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Mi niñera *w* Actualizacion. EL FIN
DarkHime:
Cap. X: “Un vistazo más allá de lo que se ve Parte 2”
Desde que llegó a ese extraño lugar no había jugado con ninguno de sus compañeros. Los había estado buscando. Se habían despertado un poco asustados. Él, al igual que sus amigos, se perdió. Había estado caminando por mucho tiempo escondiéndose de esas cosas que caminaban en dos pies, aunque a veces había de esas cosas que en vez de caminar en sus dos pies, se desplazaban con sus cuatro pies y había unos grandes y otros pequeños y los pequeños tenían ojos grandes y de intensos colores azules, verdes y miel. No sabía si todas esas cosas eran peligrosas, por eso se mantenía alejado de ellas. Casi siempre salía a comer cuando se oscurecía, pues era cuando no había casi de esos extraños seres, aunque sí de los más pequeños, pero ellos se apartaban en cuanto los sentían cerca. Tal vez las otras criaturas que se veían por todos lados a la luz del día le tenían miedo a la oscuridad, no lo sabía; pero él no le tenía miedo y aprovechaba para comer de esas ricas plantas. Las mejores que había probado.
Se dispuso descansar y esperar a que volviera la oscuridad ya que estaba aburrido, extrañaba jugar con sus amigos. No despertó en la oscuridad, despertó pasada esta y comprendió que quizás había comido alguna planta adormecedora. Vio al abrir los ojos, a muchas pequeñas criaturas que deambulaban por allí para verlo y sintió miedo, pero a la vez deseó jugar con ellos porque parecían inofensivos. Entonces miró que la versión pequeña de las cosas que caminan en dos pies desaparecían y se puso triste. Se asomó para ver a dónde habían ido, por lo menos quería enterarse si ellos sabían dónde estaban sus amigos. Y cuando se mostró, la vio a ella, ese extraño ser que caminaba en dos pies y que había visto ya en ocaciones anteriores en la nave y ella lo estaba invitando a jugar. Se puso contento por eso y no esperó más. Comenzó a jugar con ella.
El cannie saltó encima de Nimi. Ella estaba con la espalda en el suelo y sostenía el peso de la cabeza del animal sujetándolo de los dientes. Era verdad que los cannie no eran carnívoros ni peligrosos, tan sólo jugaban; pero en sus juegos tendían a morder, para ellos no muy fuertemente, mas si llegaba a darle una mordida podría cortarle el brazo o la cabeza. Nimi seguía esperando a que llegaran Denor y Kevin con la bolsa. Estaba cansándose de estar es esa posición. Los cannie tenían una fuerza aterradora y realmente no quería perder ninguna de sus extremidades, todas las ocupaba. Así que no tenía otra opción que aguantar.
—Maldición, ¿dónde están? —se dijo entre dientes por el esfuerzo.
Aley se limitó a observar. No podía hacer nada. Quería ayudarla, pero no era tan fuerte como Nimi, cazar criaturas mostruosas no era su especialidad. Por desgracia, a los que trabajaban como secretarios no les enseñaban nada de eso, aunque sí estaba preocupada por ella. Nimi se vio en la necesidad de empujar al cannie, quien dio un brinquito hacia atrás, lo que aprovechó Nimi para ponerse de pie rápidamente. Fuera como fuera tenía que distraer a la criatura para evitar que saliera corriendo a plena luz del día.
“Sería más fácil si tuviera el brazo metálico”, pensó Nimi mientras se reflejaba en los ojos del monstruo. El cannie se fue contra ella para seguir jugando e iba a saltar una vez más sobre ella, pero Nimi lo esquivó en esta ocasión y valiéndose de la confusión momentánea del animal, rodeó su cuello con sus brazos, como si estuviera abrazándolo. El cannie se movió bruscamente para intentar soltarse del agarre de ella. En eso, un silbido se hizo oír, que provenía de Denor. Él y Kevin había llegado. El mayor tenía el brazo metálico puesto y llamó la atención de la criatura.
—Por fin llegas, señor Molestia —dijo Nimi soltando al cannie. Ya había llamado su atención, así que ahora le tocaba jugar con el capitán.
— ¡¿A quién le dices señor Molestia, señorita Insoportable?! —repeló enojado, luego palmeó y llamó al cannie como si fuera un perro. Para la sorpresa de todos, el cannie no se movió de donde estaba.
—No le gustaste —aseguró Nimi, burlona—. Ni a los animales les gustas.
— ¡Cállate! Ven, ven —volvió a silbar y nada, es más, el animal se sentó muy cómodo.
—Se sentó —obviaron Kevin y Aley al unísono.
— ¿Pero qué significa esto? —Se preguntó extrañado el capitán—. ¿Qué le hiciste, Nimi? —se acercó a ella y al cannie.
—Nada, estábamos re-bien antes de que llegaras.
—No entiendo e…
— ¡Cuidado! —Gritó Nimi al ver que el cannie saltó repentinamente a donde Denor, pero el hombre había puesto el brazo y la feroz mandíbula lo rodeó- ¡Uf! De la que te salvaste. ¡Lástima que no te apresó por el cuello!
—Fue una trampa y ya deja de quererme tanto.
—El Cannie quería que te acercaras, creo que es más listo que tú —informó Nimi alejándose de ellos—. Aunque quizás estaba cansado pues lo agoté mientras lo sujetaba del cuello.
El cannie gruñía incansable e intentaba mover el brazo. Denor intentaba que no se lo sacara o le dislocaría el suyo.
—Dame el espray —ordenó Denor-y deja de decir tonterías.
— ¿No vas a jugar un rato con él? —Preguntó la mujer con voz inocente—. Yo lo tenía más entretenido. El Sr. Molestia no es bueno con los juegos.
—¡Deja de hablar y dame el espray!
Nimi se lo lanzó y Denor lo aplicó en el cannie. Después de respirarlo, el cannie quedó profundamente dormido y así terminaron con la tarea. Denor suspiró profundamente aliviado.
— ¿Sabes? —Dijo después de ver al animal acostado en el suelo—. Hubiera sido más fácil... ¡si no te hubieras traído el brazo más pesado! —replicó enojado mientras se quitaba el brazo metálico y lo dejaba caer al suelo, el cual se hundió un poco. Parecía como si hubieran dejado caer una pesada roca. Kevin quedó atónito con eso. ¿Qué tan fuertes eran? —. ¿Por qué te trajiste este de la era de mi abuelo?
—Porque fue el único que vi en ese momento, pero no te quejes, funciona, ¿no?
—Sí —respondió al volver a ver al cannie—. ¿Y a dónde lo llevamos?
—Con los otros cannie —notificó Nimi.
Kevin mostró interés, pues no sabía cuál era el lugar donde estaban las otras bestias y su nave. Quería saber dónde estaba. Denor cargó la bolsa sobre su espalda y todos siguieron a Nimi durante varios minutos.
-¿Ya mero llegamos? No creas que esta cosa pesa un kilo.
—Aquí es, debilucho.
Mostró Nimi una enorme fábrica abandonada que se encontraba en las afueras de la ciudad. Era el único lugar donde todo podía mantenerse a salvo por causa del abandono. Nimi empujó la enorme puerta, que en realidad estaba muy pesada porque era de hierro. Los cuatro entraron y observaron que el lugar estaba lleno de partes de vehículos viejas y con moho, además de partes de máquinas que ahora estaban por completo abandonadas y oxidadas. Nimi los condujo a otra puerta donde ahí estaban los otros dos cannie que había atrapado en días pasados. Éstos estaban en una jaula que había hecho con los materiales viejos que había en la fábrica. Los otros dos animales se habían levantado en cuanto ellos ingresaron al cuarto. Nimi apuntó una de las jaulas.
—Déjalo por ahí.
De esas jaulas había sólo cuatro y una a medio terminar. Cuando Kevin supo que allí era donde estaban los simpáticos “perritos”, decidió que era hora de regresar a casa. Él y su niñera arribaron a su hogar. Nimi estaba disculpándose con el Sr. David, quien se encontraba muy enojado debido a que no sabía dónde estaba su hijo y ya era muy tarde. ¿Quién no se preocuparía? Mientras, el joven, en cuanto puso un pie en casa se dirigió a la cocina. El hambre estaba más que calando. Ya tenía hambre antes de ir con Denor a casar un cannie, y con eso de la emoción de la aventura y las preocupaciones se olvidó de esa necesidad tan básica, pero cuando se dirigieron a la fábrica, regresó ese apetito con más intensidad y aumentaba conforme se acercaban a su casa. Casi oía que su estómago le gritaba: "¡Dame comida!". Ahora disfrutó de un guisado recalentado que le supo a gloria, era la comida más sabrosa que había probado en mucho tiempo, aunque fuera recalentado. Nimi se acercó a la cocina.
— ¿Y? —preguntó ésta al verlo comer con rapidez, como si no hubiese comido nada desde una semana.
