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El Sabor de la Pasión (NaruIno) Cap.3

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Yemibella:
Bueno, aquí algo que se me vino este fin de semana, después de limpiar y arreglar toda mi biblioteca, se me ocurrió hacer algo oportuno, no sé si todos lo han leído pero aquí una idea para que sepan de que hablo.
Agradezco a MK Terryus por su motivación y ayuda...¡Estoy súper endeudada!
 


El Sabor de la Pasión

Sorry but you are not allowed to view spoiler contents.
— Capítulo 1 —

Ino pisó el acelerador a fondo y se estremeció cuando el motor se revolucionó. Agarró la palanca de cambio y metió la quinta marcha.

—«¿Qué tratas de hacer, Ino, cargártelo? »—Prácticamente podía oír el gruñido de Jiraya por el sonido. ¡Cómo deseaba que su abuelo estuviera ahí para fastidiarla!
Las lágrimas se deslizaron por su cara.

— Bien, en primer lugar no conduciría tu maldito y precioso Vette sí aun estuvieras vivo, viejo —susurró entre dientes. Todo el dolor regresó trayendo consigo una nueva oleada de lágrimas.
Los últimos rayos del sol de la tarde alumbraron su camino como si la amplia carretera le estuviera dando la bienvenida; la tierra volaba bajo las ruedas mientras el velocímetro marcaba los setenta y continuaba ascendiendo.

Cambió a la última marcha, disfrutando de la sensación de control total que esa marcha extra le proporcionaba. El motor del Vette rugió, ronroneando bajo ella. Ino apretó el botón de la puerta. El elevalunas eléctrico bajó haciendo que el viento entrará raudo revolviendo su melena. Cerró los ojos durante un segundo y trató de imaginar cómo se sentiría su extravagante abuelo con el poderoso rugido del coche retumbando bajo él. Abrió los ojos mientras una breve sonrisa se formaba en sus labios —probablemente le divertiría. Ino ignoró las granjas y prados que sobrepasaba velozmente, un borrón de colores y olores campestres, y pisó a fondo el acelerador buscando una conexión con su abuelo.

Agarrando el volante con ambas manos mientras el Vett derrapaba, recordó las caras de sorpresa de sus padres cuando salió a toda prisa con el coche de Jiraya, recordó la cálida sonrisa de su madre y la mirada preocupada de su padre cuando le dio la carta a Ino.

— Como estabas tan alterada durante el funeral, pensé que era mejor esperar un poco antes de darte esto.

La carta de su abuelo quedaría por siempre marcada en su memoria.

«Ino,
Te amo con todo mi corazón. Siempre estaré contigo. Quiero que tengas  mi Vette. Condúcelo, Ino, mi niña. Saborea la pasión que la vida nos ofrece. Disfruta cada día como si fuera el último. Nunca se sabe que nos deparará el mañana.
Con amor, Jiraya»

Condujo sin parar, sin importarle su destino. Finalmente, el paisaje cambió y se hizo más estrecho cuando unos árboles espesos a ambos lados de la carretera oscurecieron el camino. El sol apenas atravesaba la cubierta de denso follaje.
Ino encendió los faros y miró asombrada al ciervo que estaba en frente suyo a menos seis metros. Frenó. El coche se sacudió, derrapó y comenzó a dar vueltas. La gravilla voló a su alrededor. El Vette siguió dando un giro de 360 grados. Ino apretó con fuerza el volante, cerró los ojos y esperó el inevitable choque.

—«Espero que tengas preparado el ajedrez, Jiraya. Estoy a punto de unirme a ti»—pensó con un aire de alegría hasta que por fin, el coche se detuvo con una última sacudida, el motor seguía con vida resonando bajo ella. Alzó la vista, su corazón retumbaba en su pecho. Le asaltó el olor a goma quemada y la hizo toser. Cuando la nube de polvo se estabilizó se encontró con la mirada del ciervo antes de que huyera, ileso.

