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Una Historia Contada de la A a la Z (Z) FIN

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Nostalgie:
¡Ooooooh! ¡Cuántos emoticos! ¡Genial, más qué genial!  :1f427: (Me gustan los pinguinos) Y... ¿es esto un gatito?  :1f431: Bueno, actualizo  :1f418: ¡Un elefantito!  :1f62e:

O de Ordinaria
Susana ayudó a Felipe a acomodarse en el sofá mediano, mirándolo con cariño, y el miedo de que algo le sucediera a ese niño tan encantador, la entristeció.

¿Qué había hecho? Bien le advirtió la consejera lo que sucedería al darle su amor a un humano. Confió tanto en él, que se cegó y no quiso ver las futuras consecuencias; ni siquiera las imaginó.

De pequeña, la consejera solía contarle una historia donde una de ellas había dejado su mundo al enamorarse de un humano y había sido muy feliz. También le había explicado que ese amor debía ser íntegro, leal, sin contaminación, algo que vivió la de su raza con ese humano, así que ella idealizó de igual manera su amor.

Por lo tanto, bebió del elixir prohibido, la sustancia mágica que le otorgaba la libertad de poder separarse de su árbol, pues las hadas de los bosques no podían vivir apartadas del árbol con el que se unían desde su nacimiento, aunque sí podían separarse de él unos cientos de metros, pero sin falta debían volver a éste si querían seguir viviendo.

Mas el elixir mágico les permitía una separación en distancia y tiempo indefinidos, produciendo una especie de hibernación en el árbol en su ausencia para que la vida de ella no se apagara lejos de él, sin embargo, había un doble y alto precio qué pagar, de ahí que también al brebaje se le conociera como prohibido.

Uno de esos pagos era que al beber la sustancia, no podía volver a su árbol a menos que el mortal all que se unió, muriera por causas naturales, además de que esa persona no debía saber quién era ella para proteger su mente, pues los hombres que llegaban a verlas tal como eran, parecían enloquecer, culpándolas de lanzarles poderosos hechizos, de ahí que casi nunca se mostraran a los ojos humanos.

El segundo era todavía peor, pues si la causa por la que se bebía el brebaje fallaba, todos pagarían las consecuencias, porque había leyes que jamás deberían pasarse por alto y la principal era no abandonar su árbol por amor a una criatura que no perteneciera a su mundo.

En su caso, esa causa —el amor íntegro que le debía su esposo—, había fallado y el equilibrio se había roto trayendo las conocidas condiciones, no obstante, había una manera de recuperarlo, pero esa forma era la que no quería emplear Susana.

Porque Santiago debía morir. El sacrificio de ambos, y solo porque era necesario llevarlo a cabo, era que podía volver a su mundo.

—Susana —susurró Santiago al ver que se había sumido en tal mutismo y por un momento pensó que se había quedado dormida, sentada al lado de Felipe.

Entonces ella levantó la mirada mirándolo con ojos vacíos y estremeciéndose, recordó cuando ella le pedía que no la dejara apagarse. Su triste expresión lo golpeó y alcanzó a comprender. Que el apagamiento de ella por su deslealtad, había producido la desgracia.

Si esa clase de traición en una pareja normal traía mucho sufrimiento, ¡cuánto más lo haría el que fueran de mundos diferentes! Entendió por qué ella le pedía que no pasara tanto tiempo con María. ¡Qué necio había sido!

—Lo lamento tanto —dijo con cuidado, porque Felipe, aunque tenía los ojos cerrados, no parecía dormir, pues su respiración no era como la de alguien que duerme.

Así que fue hasta ella y levantándola, la alejó unos pasos del sofá y luego la abrazó para susurrarle en el oído:

—Perdóname, mi amor. No sé qué me sucedió. Si tan solo hubiera conocido que estas serían las consecuencias de mi deslealtad, no hubiera obrado como lo hice.

Susana correspondió al abrazo y también en un murmullo, respondió.