— ¿Y qué? —cuestionó el chico con algo de comida en la boca.
— ¿Qué te pareció este día?
—Fuera de lo normal, pero contigo todo es fuera de lo normal.
Nimi se acercó más y se inclinó un poco para poder pasar su brazo sobre el cuello del muchacho, luego le picó una mejilla.
— ¿Listo para atrapar a otro cannie mañana?
— ¿Eh? —Kevin se la quitó de encima—. ¿De qué hablas? Mañana van a venir Melisa y Arturo a ensayar lo que vamos a decir en el proyecto del jueves.
— ¡Ah, qué lástima! —Empezó a apenarse la mujer—. Quería ir a ayudar a Denor a buscar la nave, pero si no se puede, ¡qué va! Otro día voy.
— ¿Sabes? Lo decía para que te tomaras el día de mañana libre y me des un respiro.
Nimi lo abrazó tan de sorpresa que el pobre Kevin casi saltó de la silla.
—¡Ay mi niño, no te preocupes! —le acarició la cabeza—. Tu niñera estará siempre contigo.
—Me siento como un perro.
“¿Qué clase de madre sería Nimi?”
—Bueno, bueno —la mujer lo dejó—, acaba de comer, date una ducha y después vete a dormir. Hoy tuviste un día pesado, ¿verdad?
—Fuera de lo normal. Nimi…
— ¿Qué pasa? —estaba a punto de irse, pero se detuvo al oír que la llamaba.
—Nada, olvídalo.
— ¿Seguro? ¿No quieres saber algo? Lo que sea.
—No.
Nimi asintió y siguió su camino. Unas horas después, cuando el señor de la casa y el crío estaban profundamente dormidos, la niñera salió de la casa en busca de su hermano. A él lo encontró donde pensaba lo encontraría; caminando con Aley. Debido a que era de noche, se les hizo más conveniente encontrar a los cannie.
—Denor —lo llamó y él se acercó a ella—. ¿Qué tal la búsqueda?
El hombre se quedó de piedra ante la pregunta. No podía creer lo que estaba escuchando. ¿Qué tal la búsqueda? ¿Acaso se estaba burlado de él? ¡Ella era quien debía estar buscando, por Dios!
—No muy bien —se limitó a responder con un tono de voz no muy agradable.
—Ya veo. ¿Qué fue lo que le dijiste al crío?
—La verdad. Pobre. Cómo lo tenías. Preocupado por nada. Le mencioné que los cannie son vegetarianos y que son mansos, dentro de lo que cabe.
— ¿Es todo?
—Bueno, también le mencioné lo de Gray. Que tenías un hijo.
Ahora entendió por qué Kevin estaba actuando tan raro.
—Sobre la nave donde venían los cannie, se encuentra por esa dirección.
Apuntó en cierto lugar, ante esto, Denor la miró con irritación. ¿Cómo era posible que fuera así? Anteriormente le había pedido que le dijera algo con respecto a la nave de los cannie, pero no, ella había omitido la información. Ella no era una chica fácil de tratar y Nimi no era feliz si no hacía batallar a alguien. Con la información que se les proporcionó, Denor y Aley optaron por dirigirse a la dirección mencionada. El mayor se fue corriendo y la morena iba a seguirlo, pero una mano se posó sobre su hombro. Se volvió y descubrió a Nimi, quien, con una sonrisa y voz divertida le dijo:
—Deja que Denor vaya solo y se dé cuenta de la verdad.
—Oh, ya veo —definitivamente, ella no era feliz si no hacía sufrir a alguien.
-N-
El oficial Guerra caminaba por las calles vacías. Él tenía la costumbre de salir a dar una vuelta por el pueblo después de terminar un día de trabajo. Hacerlo lo relajaba un poco y también podía meditar en las cosas que había hecho ese día o si tenía pendientes. En esa ocasión, pensaba en el robo de esa tarde en la tienda de la salida este. Aún no encontraban al criminal; además, en su cabeza también estaba el hombre secuestrador que había escapado de la ciudad y qué mejor escondite que un pueblo. ¿Cuál era su nombre? ¿Eduar Gavilán? No lo recordaba, pero tenía que estar al cien para que no hubiera que lamentarse después. El oficial se detuvo asombrado al reconocer a la persona que estaba dirigiéndose a él. Era la misma mujer que había visto en el supermercado esa mañana. Ella, como si nada, pasó a un lado de él.
“De acuerdo”, pensó el oficial. “Vírate despacio y síguela sigilosamente”. ¡Eso era! Ese plan era bueno. Seguirla y ver dónde vivía, después se aseguraría si era alguien de fiar o no. Nimi estaba a metros de distancia de él. Guerra estaba entrenado para pasar desapercibido.
Así pasaron unas cuantas calles y cuadras, después tuvo que acelerar el paso porque la mujer estaba caminando más rápido, como si llevara prisa. Ella dio vuelta en una esquina y rápidamente, para no perderla, él también la dio, pero al darla se llevó la sorpresa de que esa calle estaba sin un alma. Movió su cabeza de un lado a otro buscando a la mujer sin salir de su sombro. ¿Cuándo? No, ¿cómo se había escapado y desaparecido? Vio claramente cuando ella dio la vuelta, ¿entonces dónde estaba? ¿Acaso entró en una de esas casas? Y si era así, ¿en cuál, y por qué no vio siquiera cuando estaba abriendo la puerta? Eso era ilógico. Ni siquiera pudo ver dónde vivía.
— ¿Está perdido? —escuchó que alguien le preguntaba, tal vez porque lo vio un poco desubicado.
—No lo estoy —le contestó y giró para ver a la persona y al hacerlo, se encontró con nadie más ni nadie menos que con la mujer que estaba siguiendo—. ¿Cómo…? Lo siento, no. Sólo me desubiqué un momento, no había caminado por estas calles desde hace mucho, han cambiado un poco, pero estoy bien.
—Me alegra escuchar eso. Creí que estaba perdido. Regularmente la gente se pierde en la noche por estos lugares.
— ¿De verdad? —eso no lo sabía. Era nuevo.
—No.
—Ya veo, ¿era una broma?
—No lo sé, lo vi en la televisión.
Muy bien, no era momento para seguir con las bromas. Era el momento perfecto para ir al grano. El hombre se puso serio y eso lo notó Nimi, algo venía, tenía que estar preparada.
—Soy un oficial de este pueblo. Mi nombre es Darío Guerra y creo que usted está involucrada en el caso de la semana pasada del robo de un vehículo y el desinfle de los neumáticos de los demás vehículos de la fundación de control de animales. Necesito que me acompañe.
— ¿Que lo acompañe? Pero si apenas si lo conozco.
— ¿Eh? No, no, no piense que soy de esos tipos. ¡Soy un oficial!
— ¿Está seguro que yo soy la responsable de ese suceso?
—Estoy un setenta por ciento de que sí.
—Pero no un cien.
—No, pero eso es suficiente como para interrogar a alguien.
— ¡Perfecto! Hablemos aquí, ¿por qué ir a otro lugar? ¿Qué hay de malo arreglar todo aquí?
El hombre miró su alrededor.
—Nada, creo, pero aun así…
— ¿Sabe? Ahora es muy noche, estoy un poco cansada y tengo que levantarme temprano para llevar a mi niño a la escuela.
Era verdad, era muy tarde y él también estaba algo cansado. Hacía noches que no cerraba los ojos y su cuerpo le pedía de mínimo una noche de descanso.
—Está bien, deme su dirección y su nombre. Usted es sospechosa, mañana hablaremos con más tranquilidad.
—Nimi.
— ¿Disculpe?
—Me llamo Nimi.
— ¿Sabe que puede ir a la cárcel por burlarse de un policía?
— ¿Usted se está burlando de mí al decirme que me estoy burlando de usted? ¡Ese es mi nombre! —dijo ella un poco enfadad. ¿Quién no se enfadaría si se burlan de su nombre?
— ¿Es su nombre? —Se avergonzó Darío—. Lo lamento.
Nimi le dio su dirección para poder tener después una plática mejor con aquel oficial. Y así, cada uno se fue a su respectiva morada.
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Y esto fue todo por hoy.
DarkHime:
Actualizo xDD
Cap. XI: “Un momento para reflexionar”
Nuevamente había sido engañado, ¿por qué no vio venir esa? Así era ella. Una enorme desventaja porque Denor no sabía cuando se trataba de una broma y cuando hablaba en serio. El haber ella dicho al principio que no sabía dónde se encontraba la nave pudo haber sido así, ¡pero!, también pudo haberlo dicho para molestar; después, el haber dicho que la máquina estaba en cierto lugar pudo haber sido así, ¡pero!, también pudo haberlo dicho para molestar y lo último fue el caso. Denor se quedó casi toda la noche buscando la nave y nunca la encontró. ¡Ja! Había sido engañado. Debió pensar eso cuando vio que Aley no estaba detrás de él. Cansado, se retiró del lugar que había explorado durante tantas horas. ¡Ya qué! Tendría que descansar.