— Podría haber muerto —susurró, agarrando el volante con tanta fuerza que se le entumecieron las manos. Respiró jadeante por la histeria y su cuerpo tembló ante la reciente pérdida—. Podría haber muerto.

Rápidos recuerdos atravesaron su mente desgarrándola: Los ojos de Jiraya encendidos por la victoria mientras decía 'Jaque mate', Jiraya moviendo las cejas tras una mujer soltera en el picnic del barrio, Jiraya haciendo una fiesta para ella cuando se graduó en la facultad —ella terminó llevándole en coche a casa.

Levantó la cabeza y miró el techo gritando de ira y frustración.

— ¿Cómo pudiste dejarme de esa manera? Eres mi mejor amigo ¿lo recuerdas? Esperaba que al menos pasásemos otros veinte años juntos. Formábamos un gran equipo. Te mantenía con los pies en la tierra y tú me ayudabas a volar.

Sabía que no tenía mucho sentido. Él era viejo, incluso aunque no actuara como tal ni lo pareciese.
Se le fue apagando la voz y bajó la mirada, su imagen en el retrovisor llamó su atención. Atrapada en sus ojos azulados y su pelo rubio soltó una carcajada seguida de un hipo. No podrían haber sido más diferentes.
Mientras que ella parecía como mucho mediocre, Jiraya había envejecido bien, incluso a los setenta. Podía imaginárselo en la portada de la revista GQ vestido elegantemente con su sonrisa maliciosamente despreocupada en la cara. No se conformaba con vivir la vida sino que daba la bienvenida a cada día con un brillo desafiante en los ojos. Desde el coche que conducía, hasta su naturaleza amistosa, Jiraya era todo brillo, increíblemente extrovertido. Incluso insistía en que le llamase Jiraya en lugar de abuelo.

Su madre había perdido a su paternal padre hacía mucho tiempo, pero no Ino. Amaba a su abuelo con locura. ¿Y qué si el hombre había pasado por su primera crisis a los cuarenta y después de dos esposas —de la primera se divorció, y la segunda la perdió por el cáncer— iba dando vueltas por ahí en su Corvette azul eléctrico en busca de una tercera esposa? Así fue precisamente como Jiraya había muerto —saboreando la vida al máximo— en la habitación de un hotel con una mujer a la que le doblaba la edad.

Cuantas veces le había dicho con esa pícara sonrisa: —«“Nena, tienes que salir por ahí y dejar que la gente conozca a la autentica Ino. Ese ingenio tuyo les postrará a tus pies»—. Su personalidad siempre había sido más reservada, en especial con la gente que no conocía.
Ino sonrió con amargura

—«Bueno, eso era Jiraya. Tú eras el 'yang' para mi 'ying'. Me hacías hablar con libertad, me hacías mejor de lo que era»—volvió a recordar aquel dia cuando se lo dijo
Jiraya podía tener sus defectos, pero lo único que siempre había hecho bien era cuidar de ella. Durante veinte años había sido su amigo, su confidente, su consejero. Jiraya se desenvolvía bien en aquel papel, sobre todo en el de consejero. Le encantaba dar consejos, o incluso mejor, su opinión.

— Ino, mi niña, necesitas un hombre en tu vida.
Sí, encontrarle un novio había sido su última campaña, a lo que ella le había respondido riendo.

— Pero ya te tengo a ti.
Con la apertura de su tienda de libros el pasado año, Ino había estado demasiado ocupada con la campaña publicitaria, el inventario, y trabajando con los vendedores para pensar en un novio.

—«Vale, ¿cuándo fue la última vez que me acosté con alguien? ¡Eh, eh!, no sigas por ahí o te deprimirás aún más»—pensó al momento que casi se ríe de sí misma.
Ahora estaba sola y lo odiaba.