—Tú no sabías. Si hubieses sido fiel siempre, jamás te hubieras enterado, porque debemos cuidar de no revelar a nuestros esposos humanos nuestra verdadera identidad, eso es para su propia protección.

—No lo comprendo, pero tú sabes. ¿Hay algo que podamos hacer para revertir todo esto?

—Ya no podemos revertirlo. El daño que se a hecho permanecerá, pero podemos recuperar el equilibrio.

—¿Cómo?

Se separó un poco para mirarlo amarga antes de informarle.

—Ambos debemos morir, Santiago.

El hombre tragó saliva. La estrechó y suspirando, inquirió:

—¿No hay otra forma?

—No.

—Quiero ver tu verdadera apariencia, Susana. ¿Qué eres? ¿Cómo eres? Porque supongo que esta forma ordinaria que tienes no es la verdadera, ¿verdad? Si hemos de hacerlo, quiero verte como en realidad eres.

Susana sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas y se alejó un poco de él ¿Y si al verla como era, enloquecía? Así había sucedido con todos aquellos que las habían visto, porque las de su raza tenían una presencia muy poderosa. Además, su figura ordinaria era lo que él amaba, pues con esa forma se había presentado a él desde el inicio. Entonces Izaro se acercó a susurrarle algo, lo que iluminó su mirada y asintiendo, permitió que su verdadera imagen brotara ante la mirada de Santiago.

Y la de Felipe que, efectivamente no dormía, así que cuando Izaro voló alrededor del hombre iluminándolo, se levantó del sofá y se acercó a los adultos, observando como ahora el hada volaba en torno a él sin saber ninguno de los dos que era para proteger su mente ante el impacto de la nueva figura de Susana, quedando Eliv expuesta a sus sorprendidos ojos.

Así contemplaron arrobados a la hermosa driada de cabello largo en un rojo dorado, reflejándose ese color también en su piel, pues las driadas cambiaban su tono de piel y cabello dependiendo la estación del año, de esta manera podían camuflarse en el bosque pasando desapercibidas.

En invierno su tono de piel y cabello era blanco, en otoño tenían el color que mostraba ahora y en primavera y verano su piel era dorada con el cabello verde. De grandes ojos color violeta, rasgos delicados parecidos a los de las elfas, incluso las orejas en punta y un cuerpo delgado y ágil, poderoso, sinuoso, fino.

Sin duda lo más hermoso y fantástico que los varones habían visto.

Y Santiago, con su mente protegida y bien nítida gracias a Izaro, quedó naturalmente hechizado por tal ser, sintiendo como en ese instante el amor que había entre ambos parecía fortalecerse, por lo que convencido de lo que haría, musitó casi para él:

—Moriré por ti, amada mía.

A continuación se acercó a ella para besarla, pero antes de hacerlo, un ruido afuera los alertó.


Nostalgie:
P de Plan
Los cuatro salieron al porche y descubrieron que Viento había hecho el ruido al extender sus alas derribando una silla que estaba a un lado de la puerta, pero lo que más les llamó la atención, fue que el pequeño pegaso levitaba dirigiéndose al bosque.

Su blanco cuerpo podía verse en las penumbras, pero más allá de él poco era lo que se observaba, ya que la oscuridad era total en el boscaje, entonces de entre la arbórea, surgió la figura de alguien e Izaro se elevó en las alturas para formar una pequeña bola de luz y así iluminar al visitante.

Era una persona a la que Eliv reconoció, así que caminó a donde Viento se había detenido, unos metros antes del límite del bosque y tras ella Santiago y Felipe.

—¡No lo puedo creer! —exclamó Eliv, feliz de verlo—. Tahiel ¿eres tú?

—Soy yo.

Respondió Tahiel mirando a Viento, quien se acercó a él con total confianza y ambos presentaron un cuadro fantástico cuando el elfo lo acarició.