Nimi, como todas las mañanas, había madrugado para levantar a Kevin. Estos últimos días ella se levantaba más temprano que Kevin, para poder despertarlo. Lo llevó a la escuela. Los primeros días, el joven se sentía muy avergonzado, pero fue acostumbrándose; ahora le parecía raro que Nimi no lo llevara o lo recogiera. Una vez cumplida su misión, Nimi se dirigió a la nave donde Aley estaba. Quería ver la cara de Denor cuando la viera. ¡Ah!, la mejor expresión que sabía poner.
— ¡Nimi! —Gritó a todo pulmón en cuanto la vio—. ¡Eres la peor!
—Hola, mayor —sonrió felizmente—. Yo también pienso lo mismo.
—No creo que sea el mejor momento para pelear— dijo la morena antes de que iniciara una discusión—. Tenemos que encontrar el Hatton dos y los demás cannie, sólo faltan cuatro.
—Tienes razón —concordó el mayor, tranquilizándose, luego se dirigió a Nimi—. Te agrade la idea o no, tendrás que ayudarnos. Todo esto es tu culpa, toma tu responsabilidad. Demuestra ser una Aurona decente.
—De acuerdo, je-fe —respondió sin dejar su sonrisa y colocando la mano derecha en su frente a modo de saludo militar. Obvio que la ironía era patente.
—Sólo espero que los humanos no la hayan encontrado y se la hayan llevado —comentó Aley preocupada ante esa posibilidad
—No te preocupes —intentó calmarla Nimi—, los humanos son muy escandalosos. Si la hubieran encontrado, ya hubieran hecho todo una revuelta y estarían asustados y locos y todo eso… pero hay que encontrarla antes de que ellos lo hagan. Debemos evitarles dicho comportamiento.
Puestos de acuerdo, los tres se fueron en búsqueda del Hatton dos. Primero fueron a las afueras del pueblo, pensando que tal vez por allí habría caído. Eso sería lo mejor, lo mejor para todos. Después de un par de horas de estar buscando la encontraron. Precisamente, se hallaba en medio de un bosque. Se pusieron felices de verla, pero la sensación se esfumó casi al instante cuando se acercaron más y la observaron con detenimiento. Estaba destrozada del frente, y eso mostró que había sido un aterrizaje carente de profesionalidad, aunque más que nada, la puerta era la más dañada, ni el frente estaba así de mal. Al parecer, los cannie se habían espantado de tal manera cuando sintieron el doloroso y brusco aterrizaje, que con toda su bestial fuerza rompieron la puerta para poder salir. Ahora no sólo tendrían que repararle el motor —cuyos daños ya tenían previstos porque el Hatton siete y cuatro habían sufrido daño también del motor debido al descenso—, sino que de igual manera, debían reparar la parte frontal y la puerta. ¡Así que debían poner manos a la obra de inmediato! Del sitio trasero, que era como una cajuela, sacaron una bolsa de herramientas. Todos los Hatton por ley debían tenerla, por si se ocupaba y vaya que con dichas aventuras, sí que se necesitaba.
-N-
Kevin se dirigía a casa. Otra vez había salido temprano de sus clases. Eso era lo único que le gustaba de cuando iba a salir de vacaciones, que las últimas semanas las clases terminaban antes de lo normal. Iba a esperar a que Meli y Arturo fueran a su casa a ensayar lo que el día siguiente dirían en la última clase de Biología. ¡Sí! El último trabajo. Tenían que dar lo mejor de sí. Estaba buscando las llaves en su mochila para abrir la puerta. Dedujo que su padre no estaría ya que no vio su auto en el lugar que había designado como estacionamiento cuando llegó. Y lo más seguro es que Nimi estuviera de vaga.
—Disculpe —escuchó una voz masculina detrás de él. Se giró un poco para ver de quién se trataba y se asustó cuando descubrió que era un hombre con uniforme de policía. Su corazón comenzó a latir con rapidez. Él sabía que no había hecho nada malo, pero la persona que vivía ahora con ellos sí—. Soy el oficial Darío Guerra —se presentó ofreciéndole su mano. El chico le devolvió el saludo—. Estoy buscando a Nimi, ¿aquí vive?
— ¿Eh? Sí, sí. Ahora la busco —fue lo que atinó a decir sin poder ocultar su nerviosismo.
“Qué has hecho, Nimi?”
—Permítame —entró a la casa y casi al instante regresó. Si no la veía en la sala viendo tele sabía que no estaba—. Lo siento, pero ella no se encuentra en este momento.
—Pero aquí vive, ¿verdad? —Kevin asintió—. ¿Es tu madre?
—No, es mi niñera.
—Oh, ¿tu niñera? No eres demasiado…
—Sí, lo sé —lo interrumpió cortésmente. No quería volver a escuchar eso. Siempre era lo mismo—. Pero bueno, idea de mi padre.
—Ya. Es un poco extraño. Si es tu niñera debería estar contigo, por eso le pagan, ¿no?
Era verdad.
—Tal vez fue a hacer un mandado. A veces mi padre se lo pide.
—Bueno, más al rato vengo de…
— ¡Hey, Kevin! ¿Ya saliste? —gritó Nimi llegando a casa, después saludó al oficial al reconocerlo cuando éste se giró a verla—. Buen día, oficial Guerra. Lo siento, estaba haciéndole un favor a mi hermano —terminando de decir esto, se dirigió a Kevin—. No te preocupes, el Sr. Guerra es amigo mío, puedes irte.
El joven le hizo caso y entró a la casa. Total, era su problema. Sólo deseaba que no la metieran a la cárcel. ¿En qué problemas se metió?
—Ahora sí —exclamó Nimi al quedar completamente sola delante de Darío Guerra—, ¿cuál es la pregunta?
El hombre sacó una libreta pequeña de su bolsillo y una pluma.
—Voy a ser directo. Usted, junto a una banda de locos, ponchó las llantas de todos los vehículos de la fundación de animales, a excepción de uno que fue “robado” y luego devuelto.
—Si fue devuelto no fue robado, ¿cierto?
—Pero fue tomado sin permiso. El caso es que usted fue la que condujo el vehículo, ¿verdad?
—Qué buena conclusión ha sacado, ¿pero por qué llegó a eso?
—Por esto —se esculcó uno de sus bolsillos traseros y sacó el pequeño imán que se habían encontrado en la cámara aquella vez y desde entonces lo llevaba consigo a todos lados—. Cuando nos encontramos en el supermercado esto hizo reacción.
— ¿Y eso qué se supone que es? —preguntó curiosa y haciéndose la desentendida.
— ¿Eh? Bueno, un imán.
—Oh, ya veo. Entonces, si es un imán y reaccionó como dice, pudo haber sido porque había algo de metal en algún lado ¿verdad?
—Hm, es verdad…
— ¿Entonces, cómo puede concluir que soy yo la culpable de eso? Qué tal si hubiera reaccionado con otra persona, ¿sería culpable también?
—No he dicho que usted sea culpable, sólo que puede que usted haya estado en el lugar. Es una sospechosa, no quiero decir que sea la culpable.
—Usted se está guiando de un simple imán que pudo estar ahí desde fábrica.
—No, no fue así. Curiosamente la cámara de vigilancia no funcionó hasta que se le retiró esto.
—Con todo respeto, creo que usted debería estar en otro lugar. Yo, una simple niñera, no tendría que hacer esa clase de cosas. ¿Qué fue lo que se hizo con el vehículo de la fundación?
—La verdad no lo sé.
— ¿Y su superior?
—Tampoco lo sabe.
—Está tratando de decir que esto no es un caso policiaco. Es sólo un pasatiempo suyo.
—Yo no he dicho eso —se puso un poco nervioso. ¿Cómo sacó esa conclusión? ¿Cómo había sacado él esa conclusión? ¿Estaba seguro de que ella era la culpable? ¿Qué lo había llevado hasta allí? ¿Estaba bien? ¿Estaba equivocado? ¿Estaba dudando? Sus pensamientos comenzaron a revolverse entre sí, luego salió de ellos cuando escuchó la voz de la mujer que estaba saludando a una señora que iba en un auto.
—Hola Melisa, hola Arturo. Pasen por favor —les abrió la puerta—. Kevin estará por allí.
—Gracias —dijeron los niños al unísono entrando a la casa.
—Sería un placer seguir hablando con usted, pero tengo que atender a unos niños.
—Claro —dijo sin más Darío colocando la libreta y la pluma en su lugar y, sin decir otra cosa, se dio la vuelta y caminó a su carro que había dejado cuesta abajo unas casas antes.
Nimi entró a la casa, como si los pasados momentos no hubieran ocurrido. Escuchó a los jóvenes hablar en la cocina. Ya habían empezado a practicar. Nimi se dirigió a la cocina y tomó asiento en la silla de la cabecera.
