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Luz y Oscuridad

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Snade:
No todos los personajes de esta historia me pertenecen. Meian sí.


CAPITULO UNO.

La hermosa cabellera ondulada y café de esa mujer era algo que no lograba ignorarse tan fácilmente. Además, sus ojos grises poseían una penetrante mirada; parecía de enojo, un gran enojo, como con la vida, pero quién sabe si era realmente así.

Cuando se lograba hablar con ella, tenía un tono rudo y una voz profunda que se la podía confundir con un hombre si no la mirabas directamente al rostro.  Era fuerte. O esa era la primera impresión que daba.

Con el tiempo demostró ser alguien totalmente diferente a lo que aparentaba. Es más, se llegaba a pensar que tenía un gran desequilibrio mental, por las múltiples facetas emocionales, además de que poseía muchos arranques y cambios de personalidad en poco tiempo.
Finalmente quedó expuesta aquella emanante inseguridad y suma sensibilidad en su ser; cosa que la hacía apeteciblemente querible y… más que hermosa. Más que delicada y linda. Deseable.

Pero esto no es todo. Solo es una breve descripción de lo que una vez fue una mujer hecha y derecha, de firmes convicciones, por no decir extremadamente terca, pero aun así con defectos y todo, sumamente única.

Su historia comienza como la historia de cada persona: Desde su nacimiento.
Nació en una familia aparentemente feliz y perfecta, rodeada de lujos, siendo la mimada por ser primogénita y además la nena de papá. 
Al crecer, esta era mucho más que la preferida de su padre: incluso parecía su novia y hasta él le había hecho la promesa de casarse cuando fueran grandes para tener una vida aun más que feliz. Era su princesita hermosa del alma.

Más tarde tuvo dos hermanos gemelos: Kanade fue el primero en salir y luego Kokone.
Aunque tenía que compartir el amor de su progenitor, eso no le hacía sentir celos para nada. Se encontraba más que conforme y contenta con ello, aun más por la razón de tener hermanitos con quién jugar y cuidar.

Un día, su padre desapareció. Se había ido por algún motivo.  Ella nunca supo cuál. Y no lo volvió a ver.
Su infancia quedó exageradamente marcada por este acontecimiento, cosa que cambió completamente su forma de ver el mundo, las cosas, sentir las emociones e incluso afectó la comunicación y el trato para con los demás, incluyendo a los miembros de su propia familia más cercana.
Se formó un trauma imposible de eliminar en lo más profundo de su ser, quedando arraigado allí.
Se convirtió en una persona muy anti-social. Ya no demostraba interés en nada, ni siquiera en vivir, o eso parecía.

Su madre también cambió radicalmente: intolerante e irresponsable con sus hijos.
Siempre terminaba desquitándose por la más mínima cosa con Meian, muy a menudo maltratándola y humillándola de maneras terribles; llegando a castigarla incluso infligiendo heridas cortantes y quemaduras, golpizas extremas, entre otras cosas. 
Meian se convirtió en la persona con la que su familia se desahogaba, volviéndola más un objeto que en un individuo.  Y ella sufría inhumanamente por eso.  No sólo su padre había roto todas las promesas que había hecho con ella y haberla tirado junto con sus parientes de esa manera, sino que también sus emociones valían cero para su madre y su sufrimiento era descartado inmediatamente, como si ella no tuviera derecho a padecer.

 La fortuna había comenzado a decaer. Su madre, desesperada, tuvo que tomar la responsabilidad de también llevar hacia delante la casa y controlar los gastos. Ya no se podían dar demasiados lujos como en su vida anterior a la huída del hombre. Y la verdad que esto se tornaba demasiado estresante para todos.

Pasaron los años, en los que Meian ya era una adolescente y la situación económica era más estable. En todo ese tiempo transcurrido, había sido educada en el arte del canto, la música y la danza.
Ella sabía tocar diversos instrumentos musicales. Sus favoritos eran la batería, la guitarra eléctrica y el piano. Aunque también sabía tocar numerosos instrumentos tradicionales propios de su nación: Japón.
De baile, aunque si bien no poseía el don para ello, sabía cómo arreglárselas.
Desarrolló un gusto extraordinario por la música. Era la única cosa con la que podía desahogarse realmente y sin que nadie la reprochara por nada.
Se volcó al mundo del rock, heavy metal y baladas a piano.