Porque sí, Tahiel era un alto y delgado Elfo, rubio castaño. Orejas en punta y rasgos finos, bellos, mostrando un cuerpo fuerte bajo el apretado atuendo que vestía; unos ajustados pantalones y túnica también estrecha, pero flexible, de mangas largas y cuello redondo; ambos de color verde oscuro. Calzaba botas altas y portaba en sus manos un arco, llevando en su espalda una aljaba llena de flechas.

Después el elfo dirigió su atención a las personas, deteniendo sus ojos grises en Eliv. Ella tal como era, sin esconder su naturaleza con el disfraz humano. Tan hermosa como siempre.

—Se parece a Legolas —le murmuró Felipe a Santiago, quien pretendió no darse cuenta del gusto que mostró su esposa al ver a ese ser— ¡Jamás creí conocerlo en persona!

—¿Qué haces aquí, Tahiel? —preguntó ella acercándose al elfo y abrazarlo para después darle un beso en la mejilla—. Sabes que está prohibido buscar a alguien que ha dejado por voluntad propia su mundo.

—Lo sé, pero ahora hay un poderoso motivo para hacerlo, pues todo lo que está sucediendo es culpa de Taliana. Un plan bien premeditado —informó en el idioma de los humanos, visiblemente dichoso por el recibimiento de Eliv.

Y Santiago sintió que un nudo se formaba en sus entrañas al ver la escena. La familiaridad entre el elfo y su esposa le pareció muy desagradable

—¿Qué? —Eliv no pudo escucharse más sorprendida— ¿Taliana? ¿Por qué ella querría hacer esto?

Y antes de que Tahiel respondiera, del bosque provino una risa, tan espeluznante que los estremeció a todos.

—Porque pertenece a la oscuridad y aborrece tanto a los elfos altos como a los humanos y su plan está funcionando a la perfección —dijo Tahiel preparando su arco con una flecha para apuntar al interior de aquella oscuridad, pero bien sabía que aunque tuviera el poder de la infravisión, no podría ver a Taliana.

Porque ella era una elfo oscura y ambos sabían muy bien que pertenecía a una raza mala, con mente retorcida, gustosa de hacer el mal, poderosa bajo el manto nocturno, aunque frágiles bajo la luz del sol, lo que les fastidiaba mucho.

—¿Por qué haces esto, Taliana? —gritó Eliv a la maleza oscura— ¿Qué ganas tú?

—¿Ganar? —se escuchó la voz, haciéndose visible poco a poco una forma de mujer—. Estoy cansada de ustedes, siempre rompiendo las leyes; haciendo estos tratos con los humanos, mezclándose con los inferiores.

—¡Cleo! —exclamó Santiago sorprendido cuando la reconoció.

Y al parecer, su intención era que los que la conocían con esa imagen la reconocieran, pues en cuanto lo hizo, su forma humana cambió y se hizo visible ante los observadores su verdadero aspecto. Una elfo delgada de orejas puntiagudas, piel morena y cabello largo, tan negro como la noche y sus ojos parecían ser dos profundos y oscuros pozos, perceptibles a pesar de las sombras, cautivantes y peligrosos.

—Así que tampoco eres de este mundo y tomando una forma humana, te infiltraste en mi casa haciendo que...

Santiago no pudo continuar por el aturdimiento al comprender todo el plan de esa mujer. Algo había hecho con él y María para que ambos decidieran traicionar a Susana. Y ni siquiera tuvo qué preguntar si ella había subido el vídeo al internet, porque era claro que sí.

—Pobres y débiles mortales, tan fáciles de manipular —Se burló Taliana riendo de nuevo sátira, y mientras la figura desaparecía haciéndose una con la noche, advirtió—: Ya es tarde, Elive. Tu mundo se está destruyendo con cada suceso que pasa aquí y cuando la oscuridad lo invada todo, entonces podremos andar en la superficie.

Y desapareció por completo en medio de su risa desquiciada.