—Qué buena parte.
—Nimi —habló Kevin irritado al verla—. ¿No deberías hacer otra cosa?
—No, no te preocupes por mí, niño, yo estoy muy cómoda.
—Me alegro —dijo entre dientes. Realmente quería que se fuera. No le molestaba a él, lo que no sabía era si Meli y Arturo se sentían incómodos por tener la mirada de Nimi sobre ellos. Escuchó que alguien tocaba la puerta de atrás.
“¿Quién será?”, se preguntó extrañado porque casi nadie tocaba la puerta de atrás. Kevin se levantó y se dirigió a esta para abrirla.
—Dime Meli —se dirigió Nimi a la castaña cuando Kevin se retiró—. ¿Has tenido novio?
—No, todavía soy muy joven.
—Yo nunca voy a tener novia —dijo Arturo al sentirse excluido de la plática—. Son muy problemáticas.
— ¡Nimi! —escuchó la voz de Denor la cual se notaba exaltada.
—¡Caray!—puso los ojos en blanco al levantarse de la silla—, me gustaría quedarme más tiempo, pero me acordé que tengo que hacer otra cosa —se encaminó a la puerta principal.
— ¡Nimi! —Denor llegó a la cocina y al no verla se dirigió extrañado a los jóvenes —. ¿Han visto a Nimi?
Los dos chicos apuntaron el lado de la puerta principal.
—¡Espera, Nimi! —gritó Denor ya afuera para detenerla. Ella lo hizo y se volvió a él.
—Dígame, capitán, ¿he hecho algo malo?
— ¿Tú? ¡No, qué va!... ¿Por qué te fuiste de esa manera? Tienes toda la responsabilidad de quedarte a ayudar a reparar la nave o por lo menos a ir a buscar los cannies faltantes.
—Eso iba a hacer.
— ¡Oh, claro! Sentada en tu casa.
—Eso iba a hacer precisamente ahora.
Denor dibujó una pequeña sonrisa en sus labios. Cuando menos, ya había conseguido que se moviera hacia el objetivo.
-N-
Darío Guerra aún estaba en su auto. Lo que ella había dicho tenía lógica, además no podía decirle que su intuición de policía le decía que era la culpable. No era suficiente para detenerla. Aún así, no la dejaría; la seguiría, la tendría en su vigilancia. Ella se veía demasiado sospechosa. Aunque por ahora regresaría al cuartel. Mañana sería otro día.
-N-
— ¿Sabes? Necesitamos algunos materiales y herramientas para reparar bien la nave —notificó Denor—. ¿Sabes dónde se pueden conseguir?
—Lo que realmente necesitas es dinero.
— ¿Dinero? Aley y yo conseguimos algunas piedras, tal vez podríamos cambiarlas por ese “dinero”.
—Esa es buena idea. Invitemos a Aley y Kevin y vamos a pasear por el centro. No estoy muy segura de encontrar alta tecnología en este lugar, pero podemos trabajar lo que encontremos para adaptarlo a las reparaciones. Tú ve por Aley y yo por Kevin.
Con eso, los dos se fueron a sus respectivos lugares para recoger a los mencionados y con el acuerdo de verse en la plaza del centro para después ir a buscar los materiales necesarios.
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Hasta otra xD.
DarkHime:
El cap que sigue owo
Cap. XII: “Cuida tus espaldas”
— ¿Disculpe? ¿Podría cambiarme esta piedra por setenta dólares? —preguntó Denor al jefe de una tienda de ropa. Había pasado por la ferretería y el señor que la atendía le mencionó que lo que buscaba le costaría por lo menos setenta dólares. Así que fue a cambiar ese material por la cantidad requerida cuando el vendedor de la ferretería no quiso tomar la piedra a cambio de la herramienta solicitada y era por eso que se encontraba ahora en esta tienda.
—¡Pero claro que sí, señor! —dijo el hombre desatendiendo a un cliente al darse cuenta de que esa piedrecilla era nada más y nada menos que oro puro— Es más, hasta le doy cien.
— ¿Cien?
—¡Espere, señor! —detiene todo el proceso una mujer ya mayor y fijó su mirada en el hombre del negocio, acusándolo— ¡Ladrón! —Luego se dirigió a Denor— A unos cuantos negocios más adelante va a encontrar una tienda especializada en la compra y venta de oro. Ahí le darán lo justo por su pieza.
— ¿De verdad? Bueno, iré allí, muchas gracias.
—No hay de qué.
Nimi, Aley y Kevin miraban detrás del cristal de la pastelería. Los tres se comían con los ojos los pasteles y donas que se mostraban en exhibición.
—Mira Aley, esa dona está muy buena, debes probarla.
—Esa de vainilla se ve deliciosa —opinó la morena.
—Ese pastelito con crema se ve mejor. Kevin, ¿cuál nos recomiendas?
—A mí me gusta ese de zanahoria con relleno de zanahoria, es mi favorito. Pero esa dona con relleno de fresa adentro también está sabrosa.
—Esa, esa se ve más rica. Mmm, pero hay que esperar a Denor.
En eso, el mayor hizo acto de presencia sin las manos vacías, pues traía consigo una faja visible de billetes.
— ¡Oigan! Aquí te dan mucho por una sola piedrita de oro.
— ¡Oro! —repitió Kevin sorprendido y mucho más al ver tantos billetes. Nunca en su corta vida había visto esa cantidad de dinero; sólo en la televisión, pero la tele era la tele.
—Así es. Ésta proviene del planeta Brillo. Me la cambiaron por un par de kilos de tela.
— ¿Sólo por eso?
—Los de Brillo tienen varios materiales, muchos, como oro, plata, bronce, carbón, etc., y ahí la tela es muy valiosa, por lo poca que hay. A nadie le gusta trabajarla y prefieren comprarla de otros lados.
—Hay muchos planetas.
— ¡Demasiados! Tantos que yo apenas conozco en teoría 10,102 y visitado 2,112.
Kevin estaba sorprendido. Qué genial sería ir a pasear por el universo. Para ellos era algo normal, pero para lo humanos era un sueño fantasioso.
—Denor, ¿no crees que es mejor que guardes eso? —Inquirió Kevin al ver el montón de billetes— No es bueno que estés así, mostrando todo ese dinero.
—Tienes razón, hijo, pero son muchos billetes, ayúdenme.
Y se lo repartió en cuatro partes para que cada quien llevara un delgado fajo. Al principio Kevin no quería, pero ya qué, tuvo que aceptar su fajito.
Sin que nadie se diera cuenta, Eduard Gavilán, el secuestrador que escapó de la ciudad, los observaba y éste saboreaba con la mirada la grande suma de dinero.
—Estos sí que son ricos. ¡Cuánto billetito! Tengo que ganármelos a como dé lugar-murmuró con avidez.
Y un claro plan se formó de inmediato en su mente. Eran cuatro personas, y para ganar el dinero tenía que ir por el más débil. El muchacho. Y una vez que lograra eso le quitaría lo que traía y luego lo secuestraria para pedir un rescate equivalente a una pequeña fortuna, más que lo que traían los otros tres. Un plan perfecto, sólo necesitaba atrapar al joven.
Cuando cada quien tuvo una parte del efectivo, Aley, Nimi y Kevin volvieron a dirigir su atención a los pasteles. Tenían muchas ganas de uno, así que se encaminaron a la entrada de la pastelería.
— ¡Oigan! No es momento de estar perdiendo el tiempo. Hay que comprar el material y reparar la nave…
Denor fue interrumpido cuando chocó con un hombre mientras iba en pos de sus tres compañeros.
—Lo siento —se disculpó Denor. El hombre siguió corriendo—. ¡Espere, su bolsa! —Cogió la bolsa que el hombre había tirado sin darse cuenta que a ese sujeto lo seguía una mujer que era la verdadera dueña del bolso y que le había sido robado.
— ¡Deténgase ahí! —Gritó un policía a Denor cuando lo vieron con la bolsa ajena—. ¡Queda detenido! —y lo sujetaron él y su compañero como si fuera un ladrón.
—Esperen, se lo iba a regresar, no me lo iba a llevar. Aguarde, las conozco a ellas. Venimos juntos. No he hecho nada malo —se dirigió a Nimi y Aley que se habían detenido al escuchar el alboroto, con la esperanza de que dijeran algo, pero no escuchó palabra alguna salir de la boca de ellas—. Chicas, oigan, ¡escuchen!... —Los policías lo obligaron a caminar, pero Denor puso resistencia, así que los guardianes de la ley lo arrastraron y continuaron llevándoselo.
Las dos mujeres se limitaron a verlo y en silencio presenciaron el espectáculo que montaba, igual que los demás espectadores.
— ¿Crees que va a estar bien? —preguntó la morena.
—No te preocupes, irá con sus compañeros.
—Nimi, irá a la cárcel, no al manicomio.