Ino se enjugó las lágrimas y trató de deshacerse de su melancólico ánimo. Sabiendo que Jiraya no hubiera querido que llorara, giró el coche y se dirigió de nuevo a la ciudad. A lo lejos, el horizonte de Kyoto perforaba el cielo rosa y púrpura, ejerciendo su atracción para que volviera.
Cuando llegó a las afueras de la ciudad llamó a sus padres desde su móvil para hacerles saber que no estaba muerta en ninguna parte —aún— y cerró el teléfono de golpe. Alzando la vista, vio un brillante cartel amarillo apartado en la carretera. Podía leerse “Se venden antigüedades” en llamativas letras negras. La pasión de Ino, después de los libros, eran las antigüedades.

Tomando una decisión repentina, giró el coche y bajó la larga entrada hacia la tienda.

—«Estás loca. Hace un segundo estabas llorando y ahora te vas a una tienda de antigüedades. Ay, mi niña Ino, por fin haces lo correcto. La vida es demasiado corta. Saborea la pasión»—Oyó la animada voz de Jiraya en su cabeza

—Ok, Jiraya, ya sé que tenías alguna habilidad psíquica cuando estabas vivo pero no me creo que fueras tan bueno—dijo casi burlándose de sí misma

Mientras aparcaba el coche comprendió con una sonrisa que la voz de Jiraya en su cabeza era su manera de mantenerlo en el recuerdo. La idea le dio fuerza.
La campana encima de la puerta sonó cuando entró a la pequeña y estrecha tienda. Muebles de finales de siglo llenaban el ventanal: un sofá de terciopelo rojo con un ribete dorado adornado con borlas, un sillón italiano de madera de castaño tallado a mano con los brazos en forma de dragón y una mesa pequeña y baja, Pietra Dura, con mármol negro encima. Más muebles. Lámparas, alfombrillas y cuadros llenaban hasta el último rincón de la tienda.

— Hola —una esbelta figura se acercaba desde la parte trasera de la tienda. Cuando la mujer salió de las sombras, los últimos rayos de sol de la tarde atravesaban vaporosamente la ventana dándole de lleno en la cara, lo que la hizo bizquear y retirarse. Ella hizo un ruido sibilante y sacó de repente un par de gafas de sol del bolsillo de su chaqueta de dril colocándoselas sobre la nariz.

Sonrió y se acercó un poco.

— Vale, ahora mejor. ¿Qué es lo que está buscando  hoy, querida?

Ino la miró, paralizada. La mujer parecía estar a mediados de la treintena con el pelo negro como el ala de un cuervo y una piel clara y sin defectos. Era unas ochos centímetros más alta que el cuerpo de Ino que medía un metro setenta. Sus ojos, antes de que se los cubriera, eran de un tono poco común de lavanda, a Ino le recordaban a la Tanzanita, un mineral de color azul.

La rubia respondió mientras sacudía la cabeza.

— Hoy solo estoy mirando —esbozó una sonrisa avergonzada y, al recordar sus ojos hinchados y la cara manchada de lágrimas, se limpió las mejillas con las palmas de las manos con rapidez—. Me encantan las antigüedades.

La mujer sonrió de manera comprensiva y extendió la mano.

— Soy Shizune.

— Yo me llamo Ino —dijo estrechándole la mano.

Caminó por la tienda, levantando marcos de cuadros y abriendo cajones.
Shizune la llamó desde detrás del mostrador.

— Tengo algunas joyas antiguas. ¿Te gustaría examinarlas con detenimiento?
Ino sonrió mientras señalaba el relicario de oro de su abuela que llevaba al cuello.

— Me encantaría. Adoro las joyas.

La mujer sacó un cajón forrado de terciopelo y lo colocó sobre la vitrina de cristal.
La rubia fue hasta el mostrador y jadeó ante la exhibición de pendientes, collares y anillos.

— Oh, son preciosos —tocó un anillo de plata y alzó la vista—. ¿Puedo?
Shizune sonrió.

— Por supuesto.

Sacando el anillo de su estuche, Ino lo deslizó en su tercer dedo. Una nostálgica sensación la atenazó y la hizo respirar profundamente.

— Mira, parece hecho justo para ti —Shizune se inclinó mirando su mano.

