Rincón del Artista > Expresión escrita
°|Paranoid DolL_|°
Snade:
Aaaah… creo que es uno de los personajes más complejos que he hecho, mas aun considerando que lo imaginé en un milisegundo sin siquiera pensar bien ciertos factores. Impulsividad del momento.
No creo que a Paplishka le agrade demasiado la cercanía para ese tipo de cosas… por fuera. Cuestión de orgullo.
Gazlene tiene 16 años.
CAP 3.
-Cállense. No saben lo que dicen.
-¿Por qué he de callarme, Gazlene? ¿Acaso no es tu histérica madre la que perturba tu cabeza cada día, cuando viene del trabajo y pareciera buscar un tema, por más absurdo que sea, de pelea? – dijo Paplishka con un tono que pretendía ser convincente. Quería seducirla con sus macabras palabras - Si la matas te sacas un gran trozo de carne putrefacto de encima que genera un problema nuevo cada veinticuatro horas - Los ojos marrones de plástico de ese infeliz se clavaban en la nuca de la chica, haciéndola irritar ligeramente.
-Te recomiendo no meternos a todos en una misma bolsa, Gaz. Yo ni el resto dijo algo; solo Paplishka – aclaró el alce que le faltaba una pierna y tenía un cuerno manchado con oxido.
-Contigo no hablo, idiota – se giró bruscamente, mientras juntaba los dedos de sus manos para chocar las yemas entre sí repetidas veces, demostrando claros signos de ansiedad e interés enfermizo en las palabras de ese muñeco atrevido – Pero tú no vas a sacarme de la correccional si llegara a hacer una cosa así, por más que me muera de ganas de hacerlo ¿Verdad, Paplishka?
No guardó silencio para nada. Respondió:
-Tú que sabes. Soy impredecible. Mientras tanto podría hacerte una grata compañía. Tu sabes… les hablo y se acabó. Van a terminar meandose en los pantalones.
-Ni pienses que harás eso. Nadie, absolutamente nadie, puede enterarse de ello – clavó fijamente la mirada en los ojos marrones inmóviles de Paplishka, pero sin duda penetrantes.
-Concuerdo con Gazlene. No todas tus ideas descabelladas pueden llevarse a cabo, Paplishka. Tendrías que pensar con más detenimiento las consecuencias de cada acción, aunque fueran solo palabras – Aquello sonaba mas como un regaño. Hadamantis nunca tenía miedo de hacerle frente a ese maldito engañoso oso persuasivo.
Hadamantis era un hada de agua, de bella cabellera verde claro y unos sonrojos que adornaban las mejillas de su cara redonda. Tenía una sonrisa cosida con hilo negro, pero que le daba un toque tétrico.
Sus prendas de vestir se asemejaban a la forma de una cola de sirena, de tonalidad violeta con unos lunares verde loro y olas azules bordeadas finamente. El cuello del vestido era aguamarina. Su cabeza estaba adornada por una corona verdusca de algas.
Siempre contradecía las locuras de Paplishka, con toda la valentía del mundo. Se daba cuenta lo perjudicial que era su presencia, a pesar que no lo conocía desde hace tiempo como los otros. Aunque ella tampoco era ninguna santita…
-¡No saben lo que dicen! Guarden silencio. Es hora de mi escritura. La libreta me llama.
Se dirigió hacia el escritorio, inundado de papeles, para sentarse en la silla y escribir los sucesos del día en esa vieja y mugrienta agenda.
-Te diré que escribir. La misma miércoles de siempre, Gazlene. ¿Te lo recito? Me sé de memoria cada oración:
“Tener madre solo para discutir, pelear por tonterías y malinterpretaciones suyas.
Encima soy yo la del problema”
“Así que, queridos, si no me ven por un buen tiempo, es porque mi progenitora me echó de casa por ser yo misma y no fingir sonrisas improductivas.
O… me mandó a vivir con el peor padre del mundo”
“¿No es genial? Me convierto de repente en la candidata número uno al suicidio”
“Un día de estos terminaré en: un manicomio, una soga atada al cuello o dentro de un ataúd”
-¡¡QUE TE CALLES , PAPLISHKA!!
RELIVE.:
me sorprende que paplishka no se haya comido a esa especie de ada aun, ella
no me agrada es el típico personaje que finge ser algo que no es y encima se
las da de sabelotodo Lol.. hay muchas formas de acabar con alguien, que te lo
diga mi padre o algún miembro muy joven de la mafia belga
Snade:
Paplishka no es tonto. Y si no se la sacó de encima es por alguna razón.
No solo Gazlene es paranoica.
Un día nuevo de escuela. A pesar de que era un lugar donde supuestamente iban a aprender y formarse para adaptarse en sociedad, ella consideraba que solo se trataba de un edificio que acumulaba basura en su interior, y, también, estancaba sus aulas de ignorancia.