— ¡Oh! —sonrió—. Vamos… Disculpen, oficiales…
Eduard Gavilán se acercó al joven en cuanto vio la oportunidad de hacerlo, pues el escándalo que se hizo con lo del ladrón de bolsos que ya para entonces había huído y los policías arrastrando al pobre de Denor, permitió que el plan fuera perfecto, pues la gente estaba distraída con la función. Así que sujetó a Kevin firmemente tapándole la boca para que no gritara y de manera profesional, se escabulló entre las personas llegando a un callejón que estaba cerca de la tienda. Obviamente, primero tuvo que examinar el contorno asegurándose de que todo saldría bien. Su mente trabajaba rápidamente y más si se distraía al público como estaba sucediendo. Mejor no podía salir todo.
—…Él no hizo nada —dijo la morena a los oficiales—. Él chocó con alguien, quien soltó la bolsa y él la levantó para dársela, entonces llegaron ustedes.
—Necesitamos examinarlo.
Nimi sólo escuchaba las disputas entre los policías y Aley; después volteó para ver a Kevin y cuando no lo encontró se extrañó. Empezó a ver entre la multitud en caso de que anduviera por allí, pero tampoco lo vio.
—Aley, ¿no has visto a Kevin? —preguntó a la secretaria cuando terminó de hablar con uno de los policías.
—No, ¿por qué? —cuestionó haciendo lo mismo que Nimi había hecho hacía unos momentos.
— ¿Dónde estás, Kevin? —dijo en voz alta más para ella que para otro.
-N-
El joven Ibarra estaba subiendo en contra de su voluntad, a una camioneta. Fue arrojado en el asiento del copiloto y cuando el secuestrador cerró la puerta, Kevin intentó abrirla pero no pudo porque tenía el famoso seguro de bebé. También intentó abrir la ventana para pedir auxilio a gritos, pero no había manija para hacerlo. Ahora sí que tenía miedo. El temor lo invadió por cada poro de su cuerpo. No podía creer lo que estaba viviendo, ¿por qué a él? Había dos policías arrestando a una persona inocente mientras a él lo habían secuestrado casi en las narices de todos. ¡Por Dios! ¿Más irónico? ¡No lo creía!
El hombre subió a la camioneta y en ese momento Kevin comenzó a gritar. El sujeto cerró la puerta con un sonoro y fuerte golpe en tanto enojado le gritaba:
— ¡Cállate, crío!
“¿Crío? ¡Santo Dios! ¿Dónde estás, Nimi?”, pensó deseando que ella estuviera allí y golpeara a ese tipo. ¿Golpearlo? ¿Alguna vez había golpeado a alguien? No lo sabía, pero quería que a él sí lo golpeara todo lo que pudiera.
—Si no cierras ese pico te lo voy a romper —habló nuevamente el hombre poniendo en marcha la camioneta y después de que el chico hubo gritado una vez más.
Kevin sintió sus mejillas humedecerse. Había soltado un par de lágrimas.
“Ahora sí. Con este dinero que gane con el rescate podré irme a pasar unas buenas vacaciones”, pensó Eduard en tanto la camioneta andaba dirigiéndose al lugar que usaba como refugio.
-N-
Nimi se dirigió al callejón que estaba cerca de la tienda. Tenía un mal presentimiento. Supo de inmediato que se habían llevado a Kevin en cuanto no lo vio. Al adentrarse más al callejón, escuchó con claridad el motor de un auto. Viró a la izquierda y observó una camioneta en marcha, pero lo que más llamó su atención fue ver a Kevin gracias al espejo retrovisor.
— ¡Kevin! —gritó y corrió hacia la camioneta.
Gavilán se dio cuenta de que alguien lo estaba siguiendo. Gruñó con fastidio. Su plan no había sido perfecto. ¿La madre del niño? ¿Algún familiar? No lo sabía. Lo que sí sabía era que tenía dinero en su bolsillo, eso sí. Ahora lo que tenía que hacer era irse de allí lo más pronto posible para perder de vista a la mujer. Se adentró a la calle principal y siguió por el suroeste, donde lo esperaba su escondite.
Nimi no permitiría que le hicieran algo al crío. Si no lo recuperaba el Sr. David la despediría. Al ver que no podría alcanzar la camioneta, empezó a ver a su alrededor para tomar algo que le sirviera y no perderla de vista. Logró divisar una bicicleta y, sin esperar invitación, la tomó, la montó y pedaleó a más no poder. Se acercó rápido a la furgoneta porque un semáforo estaba en rojo y fue una ventaja para ella. No obstante, Eduard se dio cuenta de eso y arrancó nuevamente a pesar de que sólo faltaban segundos para que el semáforo cambiara de color. Esto ocasionó que se escucharan los gritos furiosos de los conductores y el frenar de los autos; mas al descarado secuestrador no le importaron los demás. Por él que se fueran al infierno.
“Esa mujer es persistente”.
Kevin veía todo por el vidrio de atrás y estaba realmente feliz. Nimi era bastante dura como para rendirse por algo tan fácilmente. No dejaría de seguirlo hasta conseguir su objetivo. La camioneta se fue por una calle de un sentido, donde sabía no habría muchos autos rondando y por ello sería más conveniente para él continuar. Volvió a ver el espejo retrovisor y se alegró al no verla. ¡Por fin la había perdido de vista!
“Gran error, novato”, pensó Nimi al conducir por una calle diferente. Todo lo tenía calculado. Había tomado un atajo. Tuvo que pasar por algunos lugares privados, pero la bicicleta era pequeña, así que no fue un problema. Sabía por qué calle saldría el maleante y hacia allí se dirigió ella. Conocía el pueblo de pies a cabezas. Buscar a los cannie hizo que se aprendiera todas las calles y cualquier insignificante ruta.
La bicicleta se detuvo cuando llegó a la última calle, donde saldría la camioneta. A unos metros, la vio; aunque ésta no se detuvo ni por un segundo, ni un freno de inseguridad, no; chocó con la bici y un ruido estruendoso se dejó oír.
— ¡Pero qué tonta! —Dijo el hombre con júbilo—. ¿Creyó que iba a frenar? —comenzó a carcajearse como loco, pero su risa no duró mucho porque entonces escuchó un ruido arriba, en el toldo del automóvil.
— ¡Es ella! —Gritó Kevin muy feliz.
— ¿Pero qué…? —vio a la mujer asomar su cabeza en el lado del conductor y asustado, frenó como acto reflejo.
“Está loca”.
Al lograr lo que quería, Nimi bajó de la parte superior de la camioneta y abrió la puerta del conductor, pero no normalmente, la desprendió de su sitio y la arrojó con violencia a un lado. El hombre tembló de miedo cuando notó su descomunal fuerza ¿Qué era ella? Nimi estaba enojada, su ira podía notarse en sus ojos. Sujetó al tipo del cuello de la camisa y lo acercó a su rostro.
—Hola, hombre —lo saludo con voz hueca, desprovista de emoción—. Me preguntaba por qué sólo a Kevin lo invitas a la fiesta, yo también quiero ir —puso una cara de lástima—. Pobrecito, ¿no? Digo, tú —sonrió—. Pero no te preocupes, yo no soy rencorosa y me gustaría invitarte a mi fiesta de disfraces
Y se lo llevó a donde le daría su fiesta de disfraces. Nimi arrojó sin misericordia a Eduard Gavilán frente a un par de oficiales cuando entró en la estación de policías.
— ¿Qué pasó? —preguntó uno de ellos al ver a aquel sujeto asustado y deseoso de alejarse lo más de Nimi.
El oficial Darío caminaba con un compañero cuando éste se detuvo.
— ¿Qué ocurre? —preguntó extrañado el rubio.
No tuvo que contestarle su compañero por qué se había detenido ya que vio que algunos de sus homólogos se reunían en cierto sitio, así que él también lo hizo.
—Es ella —dijo al ver a la mujer que había visitado esa mañana. Había traído a un criminal, y no a cualquiera, a un secuestrador.
—Oficial Guerra —saludó Nimi al verlo entre la multitud —, creo que debería estar vigilando a esta clase de personas en lugar de a mí.
El oficial sintió el enorme insulto de la mujer. Se refrenó de decirle algo, tan sólo apretó los dientes. Después se retiró de allí; en tanto, otro de sus compañeros esposaba al secuestrador para llevarlo a la jaula y llamar a la policía de la ciudad, en donde lo vestirían con su uniforme de rayitas.
—Vamos, crío —dijo Nimi una vez los oficiales comenzaron a alejarse—. Denor me debe un pastel —luego recordó algo—. Oh, espera, yo tengo dinero.
Kevin estaba feliz de que todo eso hubiese terminado. Deseó que jamás volviera a sucederle algo parecido. Había estado demasiado asustado. Sin embargo, estaba feliz de que su niñera estuviera allí.
— ¡Qué! ¿No crees que fue divertido? —preguntó por fin Nimi al ver a Kevin tan serio en el camino.