Moviendo la mano hacia la luz del sol, Ino movió los dedos. Los cálidos rayos captaron las
capas de las piedras plateadas que cubrían la banda de media pulgada de ancho haciéndola sonreír. La saturación de puro color de las dos piedras rojo sangre, en forma de gota, que flanqueaban ambos lados del recorte en forma de perla del anillo la cautivó. Ino tocó el área desnuda de la parte superior del anillo mientras decía.

— Es como si estuviera inacabado.

Shizune se inclinó una vez más mirando el anillo.

— Mmmm, ya veo lo que quieres decir —se irguió, señalando la bandeja de joyas—. Puedes coger alguna otra si lo prefieres.
Ino retiró la mano y apretó los dedos en un puño involuntario. Rió.

— No. Me gusta este. ¿Qué antigüedad tiene? El estilo es poco corriente.

— Más o menos setenta años.

— ¿Cuánto cuesta? —casi tenía miedo de preguntar.

— Cuatrocientos.

—«¡¡Guau!!. Pero tengo que tenerlo. Al menos la gente de la Konoha estará loca de alegría»—pensó con algo de inquietud

— Me lo llevo —Ino sacó la tarjeta de crédito y trató de no hacer ninguna mueca cuando la mujer le cobró—. Por cierto, me encanta tu perfume.
Shizune sacudió la cabeza y le lanzó una sonrisa.

— No llevo ninguno.

— ¿No? —la rubia se quedó desconcertada. El olor parecido a la lavanda era tan nítido. ¿De dónde venía?

— No, pero gracias de todos modos.

Ella sacó una cajita pero Ino agitó la mano.

— No es necesario. Quiero llevarlo puesto.

Shizune apartó la cajita y le extendió el recibo para que lo firmase.
Cuando se dio la vuelta para marcharse de la tienda, la mujer le dijo:

— Disfruta del anillo, querida.

Ino volvió a casa sin prisas —transformada, menos desquiciada. El viaje a la tienda de antigüedades había obrado el milagro. Se sentía mejor. Jiraya se habría alegrado al verla pisar a fondo el acelerador de su Vette, pero no hubiera querido que su regalo la hiciera llorar.


  ** * * *  

— ¿Cómo te llamas? —Ino se aproximó al hombre de pelo rubio Una húmeda neblina le rodeaba, obligándola a concentrarse en su alto cuerpo. Su largo abrigo  ondeaba al frío viento mientras la miraba con sus ojos azulados
Él no respondió y en su lugar preguntó.

— ¿Te conozco? —una ligera sonrisa elevó las comisuras de sus labios.
Ino se retorció bajo su atento escrutinio. Por lo general no era demasiado atrevida con hombres que no conocía.

— Sí —se le escapó—. Um… quiero decir, no.

El levantó una ceja.

— Vamos a ver, ¿sí o no?

Las mejillas de Ino se enrojecieron ante su expresión divertida.

— Bueno, no... no lo sé —tartamudeó.

—Entonces como es que me respondes que si y ahora no—el hombre la observó detenidamente—¿Qué tanto me observas?—inquirió al momento que se acercaba mas  a la rubia.

—Eh…no…es que…me hacías familiar—titubeó para tratar de afinar la voz y mientras bajada del auto

Su corazón latió con fuerza cuando él le colocó las manos sobre los brazos y la atrajo hacia sí, con sus labios casi pegados a los suyos.

