, te admiraba y te quería tanto y derepente no estabas y yo...
La respiración empezaba a fallarle, estaba derrumbándose delante de él, algo que había jurado no hacer nunca en su vida, pero era imposible, ella contra él era totalmente imposible, por mucho que se engañase, siempre había sido así.
-¿Qué pasó Hinoiri? ¿quién te engañó?-estaba convencido que si algo malo había pasado no podía haber sido idea de ella, alguien tendría que haberse aprovechado.
-Hubo un tiempo que fui muy mala hija Zael-contestó ella-el odio que sentía desde que te fuiste fue mi perdición en la adolescencia y en el momento de mi conversión fue una completa bomba de relojería, y lord Hakai supo aprovecharlo muy bien.
Recordaba muy bien a lord Hakai, aquella rata de ojos plata y pelo azul oscuro que parasitaba en el Consejo y se dedicaba a poner en duda cada cosa que hacían los reyes, en especial cada cosa que hacía Sakura.
-Siempre fue una serpiente ávida de poder-sentenció con desprecio.
-Y continúa siendo así-respondió-lo que hace todo aún peor.
El ánimo de Hinoiri cayó por los suelos, rozando las ganas de llorar.
-En la adolescencia empezó a interesarse por mí-continuó con repugnancia-y yo como niña idiota caí en su juego, me sentía poderosa al ver como un vampiro tan importante estaba interesado en mí, que todavía era humana.
Zael comprendió de inmediato por donde iban los tiros y no pudo evitar sentirse furioso.
-Dime que no te forzó-gruñó.
Ella se sorprendió ante su reacción, parecía furioso por alguna cosa.
-No se puede llamar así cuando ambas partes están de acuerdo-dijo ella totalmente avergonzada-lo cual demuestra lo idiota que era.
Nunca en toda su existencia se había sentido tan furioso, pensar en que ese gusano la había tocado...que ella... y el hecho de sentirse confuso ante esos sentimientos que no comprendía y no identificaba no mejoraban absolutamente nada.
-El caso es que no pasó mucho tiempo hasta que me convertí y las cosas fueron de mal en peor-continuó-por ese entonces casi no me hablaba con mis padres, ellos nunca han sabido de lo mío con Hakai y mucho menos de lo que pasó después.
Zael no sabía lo que había pasado después pero estaba cada vez más furioso.
-Cuando me convertí empecé a sentir sed, muchísima y estaba completamente absorbida por la influencia de lord Hakai, él me convenció de que como era la princesa estaba en todo mi derecho de exigir cualquier cosa y en aquel momento lo que más ansiaba era sangre humana, mucha sangre humana.
Tomó aire, cada vez se le hacía más difícil aguantar las ganas de llorar.
-Estaba tan metida en mí misma y en los cumplidos de Hakai que me enfurecí cuando mis padres me negaron lo que pedía, decían que corría el riesgo de convertirme en Sombra pero yo no les hice caso y lord Hakai no me iba a contradecir, le importaba más tenerme contenta para poder obtener un compromiso conmigo que lo que yo pudiese llegar a hacer-continuó-así que un día me escapé y di rienda suelta a todo lo que llevaba dentro Zael, masacre aldeas enteras de humanos y ni siquiera me paré a pensar en ello sólo en lo rica que sabía su sangre bajando por mi garganta y que quería más.
Había llegado a un punto en que no pudo soportarlo más y rompio a llorar, avergonzada de sí misma, del monstruo que era y por el que se castigaba a cada día y a cada hora.
-Cuando volví a mi cuarto, él me estaba esperando-continuó entre sollozos-en cuanto me miró a los ojos empezó a insultarme, las cosas que me dijo nunca se me olvidarán, sobre todo la última antes de marcharse y dejarme sola, me llamó monstruo, yo no entendía nada pero cuando me miré al espejo me quedé totalmente horrorizada, estaba llena de sangre y mis ojos... mis ojos se habían vuelto borgoña, como los de los Sombra.