—Claro que no. Para ti lo fue, pero para mí no.
— ¿De qué hablas? Yo estaba pedaleando como loca y tú estabas bien a gusto sentado. ¡Ja! Y dices que fue divertido para mí.
—Pues para mí fue horrible.
—Aunque ahora tienes una buena experiencia para contarle a tus nietos.
—Esa sería una de las cosas que evitaría contarles.
Nimi soltó una carcajada, sujetó al joven por el cuello y lo jaló hacia su costado y con su mano izquierda le revolvió el cabello. Kevin intentó soltarse.
—Ser honesto ante todo, crío —y al terminar de desgreñarlo todo, lo soltó.
—Lo sé… ¿En qué piensas? —inquirió alizándose el desorden del cabello y al verla perdida en sus cavilaciones.
— ¿Yo? —Tardó un poco en responder—. ¿Cuándo será otoño?...
— ¿Otoño?
—…Él viene en otoño…
— ¿Quién?
—Su hábitat es el otoño.
— ¿De qué hablas?
—Lo siento, pensé en voz alta. De nada en especial. Tengo una idea. A ver quién gana primero en llegar a la pastelería —y sin más pegó la carrera. Kevin tan sólo la miró—. ¡Vamos, crío, te voy a ganar!
¿Cómo podía tener tanta energía? No evitó que una sonrisa escapara de sus labios y después fue tras ella.
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Continuará
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Actualizo aquí ewe.
Cap. XIII: “Recuerdos”
Todos tienen secretos. Ella más que nadie lo sabía.
Kevin y ella habían planeado ir al parque de las ardillas el primer día de las vacaciones del joven. Al principio el chico no quería ir, pero Nimi insistió tanto que logró que cambiara de idea. También insistió con el señor David, pero con éste no logró éxito, así que el hombre se quedó en casa a trabajar. En cuanto entraron al parque, el rostro de Kevin se iluminó de felicidad y eso provocó que Nimi se pusiera de buen humor. Caminaron hacia el lago, disfrutando del pasto bajo sus pies, pues en este tiempo los patos reverdecían a su alrededor ; en eso, Kevin se detuvo a unos metros de distancia de ella y su rostro reflejó un recuerdo triste al ver a las familias felices paseando. Los pequeños jugaban con sus padres, uno que otro lloraba y corría a refugiarse en los brazos de sus madres, padres que llevaban a sus hijos en brazos o los paseaban en carriolas. Los dos padres.
— ¿Te encuentras bien, Kevin?
—Sí —apartó su mirada de ellos—. Queda poco para llegar al lago.
Fue un día divertido. Comieron algo al mediodía en unas mesas que servían para hacer picnics. Kevin había hecho unos emparedados que estaban bastante buenos y habían realizado actividades de juego. Ahora, los dos se disponían regresar a casa. Nimi estiró los brazos.
—Qué divertido, ¿no?
—Sí, lástima que Denor y Aley no pudieran venir.
—No te preocupes por eso. Ellos están muy ocupados trabajando en la nave, no tienen tiempo.
—Hablando de eso, ¿y tu nave?
Nimi pareció meditarlo antes de contestar.
—Aquí entre nos, me alegro que Denor esté aquí para que también arregle la mía. No soy muy buena con la mecánica.
—Ya veo. Nimi tiene defectos.
—Claro, como Denor y… ¿Aley tendrá?
Kevin rió ante el comentario. Después vio tres dedos de Nimi frente a él mientras ella caminaba hacia atrás.
— ¿Tres?
—Sólo tres cannies más y se acabó.
Era verdad. El día anterior Denor y Aley habían encontrado a un cannie en un pozo sin agua. El pobre estaba llorando. Se alegraron que ellos lo escucharan antes que algún humano. ¿Qué pasaría cuando todos los cannies fueran encontrados y las naves reparadas? Un escalofrío invadió a Kevin. Por alguna extraña razón la idea no le agradaba mucho. Aunque fuera difícil de creer, él ya se había acostumbrado a las locuras de Nimi. Se imaginó otra vez solo, sentado en el sillón viendo tele. Lo que hacía antes de conocer a la extraterrestre. Se puso triste por eso.
Llegaron a la casa. En el camino se habían encontrado con el mayor y la morena. Denor, como siempre, estaba enojado con su hermana porque la descarada no iba a ayudarlos, al contrario, había perdido el tiempo divirtiéndose. Aun así, los cuatro quedaron en ir a un lugar a cenar más tarde, a un restaurante más específicamente, donde la atención era de primera y que quedaba en la calle principal del pueblo. Además, según Nimi, era necesario que se tomaran un descanso. Aceptaron, después de todo, la idea no era mala y la comida de la tierra era muy sabrosa, además, ellos llevaban muchas horas trabajando.
Nimi entró al garaje para limpiarlo ya que Kevin le había dicho que él solía limpiar toda la casa, lo que llamaba limpieza general, cada estación del año; es decir, cuatro veces al año. Así que obligó a Nimi a que ayudara a limpiar el garaje porque ahora vivía también allí y tenía la obligación. En ese instante deseó estar con Denor. Por lo menos él no la obligaba a hacer lo que no quería y es que, de cierta manera, a Kevin no podía decirle que no. Encendió la luz para ver mejor y ese fue su error. Puso un mohín de disgusto al ver mejor el tiradero de cajas, todas llenas de polvo. Demasiado sucio para su gusto. Lo que haría sería sólo recoger las cajas y acomodarlas en los estantes y listo, el garaje estaría mejor. Comenzó a mover las cajas. Algunas eran pesadas, pero ese no era problema para la extraterrestre.
— ¿Qué contendrán estas cajas? —se preguntó mientras abría una de ellas y de ésta sacó unos pantaloncitos—. Qué lindos. Kevin era pequeño, bueno, sigue siéndolo —volvió a dejar la prenda en la caja, donde había mucha más ropa de un niño pequeño, de meses quizás.
Era hermoso recordar cuando los hijos eran unos bebés. Eso le trajo recuerdos a ella. Por desgracia, ella nunca había guardado nada de su hijo, no cuando era bebé, no vio la necesidad. Hasta ahora se arrepintió de eso. No tenía ningún recuerdo sólido de Gray, sólo recuerdos en la memoria.
Siguió viendo las cajas, una por una, en donde podían encontrarse cosas de cuando Kevin era niño, como fotos de un lindo cachetoncito o dibujos y trabajos de cuando Kevin iba al kínder. Pero algo le llamó la atención. Una foto. Una foto de dos padres juntos en donde la mujer llevaba en brazo a un bebé de tan sólo meses.
— ¿Kevin? —pasó su dedo pulgar por el rostro de la mujer y el bebé; después se levantó y se guardó la foto en el bolsillo trasero.
Salió del garaje y se dirigió a las escaleras para subir al piso de arriba, encaminándose al cuarto del joven Ibarra. Éste estaba recogiéndolo, limpiando los cajones de su escritorio y del buró. Ya tenía una bolsa de basura llena a la mitad de muchos trabajos de la escuela y que no volvería a utilizar. Los había guardado antes por si en alguna ocasión llegaba a necesitarlos, pero no había ocurrido así, por eso ahora los desechaba ya que sólo hacían espacio en los cajones.
—Kevin.
— ¿Tan rápido acabaste de ordenar el garaje?
— ¿Puedo preguntarte algo?
—Claro.
— ¿Dónde está tu madre?
El joven se sorprendió ante la cuestión. Permaneció en silencio unos instantes.
—No lo sé —respondió al fin con indiferencia.
— ¿No lo sabes? ¿Por qué?
—No sé dónde esté ahora —volvió a hablar dejando de hacer su labor. Dirigió su mirada a la de Nimi—. Puede estar en el supermercado o manejando en carretera o puede estar haciendo cualquier cosa… Ella… —en ese momento su voz se quebró.
Nimi se acercó a él al sentir la tristeza brotar de su ser ante el recuerdo.
—Nimi, ella se fue… nos dejó…
— ¿Lloraste aquella vez?
—No.
—Necesitas desahogarte —ella hizo que escondiera su rostro entre su pecho y él lloró.
—La extraño.
—Lo sé.
Tenía cinco años cuando pasó aquello.
Él jugaba en su habitación, en el segundo piso. Había escuchado parte de la discusión, pero jamás las había oído de esa manera. Después de un rato, dejó a un lado sus juguetes. Ya no se escuchaba ni un ruido. Bajó la escalera poco a poco y se asomó hacia la puerta principal porque había oído pasos que se dirigían hacia allí y, en efecto, logró ver a su madre frente a la entrada y a un lado de ella un par de maletas.
—Mami —Kevin se acercó a ella realmente confundido, porque no comprendía por qué abría la puerta teniendo consigo maletas. Su madre nunca había salido de esa casa sin llevarlo con ella—. ¿Qué pasa?
—Hijo —se colocó frente a él, se inclinó para quedar a su altura y lo abrazó—. Cuida a tu padre por mí.