Además, su voz privilegiada de contralto, tiernamente aterciopelada pero de una potencia infinita, la ayudaba a superarse cada día más. Y también curaba una partecita de su alma herida. Y no hay que decir que también era una ventaja, pues su extensa tesitura, su color y registro vocal eran excepcionalmente raros; puesto que en su país natal las voces agudas, claras y brillantes eran las predominantes. Ella era realmente una excepción.

A sus dieciséis años, estaba perdida y profundamente enamorada de un cantante famoso de su época.  Él en cuestión vocal compartía ciertas similitudes con ella y ella sentía que eran dos almas gemelas que aun no se habían encontrado todavía.
Con cada entrevista que pasaban en la televisión, ella fantaseaba con ideas como, por ejemplo, que pasaría si se conocieran y formaran una relación sentimental. Sentía que llenaba el vacío que había dejado su padre tiempo atrás.

Un día , la misma discográfica en que trabajaba dicho cantante , decidió hacer un casting para contratar nuevos cantantes para su empresa y así aumentar la popularidad con caras nuevas , bonitas y jóvenes.
Estos pasaron el aviso por todo medio de comunicación posible. La noticia se esparció como pólvora de una manera impresionante y a las pocas horas los chicos hacían largas filas de muchas horas para tener, aunque sea, una pequeña oportunidad para demostrar su talento.

Meian decidió que debía ir a la ciudad a hacer el casting, pues una corazonada le indicaba que eso cambiaría su vida completamente…

Widget:
Me encanto tu inicio. Algo asi debimos haber hecho todos cuando empezamos a escribir la Guerra de los vocaloids xD

espero tu contii y ver todas las cosas que hara meian por alcanzar el amor de aquel cantante que le gusta mucho

Snade:
¿Vos creés? Para mi es re largo para un inicio con un solo personaje xD


CAPITULO DOS.
Meian sabía que si iba a ese casting, iba a quedar probablemente desheredada, pues su madre decía que la música popular era un insulto a la música de verdad y que nunca se le ocurriera a ella ser cantante porque sino… “Sino”.
A pesar de que sus planes originales era callarse la boca y mandarse a mudar, pensó que eso iba a ser un detonante como para que su madre se volviera absolutamente loca y llamara a la policía por su desaparición repentina en el hogar. Así que no, eso quedaba totalmente descartado por completo.

Ese día se dirigió a su madre.

—Me voy a hacer el casting que anuncian en la televisión — Dijo al fin, con un tono sumamente aburrido y sin emociones, aparentemente. Estaba esperando reprimendas. Sabía que a su madre le salían muy fácilmente.

Esta, que estaba tomando un té, bajó la taza contra la mesa con tanta fuerza que la rompió en mil pedazos. Producto de esto, se quemó toda la mano.

— ¿Perdón? ¿Oí bien lo que has dicho?

—Perfectamente.

— ¿Qué estás esperando para irte?

Esto no lo dijo en un tono maternal, sino en uno de reproche y desaprobación. Por eso Meian no se sorprendió en lo absoluto.

—Nada, la verdad. Pero estoy harta de estar aquí, contigo, encerrada, aburrida, de mal humor. En fin, ser como tú. No lo vas a entender nunca, porque no quieres hacerlo, no deseas ponerte en mi lugar; y no es que me importe tampoco, pero es hora de que yo deba convertirme en mujer y hacer mi propio camino.

La mujer alzó la mirada. Comenzó a ver el propio reflejo físico de ella misma en su hija. Pero no el “ejemplo” de vida que ella le había intentado dar todo ese tiempo que había pasado en la ausencia del hombre que había sido su padre , o por lo menos , la sombra que había quedado de él.

— ¿Qué sabes tú, mocosa, lo que es una mujer? Como si hubieras sido responsable de muchas cosas. No tienes ni idea de lo que es crecer. Ya además, ¿Piensas que alguien tan insignificante como tu va a poder formar un camino propio, cuando no es capaz de ver ni más allá de sus narices o pararse de sus rodillas? Además, eres fea, inútil, inservible. No me sirves ni para mí. Tu existencia es redundante y patética. No me hagas reír. Sigue el camino de tu padre… así vas a quedar — Se levantó luego de pronunciar tantas crueles palabras y le vació el agua de la tetera en la cabeza. Por suerte no estaba hirviendo, pero si se mantuvo muy caliente, cosa que logró quemarla.