— Entonces deja que me acuerde de ti…

El beso de ese hombre no fue tímido, un “quiero saber cómo es el roce de tus labios”. ¡Oh, no! Fue supremo, buscando su alma, “he probado cada centímetro de tu cuerpo y sé cómo te gusta que te besen” —el tipo de beso que baja como un relámpago hasta los dedos de los pies y vuelve a subir arrasándolo todo a su paso, tocando todos los puntos correctos. Le temblaron los muslos, se le contrajo el estómago y le dolieron los pechos de tanto desear que la acariciara.
Las manos de Ino se posaron en su pecho en busca de apoyo. La dura superficie musculosa bajo el suave cuero de su abrigo le envió un temblor que bajó rápidamente por su columna. Le palpitaba el sexo mientras su lengua danzaba con la suya. Él deslizó las manos dentro de su abrigo y, agarrándola por la cintura, tiró de ella hacia sí. Su duro pecho rozando el suave de ella, caderas estrechas contra caderas curvilíneas. Sus corazones latiendo conjuntamente, conectando en lo más profundo, haciendo que el corazón de la mujer temblase hasta que encontró su ritmo regular. Él ahuecó las manos en la curva de su trasero y apretó su erección contra ella. Le hormigueaban los pechos mientras su calor la empapaba a través de los vaqueros.

— Me encanta tu sabor —dijo con voz áspera mientras sus labios rozaban el borde de su
mandíbula y bajaban aún más. Besó el hueco de su garganta y se dirigió al punto sensible que tenía justo bajo su oreja izquierda.

Un calor líquido la recorrió toda entera. La dolorosa sensación la hizo gemir y frotarse contra él, buscando una liberación a esa pulsante presión. Ino enroscó los dedos en su espeso pelo mientras él le besaba el cuello.

— Podría decir lo mismo de ti —respondió con un suspiro cuando sus dientes rozaron su garganta.

Deslizando una pierna entre sus muslos, la apretó contra su sexo y soltó un gruñido de satisfacción.

— Tu calor me atrae —arrastró su lengua por su garganta y continuo—. Pero tu aroma me seduce.

Ino sonrió ante sus palabras y jadeó de placer cuando él posó sus dientes suavemente sobre su cuello, apretándole las nalgas con más fuerza y frotando su largo y musculoso muslo contra su hendidura mientras la levantaba con su pierna.

Ella dejó escapar un sollozó ante la gloriosa fricción, asombrada de que él supiera que hacer para conseguir que su cuerpo gimiera. Oyó como el frío viento se agitaba a su alrededor, pero Ino no lo notó, su cuerpo se consumía con su propio fuego interior.

Él dejó de moverse y la sujetó contra su pierna, apartada del suelo, al borde del orgasmo, completamente a su merced. ¡Dios! Le habría suplicado si hubiera tenido que hacerlo.

— Mírame—Ino encontró su penetrante mirada, jadeando, pegada a sus hombros—
Recuérdanos —insistió y tiró de ella hacia arriba con su pierna, haciéndola ruborizarse contra su pecho.

Ella gritó y se le disparó la presión de su sangre cuando su cuerpo se convulsionó por la fuerte embestida de su orgasmo.

Ino se incorporó con un jadeo y después se tumbó de nuevo con una sensación enorme de frustración sexual, dejando caer de golpe la mano sobre el brazo acolchado del sillón, el libro que había estado leyendo se le había caído del regazo al suelo con un golpe.

— ¡Bien, chiflada! ¡Buen trabajo, Ino! Despertar de tu siesta justo antes de que los cuerpos
sudorosos y calientes se arrancasen la ropa.

Aún le retumbaba el corazón en el pecho, un dolor sordo entre sus muslos, se volvió a sentar y pensó en la única vez que había visto al hombre de su sueño.

El funeral de Jiraya le había afectado mucho. Recordaba haber permanecido allí, completamente entumecida, cuando el primer montón de tierra caía sobre el ataúd con un sonoro golpe. Él se había ido. El segundo puñado hizo un ruido sordo y apagado. No más partidas de ajedrez. El tercero no hizo ningún ruido. No más chistes. Su madre le dijo algo. Pero ella sacudió la cabeza, incapaz de oír, incapaz de comprender que su abuelo se había ido.

Se había rezagado por el camino de grava después que su familia y otros asistentes al entierro se hubieran marchado en fila hacia sus coches. Ningún sonido penetraba en su mente, todo lo que oía era su propia respiración superficial. Se dio cuenta que estaba conmocionada, depresiva, o como quiera que fuera la palabra.