Y sin más, se alzó y salió por la puerta para nunca regresar. El niño no entendió lo que estaba presenciando. Se dirigió a la cocina y sentado en una silla, divisó a su padre.
En ese tiempo David no estaba ganando muy bien; de hecho, tenía deudas y por eso ella se había ido. Kevin no lo asimiló en ese momento, sino hasta que creció más. La odiaba, pero no dejaba de extrañarla. No quería verla nunca más, pero la necesitaba.
Recordaba vagamente ese día, pero lo que más le quedó en su mente fue ver a su padre arrodillado frente a él, abrazándolo mientras se disculpaba — ¿Por qué? ¿De qué se disculpaba? — y lloraba. Lo había visto llorar, mas él no derramó ni una lágrima. No hasta este día que lloraba abrazado a su niñera. Ahora dejaba escapar todo lo que había mantenido adentro, liberándolo.
—Lo siento —dijo mientras se separaba de ella y se limpiaba las mejillas—. No sé qué me pasó.
—Iré a terminar de limpiar el garaje —informó Nimi dirigiéndose a la puerta para salir de la alcoba y Kevin no conoció sus pensamientos llenos de angustia.
“Yo, ¿abandoné a mi hijo?”.
—Mami, ¿puedo ir a ver las flores?
—Sí.
“Yo, ¿soy mala madre?”.
—Nimi, acompáñame…
Se detuvo sorprendida a mitad de la escalera. ¿Por qué lo había recordado a él? Desde que se había ido no lo había hecho. Tal vez si se hubiera ido con él su vida sería muy diferente. ¿Cómo sería? No pudo imaginarse lo que no había vivido… pero la vida de Gray, Kyo y ella serían muy diferentes.
Nimi caminó al cuarto de trabajo. Escuchó al Sr. David allí. Ahora entendía el porqué trabajaba tan duro.
—Hola, Nimi —levantó la mirada para verla unos segundos, enseguida volvió a dirigirla a la pantalla—. ¿Haciendo limpieza?
— ¿Por qué trabaja tanto? —preguntó acercándose más al escritorio. Al no obtener respuesta, siguió—: Ella nunca volverá.
La contestación tardó.
—Lo sé, lo hago por Kevin.
Por alguna extraña razón, lo que escuchó la puso de malas.
—Eso es mentira. ¡No lo está haciendo por él! Lo hace por usted, para olvidar —el hombre no hizo más que seguir tecleando, parecía que no la escuchaba—. ¿No ve que está dañándolo? Él aún es un niño y necesita que alguien esté a su lado. Si no una madre, un padre.
Al no ver acto diferente, lo único que se le ocurrió fue cerrarle la laptop. Tampoco hubo reacción por parte del hombre. Ninguna vez se dignó volver a mirarla. Ella suspiró. En eso, el timbre se escuchó y mientras Kevin bajaba y atendía el llamado, ellos se quedaron en silencio, el que aprovechando, David abrió nuevamente la computadora portátil y volvió a su trabajo. La voz de Denor se dejó oír.
—Para cuando se dé cuanta va a ser demasiado tarde —fue la advertencia de Nimi y salió del cuarto para ir con los demás, disgustada. De mínimo esperaba que el señor David le gritara que se fuera por donde vino y que no se metiera en donde no la llamaban, sin embargo, el hombre se había mantenido en control de sus emociones.
No obstante, David quedó muy afectado y pensó en lo que Nimi dijo. Se levantó de golpe al escuchar la puerta principal. Corrió hacia la ventana y a través de ésta miró a su hijo caminar en medio de sus amigos. Imaginó al pequeño. ¿Cuándo había crecido tanto? ¿Hacía cuánto que no estaba con él? Se había perdido de mucho. Ahora notaba lo grande que estaba. Sintió el enorme deseo de salir y estar todo lo posible con su hijo. Compensar el tiempo que perdió trabajando fingiendo que lo hacía por él cuando en realidad lo hacía para olvidar ese día, como bien lo había descubierto Nimi. Trabajar y trabajar, sólo en eso pensaba, porque de esa manera la olvidaba a ella.
Comprendió algo. Cuando era un niño, Kevin siempre dependía de él cada vez que iba a trabajar, pero tiempo después ya no lo hizo. ¿Por qué? Porque su hijo no quería ser una carga para él. En ese instante, su celular sonó. Lo sacó de la bolsa de su camiseta.
—Hola, Dave —escuchó una voz jovial, alegre—. ¿Sabes? Tom no irá mañana así que el jefe dijo que irás en su lugar…
—No voy a ir.
— ¿Cómo? Es una oportunidad perfecta…
—Lo siento, pero dile al jefe que me voy a tomar unas vacaciones.
—Espera, Da… —colgó.
Era hora de que tomara cartas en el asunto. Ahora aprovecharía a su hijo, antes de que fuera demasiado tarde. Ahora quería cumplir con su papel de padre y no solo lo deseaba. Ése era su principal deber.
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Continuará.
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Cap. XIV: “Esto aún no termina”
Kevin y su padre se encontraban de pie sin hacer nada, limitándose a observar los juegos que sus ojos alcanzaban a ver. Ambos habían planeado ir a divertirse al parque de atracciones donde podían encontrarse varios juegos mecánicos. La idea la había propuesto David y aunque al principio Kevin creyó que se trataba de una broma, la fecha llegó y allí estaban, en la ciudad más cercana que contaba con este tipo de entretenimiento. No obstante, no hacían nada. Ciertamente no sabían cómo reaccionar a la situación y una ligera energía de frialdad flotaba entre ambos.
— ¿Y si vamos a la montaña rusa? —propuso el joven un tanto indeciso, al no estar seguro de que su padre soportara algo así.
—Hm… claro.
— ¿O a la rueda de la fortuna?
—…Está bien, ¿no?
No llegaban a un acuerdo. Los dos querían escuchar una sugerencia del otro y así nunca llegarían a tomar una buena decisión.
—No puedo creerlo. ¿Y son padre e hijo? —inquirió Denor sentado en una banca unos metros alejado de los Ibarra, pero lo suficientemente cerca como para verlos y escucharlos. Aley estaba a su lado.
—Parece que tienen un problema de comunicación —mencionó la morena al ver que los dos miraban a su alrededor esperando que algo o alguien rompiera el hielo por ellos.
—No puedo creer que los humanos sean así, ¡Dios! Los parientes deben tener mucha confianza entre sí, ¿cierto, Nimi? —el mayor giró su cabeza a su lado derecho para ver a su hermana, quien se mantenía de pie con los brazos cruzados, un tanto frustrada por la escena.
—Si tú lo dices, señor molestia —caminó en dirección a ambos—. ¡Oiga, jefe! Le recomiendo que vaya a ese juego, se ve divertido —señaló uno—. ¡Vamos!
—Bueno —suspiró Denor al ver a los tres perderse entre la multitud—, creo que tendremos que esperar —comenzó a relajarse.
—Ya que estamos aquí, ¿por qué no probamos uno de esos?
—No, yo n…
— ¡Vamos! —rápidamente se alzó emocionada, sujetó a su jefe por la muñeca y lo llevó para subir a uno de los juegos.
Habían transcurrido un par de horas. Denor estaba inclinado sobre un bote de basura, mareado. El martillo, el anillo de King Kong, la batidora, el traván, el yo-yo… Ninguno le había caído muy bien. Un temblor lo recorría de pies a cabeza, tenía nauseas y parecía a punto de llorar. Aley le masajeaba la espalda.
—Lo siento mucho.
—Nunca había sentido esta sensación, ni cuando la nave aterrizó se sintió así.
—Eres un exagerado —comentó Nimi.
—Perdón de nuevo-Aley se sentía horriblemente culpable.
Denor se irguió.
— ¿De qué hablas? ¡Eso fue genial! ¡Es una sensación única!—estiró emocionado a su secretaria—. ¡Vamos al siguiente!
—Bueno, creo que mientras esos dos se divierten vamos a buscar una mesa para comer —dijo David al verlos perderse entre la multitud.
—Pero que sea en la sombra. ¡Me mata el sol! —se quejó Nimi tapándose la cara afectada, con la mano.
—Eso mismo estaba pensando.
Con eso, los tres empezaron a buscar alguna mesa disponible. Batallaron mucho para encontrar una desocupada. Casi todas estaban llenas e incluso muchas familias se sentaron en el pasto, pero por fin encontraron una y esperaron a que Denor y Aley se desocuparan.
— ¡Qué divertidos son esos juegos!
—No había venido a divertirme de esta manera —habló David.
—Jefe, le hacía falta relajarse, pero no hay problema ¡ya me encargué de eso!
—Jajaja, es verdad.
Después de otro rato y terminando de preparar la mesa, los que habían ido a divertirse al parque ahora estaban en su compañía dispuestos a disfrutar de la comida preparada por Kevin y David.