— ¡No te voy a permitir nunca más que abuses de mi! — Agarró la tetera y se la iba a tirar a ella, pero se arrepintió y la rompió contra los pies de su madre — Ni que me subestimes. Estoy harta que saques a mi padre en cada tema. Y quédate tranquila, nunca más vas a tener que verme la cara…  Porque me voy. Y cuando esté allá a lo alto, recuerda que tienes una hija que te odia.

Meian agarró todas las cosas que pudo, las metió dentro de una valija y se fue a las calles de Tokio.

Pasaron unos días de penumbra en que tuvo que aguantarse la lluvia, el sol y el frío en las calles o en el banco de alguna plaza con algunas de sus pertenencias. No podía quejarse, esa había su elección desde un principio y sabía que debía afrontar las consecuencias de ello.
Estaba segura de que lo que hacía era lo correcto y no estaba para nada arrepentida.  A pesar de su fortaleza, su estómago reclamaba comida. Y su cuerpo se sentía muy débil.

Cuando encontró la dirección, después de estar perdida bastante tiempo en la ciudad, pudo notar el desfiladero de jóvenes que esperaban su turno. Suspiró, esperando a tener suerte.

Pasó todo un día y aun no estaba adicionando. De la debilidad que traía encima, se cayó sentada al suelo, casi desmayándose.
La chica que se encontraba delante de ella se dio cuenta del mal estado de su compañera y decidió ayudarla sacando de la cartera una barra de chocolate.

— ¡Oye! Come esto — Notó las ojeras negras en Meian.

Meian solo miró la barra de chocolate, la agarró y se la comió.

—Gracias… — Pronunció.

—De nada. La verdad que tenías muy mala cara.

— ¿Estás insinuando que tengo un trasero como rostro? — Frunció el ceño. Meian se la quedó mirando con su soberana cara de trasero aplastante, aunque también mezclada con una intensa frialdad que podía derribar la felicidad de un estúpido al instante.
Luego descompuso la expresión facial para transformarla en otra: "Are you fucking kidding me?"

— ¡Para nada! —La chica agitó las manos, aun preocupada — Me llamo Tsukiko Shoune ¿Y tú?

—Inoue… Inoue Meian.

— ¡Qué bueno que estés recuperando el color del rostro! ¿Puedo saber porque estás aquí si te sientes tan mal?

—Cosas personales mías. En todo caso, tendría que estar preguntándote porque te interesas por una desconocida como yo.

—Pues, quién sabe, podemos llegar a ser compañeras ¿No?

Meian solo la veía como competencia.
Se quedó hablando con ella todo el tiempo que duró la fila y notó que era una chica simpática en personalidad, no solo en apariencia también.
Cortó la conversación cuando le tocó el turno a su compañera. Esperó un rato largo allí afuera.
Estaba sumamente nerviosa… Ahora sería su turno.
¿Qué le dirían? Estaba muy acomplejada por su voz, pues no era para nada femenina, según los estándares del país en cuanto a juzgar voces se refería. Y para ella tampoco tenía mucho atractivo, cosa que era mentira. Se auto boicoteaba a sí misma inútilmente para nada.
Intentó hacer unos ejercicios de respiración, de vocalización e incluso de relajación. Se preparó mentalmente cuidadosamente.

En medio de su concentración, salió Shoune del lugar.
Le tomó una mano contenta y se fue corriendo, dejando a Meian confundida por esa acción.

— ¡Te veré en la salida! — Exclamó la chica de pelo azul alzando una mano en el aire a modo de saludo.

Había llegado el gran momento.
Pasó por una puerta en la que había un par de escalones. Cuando se quiso dar cuenta, se encontraba en una habitación grande, donde había un escenario pequeño en el que apenas podría desplazarse. Tampoco debía pedir mucho, aun no era nadie como para ir a exigir.
En frente de ella estaban cinco jurados, atentos a todo lo que hiciera…

Snade:
CAPITULO TRES.