Se obligó a sí misma a alejarse, pero incapaz de resistirse, echó una última y prolongada mirada que le rompió el corazón. Cerró los ojos para apartar la visión y entonces los abrió de nuevo cuando se alejó moviéndose muy despacio.

Cuando salió del cementerio, estaba tan atrapada en su dolor que no se fijo en nadie hasta que accidentalmente se rozó con alguien que entraba. En ese momento todos sus sentidos volvieron de golpe, con más fuerza que nunca. Los últimos rayos de sol de la tarde habían desaparecido tras las nubes, haciendo que el aire frío que caía penetrara incluso dentro de su confortable abrigo. Notó que la fragancia del fuego de las chimeneas era más intensa y, que las manos que golpeaban cariñosamente la espalda cuando abrazaban de forma amigable a los miembros de su familia, sonaban con más nitidez. Respiró hondo ante la sobrecarga sensorial y miró por encima del hombro al extraño que continuaba caminando.

El hombre alto también volvió la cabeza. Se detuvo y quedó frente a ella. No pudo verle los ojos ya que llevaba gafas de sol, pero vio que fruncía el ceño tras los oscuros cristales como si la estuviera estudiando. De repente, la atravesó precipitadamente un inesperado conocimiento. Le resultaba... familiar.

Su madre la rodeó con el brazo, arrastrándola hacia el coche y apartándola de sus pensamientos distraídos.

— ¿Estás bien cariño?

Eso había ocurrido hacía una semana. Ino se sentó erguida en el sillón cuando se dio cuenta que el señor alto, oscuro y seductor de su sueño tenía los ojos azul grisáceos. Pero el hombre del cementerio llevaba gafas de sol. ¿Cómo podría haberse inventado un color de ojos tan poco corriente?

Se volvió a sentar con una irónica media sonrisa. Si alguna vez llegaba a conocer al hombre de su sueño en persona seguro que Jiraya se apuntaría el mérito. Parecía que ahora mismo le estuviese oyendo desde su tumba: Sí, fui yo quien consiguió juntar a esos dos.

** * * *  

— Naruto, levántate

— Oh, Naruto.

— ¡Naruto despierta!

Naruto salió de su profundo sueño auto-inducido para encontrase con Shizune y su tío Pain inclinados sobre él.

Shizune fruncía el ceño ligeramente.

— Levántate, hermano. Es hora de que te alimentes.
Naruto estiró su descansado cuerpo.

— Ustedes dos, ¿a qué debo este honor?
Shizune se alejó un paso de la cama.

— Esto no es normal, duermes demasiado Naruto. Debes alimentarte. Dentro de cinco días debes ocupar tu lugar como líder del Dominio. Ya hace dos años que papá murió. Incluso aunque nuestras leyes establecen un período de luto antes de que se pueda ocupar ese puesto, el puesto ha permanecido sin reclamar demasiado tiempo —se puso frente a él con las mejillas rojas de frustración— Obito te retará para lograr el cargo.
Naruto se incorporó y se restregó la cara con las manos.

— De veras Shizune, estás haciendo una montaña de un grano de arena —agitó la mano de manera despectiva— Sé que por norma general son los Senju los que gobiernan a los de nuestra familia y las demás pero no sé si deseo aceptar la posición del Dominio.

Aceptar el papel significaba estar constantemente disponible para las reuniones del Consejo o tomar decisiones relacionadas con los cinco clanes que él supervisaría. No podría refugiarse en su propio mundo como había hecho los últimos años.
Tanto Shizune como el tío Pain le hicieron frente y dijeron al unísono.

— ¡Debes, Naruto!.

Naruto les miró con los ojos entrecerrados.

— ¿Qué está pasando? ¿Por qué están tan nerviosos?

Pain se deslizó hacia él y se quedó de pie junto a la cama.

—Naruto, mientras has estado durmiendo profundamente estos últimos dos meses, algunos colegas del clan Uchiha de Obito han ido muy lejos con su comportamiento, un par de ellos de manera bastante violenta. Creemos que no haces lo suficiente para poner freno a este comportamiento.