—No entiendo cómo pudo exponerse al día por tanto tiempo —expresó Eliv al recordar a Cleo la sirvienta, yendo por toda la casa, atendiendo las labores domésticas. ¿Cómo es que no descubrió que era una elfo?

—Ellos también tienen sus pociones, Eliv —respondió Tahiel—. Y de alguna manera descubrió lo que sucedería si tú te apagabas. La oscuridad está invadiendo nuestro mundo. Esa es la mayor desgracia, pues muchas vidas dependen de la luz. Tu mismo árbol lo hace, si él muere, no habrá nada qué hacer. La mayoría de lo que hay en la superficie morirá y este mundo, el de tu esposo, será reemplazado por el nuestro.

—Y eso es lo que quiere Taliana —asintió Eliv pensativa—, que el de los humanos perezca y solo exista el de la fantasía. Sí que es un ambicioso plan.

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Continuará :)


Nostalgie:
Q de Quebrar
Ahí estaban.

Frente a un enorme y ancho precipicio; tan profundo que causaba mareos al mirar abajo.

Así que Santiago y Eliv retrocedieron de la orilla, pero Tahiel se acercó hasta el límite del borde y miró como buscando algo en la pared de piedra que se levantaba del otro lado, formando parte de una elevada montaña.

No había sido fácil llegar ahí.

Tampoco había sido grato para Santiago despedirse de su padre, el que ya no volvió a ver a su nuera, pues mientras Santiago volvía a la cabaña después de la llegada de Tahiel, para despertar a Don Fabián y despedirse de él —una muy dolorosa despedida que desprendió lágrimas por parte de los dos—, ella se introdujo en la maleza junto con el elfo, triste por irse así, sin agradecer en persona el cariño que su suegro le había dado desde que la conoció, pero estaba segura que él comprendería, porque era un hombre muy sabio.

Y Felipe a regañadientes, tuvo que seguir a Santiago.

El niño quería acompañarlos, pero de ninguna manera se le permitió, consolándose con Viento, el que se quedó a su lado, además debía cuidar a Urko.

Así emprendieron un largo y peligroso recorrido que duró varias horas a pie por el bosque, dirigiéndose al lugar donde estaba otra puerta, la conocida por los elfos altos y que Tahiel había utilizado para adentrarse al universo humano.

—¿Estás seguro que aquí está otra puerta a nuestro mundo? ¿No hubiera sido mejor ir a la del laberinto? —inquirió Eliv mirando con desconfianza el vacío oscuro del precipicio; completa oscuridad a pesar de los cálidos rayos del sol que hacía horas iluminaba la vida terrestre.

Luego miró a los lados notando que a kilómetros no había nada más que ese precipicio y detrás de ellos el bosque que habían dejado.

—Como sabes, Eliv, hay más de una puerta y esta es otra, así que tranquila, además, estoy seguro que en el laberinto ya hay custodios. Taliana y los suyos no permitirán que vuelvas para arruinar su plan y lo bueno es que son pocos los que saben la ubicación de ésta; solo los mayores de mi raza. Únicamente necesito abrirla. ¿Ven aquél sello?

—¿Sello? —preguntó Santiago mirando la pared por todas partes sin ver el dichoso sello— ¿Cuál sello?

—Ese de ahí, ese círculo —Lo señaló con la mano, pero Santiago continuó sin verlo, pues este era un pequeñísimo círculo, como un botón de camisa casi del mismo color de la pared—. Solamente lo tengo que quebrar.

Al escucharlo, Izaro comenzó a volar sobre el precipicio diciéndoles con eso que ella iría hasta la pared de roca a romper el sello, pero la voz urgente de Tahiel la detuvo.

—¡Izaro, no!

El hada se detuvo a varios metros del borde y miró brotar a todo lo largo y ancho del precipicio un extraño vapor azul que buscó envolverla, pero se devolvió alcanzando la orilla de nuevo, sin embargo no logró mantenerse en el aire, sino que cayó y si no llegó al suelo fue porque Eliv alcanzó a tomarla en sus manos mientras que los gases se disipaban.