Retornando un poco al pasado, Gazlene había pasado por diversas escuelas de la ciudad, pero en ninguna podía adaptarse bien. Su padre le decía que era culpa de ella, porque la trataba de vaga y masoquista, sin tomar en cuenta que tal vez ella sufría por no lograr tratar a los demás como quisiera. Y la madre, por su parte, opinaba que era culpa de la inapropiada conducta del progenitor y de los numerosos problemas de salud que padecía la chica.
Fuera como fuera, en la actualidad Gaz seguía llevándose mal con sus compañeros. Le parecían tan… imbéciles, inconscientes de todo lo que pasaba alrededor, en el mundo, en su ciudad e incluso en la propia familia; solo los veía hablar de asuntos banales que ni siquiera a ella le importaban en absoluto y ahogarse con drogas y exceso de alcohol todos los fines de semana o en cuanto “podían”.
Para ella así no iba la cosa.
Subiendo las escaleras que conducían al primer piso de los tres que había, con su característico uniforme arreglado y expresión fría aunque también distante, escuchaba como revolvían las cosas dentro de su mochila. Trataba de no decir nada porque ese día no tenía ni la más mínima gana de renegar, mucho menos con unos muñecos endemoniados como lo eran esos.
De vez en cuando, con cada escalón que pasaba, miraba de reojo el cierre de la mochila, cada vez con más intensidad y molestia.
-Gaz… No podemos respirar. Abre el estúpido cierre en este momento, o comenzaré a gritar a los cuatro vientos tus planes de… - la voz de Paplishka fue interrumpida por la presencia de una chica.
-¡Gazlene! ¡Gazlene! – se aproximaba corriendo una adolescente de estatura media, morena, cabello negro y lacio de ojos azules – Que bueno que viniste – dijo agitada , tratando de recomponer la postura – Hoy hay trabajo practico y te quería preguntar si lo quieres hacer conmigo y los chicos.
-Ni de muerta- dijo la otra secamente, tan rápida como un rayo e igual de fulminante - La última vez que hice uno con ustedes, terminé haciendo todo el trabajo. No pienso quedarme madrugando en mi habitación solo por la incompetencia ajena y la falta de compromiso.
-Pero yo nunca he hecho eso… es más, leía lo que imprimía y como eras líder de grupo te lo entregaba a ti.
-Claro. Eso explica como luego te fuiste de vacaciones en plena temporada de pruebas y trabajos prácticos y me dejaste rascando las paredes a mí. A decir verdad, fue una maravillosa excusa. Bastante ingeniosa y lo suficientemente convincente como para que el profesor de historia se compadeciera.
-¡Eso Gazlene! No dejes que nadie te pase por encima. Recuerda que tu cuello está primera antes que el de los demás , así que ignora todas aquellas palabras bonitas y maquilladas de una pobre mocosa que apenas sabe como exhibir su pequeña delantera y hacer brillar sus ausentes neuronas de ignorante – Cuando Paplishka quería ser cruel , lo era. Pero notó que Gazlene lo decía por ella misma, no porque él se lo recitara. Esto lo molestó bastante.
-Por favor Gazlene, te lo pido de rodillas si es necesario – rogó la chica juntando las manos – Hazlo por tu amiga.
-“¿AMIGA?” – pensó con sorna tanto Gaz como Paplishka.
-Gaz, haz lo que tengas que hacer. Pero mientras sea para tu bien – aconsejó Hadamantis, que era aplastada por Paplishka y unos cuantos libros.
-No lo haré. Ni lo sueñes. Así que… con permiso – y sin decir más, pasó por al lado de su compañera muy campantemente para irse al salón.
Snade:
Una vez en su aula, la brava Gazlene aun seguía siendo atormentada por la cantarina voz consejera del hada del agua, Hadamantis. Y ni hablar de Paplishka, que se peleaba a los gritos con un tono vocal demasiado perturbador y macabro con la reina de las aguas.
La volvían absolutamente loca, y lo peor es que no se atrevía a abrir el cierre de la mochila, sacar todos los libros y tomar por el cuello a ambos para luego lanzarlos contra una pared. Si ya decían sus compañeros que a ella le faltaba un tornillo, mas aun murmurarían descaradamente tanto en su cara como a sus espaldas cosas que ni prefería escuchar aun en su versión distorsionada de los hechos.
-“Malditas mentes enfermas y putrefactas” – pensó Gazlene con fastidio de sus compañeros de aula. Mantenía una postura encorvada y una mano posada en la mejilla, provocando que esta se aplastara ridículamente, dándole una apariencia estúpidamente “tierna”. Bufó por enésima vez en el día, sintiendo el movimiento exagerado en su mochila – Malditos bastardos… - susurró a lo bajo, hastiada.
El profesor de literatura entraba, dando comienzo a la clase.
Él tipo era alto, bastante delgado, estaba peinado hacia atrás y raramente un monóculo adornaba su ojo izquierdo: Manía del señor. Llevaba un cuidado traje café, el cual no tenía ni una sola arruga en la tela. No podía faltar el clásico cafecito caliente de la mañana en su mano izquierda. Sostenía unas cuantas carpetas debajo del otro brazo.