— ¿Subiste a todos los juegos? —le preguntó la niñera a Aley, quien estaba a punto de sentarse. No contestó enseguida, sino que miró hacia atrás y vio a su jefe inclinado en otro bote de basura.
—Aún no.
David se acercó a Nimi.
—Por cierto, Nimi, ¿de dónde eres?
— ¿Yo? De muy lejos.
—De muy, muy, muy lejos —corroboró Kevin.
La conversación no llegó a más, para alivio de Nimi, porque su hermano llegó y se sentó.
—Chicos, sobre la nave…
—¡Mira qué rico, Denor! —lo interrumpió Nimi poniéndole un pedazo de pan en la boca, para que no dijera más.
— ¡Pero qué…! — empezó a escupir el pedazo.
—¡Prueba esto, Denor! —ahora hizo lo mismo Aley, pero con algo diferente.
—Dime, Denor, ¿ya te subiste a todos los juegos? —le preguntó su hermana.
—No.
La mujer se dirigió a los Ibarra.
—Entonces es hora de que continuemos —se levantó—. Hay que aprovechar el día y aún nos faltan muchos juegos.
Una vez Aley y Denor se quedaron solos, la morena se acercó a su jefe.
—Denor, el padre de Kevin no sabe nada de la nave. De hecho, no sabe la gran cosa sobre nosotros.
—Ahora entiendo. De todos modos, creí que iban a matarme ahogándome con esa comida.
—Lo siento —sonrió.
Las horas de diversión terminaron y todos se dirigieron a la vivienda de los Ibarra. Los dos se habían divertido mucho y eso hizo que la relación entre Kevin y David se estrechara. El día también había concluido para Darío Guerra, quien se dispuso a regresar a su casa. Había sido una tarde normal para él y cada día que pasaba se convencía que Nimi “era inocente” y eso lo hacía molestarse consigo mismo. Muy, muy en el fondo sabía que ella era la culpable, pero no había encontrado pruebas que la incriminaran. Por ejemplo, esa mañana antes de ir a trabajar en su turno, había ido a investigarla, pero no vio nada inusual. Parecía ser que habían ido a un lugar a pasear. Algo normal. Suspiró hondo, subió a su auto y se fue a descansar.
Al día siguiente, Nimi, Denor y Aley se hallaban donde el Hatton dos. La niñera descansaba bajo la fresca sombra de un árbol mientras veía trabajar a su hermano y su secretaria. Y como siempre, el mayor estaba disgustado por eso, pero no podía obligarla a ayudar
— ¿Repararon la turbina? ¿Repararon el motor? ¿Repararon la coraza? ¿Repararon…? —sólo decía eso y ante las preguntas, el hombre estalló. Adiós a la paciencia. Bajó de la parte superior de la nave y ya en el suelo, se acercó a su hermana.
—Bueno, Nimi ¿y tú qué te crees que eres?
— ¿Yo? Soy sólo una simple niñera.
—En vez de estar aquí, ¿por qué no estás con el crío? Trabajamos mejor sin tu presencia.
—El crío ahora está con el jefe.
Denor iba a contestar con sarcasmo, pero no lo hizo porque escuchó un ruido. Nimi también lo escuchó y se puso de pie.
— ¿También lo oíste? —preguntó él.
Nimi asintió y sigilosamente, ambos dieron un par de pasos hacia el frente. La curiosidad era grande para los dos y querían saber quién o qué pudo ocasionar el sonido, por eso decidieron explorar la zona. Al hacerlo, descubrieron a la persona.
—Pero si es Dario Guerra.
—Darío con tilde en la i, Nimi. ¿Pero qué fue lo que hiciste para que te siguiera? —inquirió Denor en voz baja porque Darío aún no los veía y por supuesto, no querían que los descubriera.
—No fue la gran cosa, pero ahora este tipo me sigue a todos lados y ya no puedo hacer nada divertido.
—Pues ese es tu merecido. Aunque por eso vamos a salir perjudicados. ¿Qué tal si ve la nave u otra cosa, como los lindos "perritos".?
— ¿Crees que no he pensado en eso?
—No.
—Tienes mucha razón —se le ocurrió algo—. Tengo una idea. Denor, vamos.
Sujetó a Denor del brazo y caminaron a donde el policía.
—Buenos días, oficial Guerra —saludó la niñera muy alegre. Darío dio un brinquito de sorpresa. Lo había agarrado in fraganti.
—Buenos días —no le quedó de otra que saludar.
— ¿Qué está haciendo por aquí? —preguntó Nimi fingiendo un tono de extrañeza.
— ¿Yo? Yo estaba dando una vuelta. Es hermoso por acá, ya sabe, para caminar —dijo mientras miraba a su alrededor. Era verdad, era hermoso, pero un poco peligroso porque podía haber animales salvajes o agujeros escondidos bajo un manto de vegetación.
—Ya veo. También pensamos lo mismo, ¿verdad, Denor? ¿Pero no debería estar trabajando?
— ¿Yo? Claro, estoy ahora descansado.
¿Por qué se ponía nervioso cuando hablaba con ella? Desde la última vez que se vieron frente a frente, conversar con ella incrementaba su nerviosismo. ¿Por qué? Era claro que usaba una manera de hablar que provocaba esa reacción en él. Lo habían entrenado para hacer todo lo posible por poner nervioso a la víctima, y ahora su víctima usaba esa estrategia en su contra. Se sentía incómodo. Se armó de valor y la miró a los ojos.
— ¿Sabe? He estado investigando sobre usted y no he encontrado nada que haga referencia a ninguna Nimi. La Central de Datos Nacional no la detecta.
Tanto Denor como Nimi se sorprendieron de escuchar eso. Investigar. ¿Por qué no había pensado en eso? ¿Y ahora qué excusa le iba a dar? ¿Que era indocumentada? Nimi bajó la mirada y suspiró.
—Ya veo —guardó silencio unos momentos y levantado la mirada enfrentó la de él—. Entonces tengo que decirle la verdad.
—Nimi, ¿qué vas a hacer? —Preguntó sorprendido Denor—. ¡No lo hagas!
— ¡Tengo que hacerlo, Denor! —Miró a su hermano y luego volvió a mirar al policía—. Dario Guerra, la verdad yo… Iré al grano. Usted no es mi tipo.
— ¿¡Eh!? —Los dos hombres quedaron en shock. ¿De qué hablaba esa loca mujer?
—Es la verdad, lo siento mucho, pero creo que se merece una mejor mujer.
— ¿De… de qué habla? —preguntó por fin el uniformado.
—De eso, ¿no? Usted me ha estado siguiendo y me ha estado investigando porque le gusto. ¡Está claro!
—Entiendo —dijo al fin Denor—. Es verdad, oficial. Creo que usted busca otro tipo de mujer. Debería olvidarse de mi hermana, dejarla en paz y ya no acosarla más.
— ¿A…acosarla?
—Bueno, ya dicho esto me podré ir en paz. Hasta luego, oficial —con eso, los dos extraterrestres se retiraron de allí para volver a donde Aley.
Darío seguía sin poder creer lo que había pasado. ¿Tenía algo de lógica todo aquello? ¿Por qué se ponía nervioso al hablar con ella? ¿Por qué tenía esa sensación de “sospecha” para con ella? ¿Por qué quería conocer más de ella? Acaso, ¿de verdad estaba enamorado de esa extraña mujer que despedía un no sabía qué? Sacudió su cabeza para alejar todas esas preguntas y la respuesta. ¡Acosarla! ¡Rayos! ¿Eso estaba haciendo?
—No, no, es imposible —rió ante tal absurdez, sobre todo la idea del enamoramiento—. Es imposible —pensó un poco—. O tal vez no.
Oyó su teléfono sonar, lo contestó y reconoció la voz de su jefe.
—Guerra, ¿dónde estás?
—Señor, creo que me tomaré unas vacaciones.
—Es genial escuchar eso. ¿Pero por qué ahora? Oh, ¿es por una mujer?
—Algo así.
—De acuerdo, ven a mi oficina y hablamos de eso.
—Está bien.
—Por poco, Nimi —dijo Denor aliviado de que pudieron librarse de esa situación.
—¡Denor! —se acercó a Aley con rapidez cuando ella lo llamó.
— ¿Qué sucede?
—Aún no hay señal para comunicarnos con el Blipon —informó la morena.
—Bueno, entonces intentaremos… —se detuvo al darse cuenta de algo—. ¿Cómo es que me llamaste?
—Denor.
— ¿Me has llamado Denor? —dijo sumamente sorprendido.
—De veras que eres un despistado —intervino Nimi—. Lleva más de una semana llamándote por tu nombre.
— ¿De verdad?-se sonrojó un poco. Su nombre se escuchaba muy lindo en labios de Aley- Bueno, lo intentaremos mañana, lo de la señal. Nimi, en cuanto estén reparadas las naves y recolectados los cannies que faltan, nos vamos de aquí.
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Continuará.
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