Meian tragó mucha saliva antes de poder articular siquiera una palabra. En un instante, sintió como la boca se le secaba completamente, como si no hubiera tomado ni un solo trago de agua. Y por otra parte, también le dieron ganas de abandonar la sala para irse corriendo a llorar y a descargar el tanque en el baño.

Temblaba. Y mucho.

Dio una bocanada de aire antes de empezar, hasta que ante tanto silencio, uno de los jueces se atrevió a hacerle una sugerencia que sonó más bien a una orden.

—Preséntate.

Ante ese pedido, se sobresaltó como si le estuviera pidiendo algo indecoroso.  Sacudió su cabeza para ver si se le ordenaban un poco las ideas.

—Me llamo Inoue Meian. Tengo diecisiete años.

—Dime la razón por la cual estás aquí.

Ni siquiera ella tenía bien claro del porque estaba ahí.


—Me dio una corazonada. Una corazonada que me dijo que si me presentaba aquí, mi vida iba a cambiar completamente. Que el éxito me iba a abrazar y a su vez recibirme con los brazos abiertos. Por eso mismo vine — Estaba sumamente convencida de lo que decía.

Ella se había peleado con su madre, abandonado su casa y sus cosas, incluso hasta el ostentoso modo de vida que poseía su familia, dejado dos hermanos pequeños atrás e incluso su propia infancia para madurar y vivir en las calles en busca de una oportunidad en la vida. Buscaba no sólo éxito, también el reconocimiento que jamás había tenido a excepción de cuando su padre estaba a su lado; y sobretodo, amor.  El amor de ese cantante que tanto le endulzaba los oídos cada noche antes de irse a dormir. O por lo menos, haría el intento por acercársele.

—Firme tu convicción. Entonces, ¿Qué canción cantarás?

—“Born to be my baby” de Bon Jovi — Pronunció  pausadamente.

—Adelante, tienes todo el tiempo del mundo para demostrarnos tu talento. Es tu momento — El juez sonrió.

La pista comenzó a sonar de pronto.
Cerró los ojos fuertemente, muerta del miedo, pues era la primera vez que cantaba frente a un público, aunque fuera mínimo. Y más aun, profesional; en el que no solo había cantantes, sino productores y músicos. Eran seis en total.
Se aferró muy firmemente a su micrófono.

— ¡Escuchen mi canción!

--

Finalmente, luego de tantos nervios, la canción había fluido desde sus cuerdas vocales hasta afuera con mucha normalidad y seguridad, y ni hablar de potencia.
Estaba muy conforme con lo que había hecho y esperaba que los jueces hubieran sentido la misma emoción y adrenalina que ella al oírla. Su afinación había estado más que correcta (a su parecer) y los agudos salían naturalmente como agua de un manantial.
Saltaba de alegría más o menos.

Se acordó que su compañera de fila, esa chica de curioso pelo azul y rizado le había dicho que la esperaba en la salida. Se preguntaba si ella habría experimentado los mismos nervios, las mismas sensaciones del antes y el después. Lo averiguaría.

Dirigiéndose a la salida, una chica pelirroja, la tomó del brazo bruscamente y la atrajo hacia ella. Después de unos segundos de mirarla a los ojos, cara a cara, le estampó un beso en los labios que dejó petrificada a la pobre Meian.
Ni lerda ni perezosa, tomó a la pelirroja que era bastante más alta que ella, le dobló el brazo y se lo colocó detrás de la espalda; instintivamente, como auto defensa.

— ¡¿Qué crees que haces?! — Exclamó, alterada.

—Nada. Solo me pareciste muy linda y atractiva. Además que tienes unos senos hermosos, bien definidos y redonditos — Acto seguido, largó una risita que daba que pensar.

Meian se asustó más de la cuenta con esa risa picarona, puesto que ella, muy adentro suyo, reconocía que era algo homofóbica; no es que le tuviese odio o algo sobre el estilo, sino miedo. Tal vez porque era algo nuevo y desconocido para ella, o tal vez inconcebible que una mujer pudiera sentir algo por otra de su mismo sexo, o peor aún, por ella misma.

—Además, no solo unos senos redonditos, hermosos y bien definidos — Le dio una palmada en el trasero — También unas nalgas firmes~

— ¡Madre mía! ¡Pero de donde saliste?