Gazlene se encargó de poner la mochila detrás suyo, cosa que le sirviera de almohadón para su petrificada espalda.
Movimiento.
-Buenos días alumnos. Espero que hayan terminado el trabajo de la otra clase, porque a partir de eso, trabajaremos sobre otra cosa relacionada. Pero primero lo primero – apoyó todas las chucherías habidas y por haber que sostenía con cada miembro diferente de su cuerpo y las dejó encima de su escritorio con algo de torpeza – Veremos un poco de historia antes de empezar, queridos – dijo en un tono algo refinado, el cual Gazlene odiaba con toda su alma.
Lo detestaba porque en su familia hablaban de esa manera, pretendiendo ser la mejor cosa existente en todo el planeta… o del mismísimo universo. Y realmente no lo toleraba ni al derecho ni al revés.
Movimiento.
Miró de reojo su mochila.
A medida que el profesor hablaba, los murmullos del aula aumentaban considerablemente. Parecía que a toda esa bola de hijos de mami se les daba por charlar de sus vacíos y patéticos temas de conversación en la maldita hora de clase. Eso le hacía estallar una vena de la cabeza.
Movimiento. Más murmullos.
-Por esa razón, se creó esta regla para que se nos haga más fácil manejar este asunto – señalaba algún punto de una planilla que colgaba del pizarrón con una varilla de hierro finita.
-Se supone que tiene que ser más fácil – dijo otro masticando con la boca abierta una goma de mascar.
Movimiento. Murmullos. Vagancia, incompetencia y estupidez.
Verdaderamente estaba transpirando a chorros. Incluso se asqueaba de sí misma.
Su cuerpo rígido no podía moverse y el labio superior le temblaba de una forma inhumana. Sus pupilas se habían dilatado, y aquella traviesa jugarreta de su mente desequilibrada iba en aumento, haciéndole creer que era real.
Movimiento. Murmullos. Vagancia, incompetencia y estupidez. Intranquilidad.
De pronto, movía la cabeza en todas direcciones del aula.
Los gritos de esas porquerías se intensificaban, encima se distorsionaban como si alguien modificara sus voces en un programa de edición de audio.
-¡¡¡BASTA!!! ¡YA CALLENSE DE UNA VEZ, IMBECILES!
De repente se paró y le pegó una patada a la mochila, para luego tomarla con furia y tirarla por la ventana Segundo piso para abajo.
Al momento todos guardaron silencio, creyendo que les había gritado a ellos.
-¡Señorita Gazlene! Está usted castigada por insultar de esa manera a sus compañeros e interrumpir mi clase.
Ella no le tomó importancia a ello y suspiró aliviada, al no tener a Hadamantis y Paplishka cerca…
Snade:
Luego de pasar todo un día como una presa dentro de la dirección, donde no podía hacer más que mirar el techo con cierto enajenamiento, ignorando todas las cuestiones que tenía rondando por la cabeza aquella loquita, chasquear los dedos como si llamara a algún perro perdido de la calle para llamar su atención y, además, aburrirse asquerosamente; Logró sobrevivir ante un tormentoso ataque de indiferencia temporal cuando sonó la campana de la escuela.
Tomó sus cosas dispuesta a irse, con total felicidad en su rostro. No eran muchas, puesto que todo lo que tenía estaba por allá tirando, en algún lugar recóndito del enorme patio escolar, anda a saber si enganchado en la rama de un árbol. De lo único que disponía en sus manos era unos pañuelos descartables y sus llaves para ingresar a su casa.
En el camino hacia su propio hogar, nunca sintió tanta paz en su vida.
Era la primera vez, desde pequeña, que nadie le decía absolutamente nada que la llegara a poder perturbar como lo hacían Paplishka, Hadamantis, Clash y el resto de la banda que reposaba sobre su cama con total impunidad, sabiendo que ella los escuchaba si o si sin reprocharles nada de una manera seria.
Fue el único día que recordara que no obedecía a esos demonios de tela rellenos de algodón. Generalmente siempre daba el brazo a torcer ante ellos, pues consideraban que eran unos "enviados" que estaban ahí para aconsejarla, fuesen como fuesen: malos, gruñones, engreídos o tal vez, maternales.
Se encontraban en su habitación prácticamente desde que era bebe y por alguna razón de la vida sus padres se los habían comprado; A excepción de Clash, que fue ella misma quién lo llevó a su casa pensando que tal vez sería un poco diferente a los otros. Grave error. Solo resultó ser un maldito desesperante con una máscara puesta, fingiendo ser dócil, fácilmente manipulable, llorón y débil, cuando verdaderamente era el más falso de todos.
A pesar de todo, su habitación se tornaba por las noches una cueva llena de magia y misterio, junto con aires terroríficos por esos muñecos malévolos al acecho de cualquier mente frágil y perturbada que estuviera dispuesta a darles vida.
Esta vez se había deshecho de dos… Vería que haría con los siguientes.
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