No sabía en que momento Zael le había pasado el brazo por los hombros, pero sentir su cuerpo junto al de ella la reconfortó tanto que la animó a seguir hasta el final.
-Fue entonces cuando fui plenamente consciente de lo que había hecho y me volví completamente loca, me escapé de casa porque no quería seguir haciendo daño a nadie más, porque era una Sombra y...-cogió aire-no podría soportar la idea de seguir viviendo de esa manera, así que me fui e intenté suicidarme pero no había veneno por ninguna parte pero estaba tan desesperada que me prendí fuego una y otra y otra vez, pero como era de esperar solo conseguí quemar parcelas y parcelas de bosque.
El dolor y el desprecio con el que hablaba sobre sí misma hacían que Zael quisiese ir al Ryokan a matar a ese desgraciado que la había llevado hasta ese punto y luego la había tirado como un trapo cuando más lo necesitaba, pero más furioso estaba consigo mismo por no haber estado allí para ayudarla, para consolarla.
-La cuestión es que estuve tantos días, semanas y meses perdida y sin comer que por algún extraño motivo volví a ser una Luminati, no sé como sucedió, no existen precedentes pero pasó y pensé que tendría una oportunidad de ir a morir sin matar a nadie-confesó-estaba convencida que lord Hakai habría hablado y que me matarían nada más verme y al nor ser ya una Sombra no sentiría tentación de matar a nadie más así que me pareció la manera de morir perfecta, pero al llegar me encontré con que nadie sabía nada y habían estado como locos buscándome, no tuve fuerzas para decirles la verdad y volví a mi vida, soportando los chantajes de Hakai y deseando morir a cada momento.
-¡Ese bastardo! ¡lo voy a matar!-rugió Zael completamente fuera de sí.
Hinoiri estaba asustada y ella, como siempre se jactaba en decir, nunca se asustaba. Zael desprendía tal aura de enfado que podía notar el aire vibrar a su alrededor, pero, ¿por qué se enfadaba? Hakai era un bastardo si pero el monstruo era ella, fue ella quien había matado a todos esos inocentes.
-La culpa fue sólo mía Zael, soy un monstruo, solo era cuestión de tiempo...
-¡No!-gritó él avalanzándose sobre ella y haciéndola enmudecer-¡él estaba contigo! ¡tendría que haberte dicho lo que era! ¡haberte ayudado! ¡no dejarte sola! yo... tenía que haber sabido... es mi deber saberlo...
Estaba absolutamente inmovilizada entre el suelo y el cuerpo de él. Era una completa locura, debería estar asustada, él estaba como ido, pero sólo era capaz de sentirlo ahí, justo encima de ella, enviando corrientes eléctricas por todo su cuerpo. Demonios era Zael, le había contado cuentos de pequeña era casi hasta incestuoso sentir esas ansias por sentir más y el hecho de que él no hiciese nada por retirarse no ayudaba.
-No podías saberlo Zael, estabas lejos-susurró.
Él se había tranquilizado de golpe o eso creía de ella porque por dentro el rubio estaba experimentando un volcán de emociones que lo mantenía inmóvil. Él había visto a esa mujer desde bebé, la había acunado y curado las heridas de pequeña y ahora estaba al borde de entrar en la más completa locura al sentir el roce de sus caderas con las de él. ¿Qué demonios era esa tortura? ¿otra especie de broma divina?
-Ya, siempre estoy lejos, y mejor así-dijo intentando apartarse, pero ella no le dejó-Hinoiri, ¿qué haces?
Los ojos de ella brillaban de una manera tan magnética que no había manera de desprenderse de aquella mirada.
-Yo no creo que eso sea mejor y es hora de que tú te lo quites de la cabeza o sino...-por un momento pareció bacilar-sino seré yo misma quien te convenza de lo contrario.
Al ver que él no hacía nada y estaba totalmente confundido, de hecho librando la misma lucha interna que ella, decidió hacer lo único que podía hacer. Besarle.

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