La chica ladeó un poco la cabeza, pensativa.

—De mi casa. Aunque hice el casting. Vamos, mi hermana te está esperando — La cogió de inmediato de la muñeca y la llevó arrastrando hacia la salida.

— ¿Me sueltas? — Antes que lo hiciera, lo hizo ella misma — No te conozco. No voy a ir por ahí como si nada. Tienes suerte que no te volé la cara de un puñete.

—No seas violenta. Solo quiero tu linda y colorida amistad — Daba saltitos alrededor de ella como si tuviera cinco años.

—Realmente eres irritante — Masculló entre dientes.

—No seas exagerada. Mi hermana es Tsukiko Shoune, por cierto.

Era el nombre de la chica de la fila.
Inmediatamente accedió a ir con ella a su lado.

—Por cierto, súbete la blusa que las tetas van por dentro. O no, mejor no, déjalas así.

—Tan vulgar — Meian suspiró.

Shoune la esperaba con una sonrisa y un chocolate en la mano.

— ¡Ya verás que te van a aceptar!  —Exclamó demasiado contenta. Ella era una chica enérgica y muy positiva. En este último aspecto, tal vez más que su hermana Shaine, la joven pelirroja acosadora de mujeres.

— ¿Lo dices por algo en especial? — Meian se quedó un poco extrañada.

— ¡Tu voz es ultra poderosa! Se escuchaba desde afuera. La verdad que me quedé impresionada. Además que puedes cantar por debajo del do central — Parecía que sabía mucho lo que decía.

—Gracias… Yo no te escuché. No presté atención, en realidad.

—No hay drama por eso. ¡Vamos a comer un helado!

Salieron hacia la calle para ir a comprar los helados y a su vez, buscar una heladería que quedara cerca.
Ese día hacía mucho calor, pues era verano y la verdad es que necesitaban hidratarse bastante. O mejor dicho, refrescarse de una vez luego de haber estado muchas horas, primeramente, bajo el sol antes de audicionar; y luego adentro del edificio con tanta gente acumulada haciendo fila y esperando a por su turno. Agobiante, a decir verdad.

En la heladería, Meian pidió un helado de limón; Shoune uno de chocolate con almendras y Shaine de frutilla, respectivamente.
Una vez sentadas, la castaña se atrevió a preguntarle a Shoune.

—Tsukiko-san , te quería hacer una pregunta… ¿Qué sentiste cuando estuviste ahí arriba , en el escenario?

Tsukiko guardó un rato de silencio.

—Pues ¿Qué te puedo decir? — Se paró enérgica y abrió ambos brazos, como si fuera a abrazar dulcemente la vida con ellos — Sentí que liberaba mi alma a través de mi pecho, pues mi corazón latía a una velocidad increíble, como si carburara y fuera a mil por hora. Y cuando canté… se hizo presente una conexión fuertísima con el universo, como si me fundiera con él y sus confines, y no tuviera límites — Se volvió a sentar.

 Era una reflexión profunda que Meian no se había hecho y pensó que tal vez su presentación no había sido lo suficientemente pasional como para impresionar a ese exigente jurado conformado por verdaderos artistas que, suponiendo por la intensidad de las palabras y sentimientos que había expresado Shoune en ese momento, debían sentir lo mismo cada vez que, por lo menos, utilizaban un instrumento, fuera guitarra, piano o voz.
Logró deprimirse en una milésima de segundo.

—Debo ir al baño.

Se paró de repente y chocó con un chico alto, de complexión delgada y cabello púrpura.  Le había tirado el cono al suelo.

— ¡Fíjate por dónde vas! — Exclamó, alterado.

Meian se quedó maravillada por la belleza de él.

—Lo mismo puedo decirte — Respondió, desafiante y a la defensiva. Tomó dinero de sus bolsillos y le estrelló algunos yenes en el pecho — Deja de chillar.

Las Tsukiko no pudieron evitar reírse.

—Ay, qué lindo es el amor~ — Canturreó Shaine.

Widget:
Jaja esta shaine esta pasada xD

Y pobre Meian quedará traumada de por vida. Conti!!

Quiero saber q pasa con gakupo y el resto!

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