—¡Ja! —Shizune se cruzó de brazos y se echó su largo pelo negro sobre el hombro—. No está haciendo nada. Creo que lo consiente. No es ningún secreto que piensa que los humanos son una raza inferior.

Naruto se levantó, la ira burbujeaba en su interior. Un mareo recompensó sus precipitados movimientos. La estupidez de Obito podría exponerlos a todos. Había muchos humanos a los que él llamaba amigos, pero ¿cómo se sentirían si supieran que era un vampiro?

— ¿Dónde está Obito ahora? —dijo con tranquilidad.

Shizune puso la mano sobre su tenso brazo.

— Naruto, no. Debes alimentarte primero, recuperar la fuerza. Has estado mucho tiempo sin sustento. En tu estado no serías rival para Obito.

Naruto apretó los labios frustrado, pero sabía que su hermana tenía razón. Aunque ni ella ni su tío sabían de sus visitas secretas a la tumba de Sakura, hacía una semana desde que se había alimentado por última vez. Asintió y comenzó a deslizarse dentro de la bruma.

— Espera —le gritó Shizune. Naruto se volvió hacia ella enarcando una ceja. Ella sonrió—.
Quiero ir de caza contigo esta noche, hermano. — Hay algo que necesito contarte —le susurró en la mente.

Su tío alzó una ceja. Ambos sabían que Shizune prefería cazar sola. Pero no dijo una sola palabra, a pesar de que Naruto sabía que se estaba muriendo de curiosidad.

Naruto le agarró la mano y sonrió.

— Será como cuando éramos niños.

Shizune rió y se convirtió en brillante bruma con él.


** * * *  

Naruto se apoyó contra su Jaguar fuera del club nocturno “La Guarida del León” mientras esperaba que Shizune se alimentara. Sacudió la cabeza y soltó una risa grave. Shizune no había tenido que usar su habilidad para obligar al hombre. Un beso de sus sensuales labios y el humano le ofreció de buena gana su cuello. Ella se aproximó con una sonrisa en los labios.

— ¿Al menos esta vez vas a dejarle que recuerde tu nombre? —preguntó Naruto con la diversión reflejada en su tono.

Ella ensanchó su sonrisa, mostrándole sus colmillos antes de dejar que volvieran a retraerse a su tamaño normal.

— Sólo porque tú optas por no borrar tu presencia no significa que yo deba.

Naruto sacudió la cabeza.

— ¿Alguna vez vas a permitir que alguien vuelva a acercarse a ti, Shizune?

Su hermana se puso rígida.

— No, nunca más.

Naruto le puso la mano sobre el hombro.

— Lo siento. Pero han pasado cincuenta años. Seguro que puedes cambiar.

Shizune se encogió para quitarse la mano de su hombro.

— No estoy aquí para hablar sobre mí. Ahora que te has alimentado, tenemos mucho de qué hablar.

Naruto se cruzó de brazos con indudable curiosidad.
Ella le lanzó una sonrisa de complicidad.

— Ya sabes que pusiste el anillo de Sakura en el escaparate de la joyería con la esperanza de que volviera a ti algún día

Todo el cuerpo de Naruto se tensó. No se atrevía a tener esperanza. Dejó caer los brazos y la respiración se le escapó en un silbido.

— Sí.

— Bueno, me apuesto a que no sabes que yo lo robe, ¿verdad?

Apretó las manos a sus costados.

— ¡¿Tú…qué?! —retumbó. Hacía setenta años había perdido a su prometida, Sakura, en un accidente de equitación antes que pudiera convertirla en su novia y transformarla en un vampiro. La depresión le consumió durante meses hasta que su tío le recordó el círculo de la vida y su creencia en la reencarnación.

Naruto se aferró a la idea, su única esperanza. Durante años buscó joyeros, entablando amistad con ellos y pidiéndoles que exhibieran el anillo de Sakura —un anillo que él personalmente hizo para su amor— en los escaparates de sus tiendas. Se aferró a la creencia de que Sakura le encontraría.

Según pasaron las décadas se dio cuenta que sus sueños no eran más que ilusiones y la soledad se convirtió en algo demasiado duro de soportar. El comprender que nunca encontraría a su compañera, junto con la muerte de su padre, fue lo que le había llevado a sumirse en un profundo sueño los últimos meses.

Shizune le lanzó una mirada de indignación.

— Era una obra de arte y valía mucho más del precio por el que permitías que tus amigos joyeros lo vendieran. Pensé en ponerlo en mi tienda —alzó la barbilla de manera orgullosa—Al menos entre las antigüedades sería mucho más apreciado.

Naruto resopló.

— Sí, entre esas pequeñas mujeres de pelo azulado. Puede que sea mayor que ellas, pero me gustan un poquito más jóvenes, Shizune.

— ¿Cómo sabrías que la mujer que comprase tu anillo era la reencarnación de Sakura?
La miró, sin estar seguro de su intención, pero de todas formas contestó.

— Porque se sentiría atraída por el aroma que emana del anillo, una aroma que solamente ella podría detectar.

Ella sonrió.

— Una humana ha comprado tu anillo hoy—él le lanzó una mirada de duda.
La sonrisa de Shizune se hizo más amplia, sus ojos brillaban cuando extendió el brazo completamente.

— Deja que el viento te ayude a encontrarla, hermano. Su nombre es Ino Yamanaka y no es de peli rosa, ni peli azul, si no una linda rubia, considera eso, hermanito.
Naruto colocó las manos sobre sus hombros agarrándola con fuerza.

— Shizune, no juegues conmigo.

Ella le puso la mano en la mejilla con un tono sincero en sus palabras.

— No lo hago, Naruto. Ella hizo un comentario sobre mi perfume… que le gustaba — sonrió—No llevaba puesto ninguno.

Naruto se transformó en un cuervo antes que ella terminara la última palabra, dejando su ropa atrás amontonada en el suelo. La melodiosa sonrisa de su hermana flotó tras él mientras remontaba el vuelo hacia el cielo. El sonido hizo que su corazón brincase de alegría. «Sí, querida hermana, ahora yo también tengo una razón por la que reír.», pensó muy alegre que hasta su mente se sorprendió…
 
ojala sea de su agrado y si notaron fallas les ruego me disculpen y claro, háganmelo saber para no cometer más errores.
Atte.Renesme

Mk Terryus:
Al fin lo subiste, pensé que lo haria pero quise cordialmente que tú aprendas a relacionar las cosas de la manera mas practica.
No tienes deudas conmigo pequeña, mas bien soy yo quien te debe mucho.
De hecho no lo hubeira hecho mejor, la idea fue tuya el colocar estos personajes y mira que valio la pena....Entonces que todos esperen lo que les traes en manos...
Nos vemos pequeña

Dakota Dan:
Yo lo leí amiga!!!!, esta obra me ha gustado mucho y pues me has quitado la idea Xd, pero no importa, tú, le has dado mas vida y eso me agrada...
¡Me encanta!
jajaj, claro, Danny no pasará por aqui pues es un pcoo  :-[ :-[ para él, la idea es que promete mucho y los que se pasen por aqui si que les gustará.
Espero la continuacion y ojala Naruto e Ino se junten jajaj tu me entiendes  ;D

Yemibella:
Okey, si que....
*MK Terryus: esto lo hice por tus consejos y por la presión que me emanas Xd. De hecho si lo continuaré pero ahora estoy enfocada en otras cosas, ya leugo te digo.

*DakotaDan: amiga esto está prohibido para Danny, él es muy nene para esto asi que te sugiero leerlo en tu privacidad...

Bueno, me gusta mucho Ino y junto a Naruto es mejor

Dakota Dan:
Si!!! vamos Renesme amiga quiero que hagas mas del NaruIno porque aqui estoy!!!..
Sabes que eres como una hermana y por eso te quiero Darlyn

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