—Son vapores venenosos, una trampa para proteger la entrada —explicó Tahiel acercándose a Eliv para examinar a Izaro—. Sólo se desmayó. Si la hubieran tocado, habría muerto.

Entonces tomó su arco, sacó de la aljaba una flecha y colocándola en el arma, la tensó y se preparó para disparar diciendo:

—Solo tengo un tiro. Si esta flecha da en el muro, pero no en el sello, esos vapores volverán a levantarse y saldrán contaminando un par de kilómetros al frente y a los lados.

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Continuará.

Nostalgie:
R de Roca
Santiago retrocedió al escucharlo, pues como él continuaba sin divisar el círculo, supuso que debía ser muy pequeñito, perdiéndose en la distancia, así que dudó que el elfo le diera.

Mas Tahiel, concentrado en el punto a dar, soltó la flecha y esta pasó veloz por el precipicio acercándose a la pared mientras Santiago retrocedía otros pasos, sin despegar la mirada del proyectil que parecía tardar en llegar, pero no era más que la ilusión que la ansiedad parecía darle.

La flecha llegó a su destino, clavándose en el botón a quebrar y al hacerlo, la fuerza del disparo traspasó la pared y ninguno de ellos vio su trayectoria, la que fue a través de una cueva oscura en donde volvió a impactar, pero ahora en algo parecido a una palanca, la que se movió como si tuviera una especie de censor produciendo un estridente ruido.

Y ese sonido llegó a los visitantes afuera, quienes miraron como se abría una grieta ancha en la pared semejando una puerta y del suelo de esta brotaba una brecha de roca, como una estrecha calzada que fue creciendo hacia adelante, alargándose sobre el precipicio y no se detuvo hasta llegar a la orilla donde estaban Eliv y compañía, tendiendo así un puente para pasar y entrar a las entrañas de la montaña.

Por lo que Tahiel fue el primero en dar el primer paso sobre el camino de roca y los venenosos vapores ni se asomaron. Fue entonces que Eliv y Santiago lo siguieron, el hombre sin querer mirar abajo y ella sí, maravillándose de la profundidad que parecía no tener fin. El que cayera ahí seguro moriría mucho antes de llegar al suelo.

Después, en cuanto entraron por el portal, el puente retrocedió volviendo a ocultarse en la pared y un nuevo sello apareció en el lugar del otro. También se cerró de inmediato la puerta y ahí quedaron, en medio de la completa oscuridad.

Sin embargo, Tahiel utilizó su infravisión para guiarlos, aunque Eliv podía ver un poco en la oscuridad, así que el único ciego ahí era Santiago, quien sujeto del brazo de su esposa, los seguía en completo silencio.

Silencio que terminó cuando al salir de la cueva después de andar por ella algunos minutos, quedó deslumbrado ante lo que vio.

—¡Cielos! —fue lo que pudo decir, con admiración.

Nostalgie:
S de Sílfide
El panorama al dejar la cueva era muy hermoso. Una ladera de montaña embellecido por el vuelo de hermosas mujeres que tenían alas como de libélula. Unas las tenían transparentes y otras manchas que irradiaban luces de diferentes colores. Sus rasgos eran suaves y las había de diferente color de cabello como el violeta, castaño, negro, verde, rubio y azul, todas luciéndolo largo.

Al nivel de la pendiente en la que estaban, llegaba la elevación de los árboles, un bosque cuyas raíces se arraigaban al pie de la montaña, extendiéndose hacia todos lados, teniendo del lado derecho un manantial de aguas termales, por lo que el vapor que de ahí brotaba, permitía el reflejo de los rayos del sol produciendo un arco de colores.

El lado izquierdo podía verse un campo de flores sobrevolado por pájaros pequeños y medianos de todos los colores, resaltando los azules y rojos en brillantes tonos y tanto pájaros, flores, arcoíris y mujeres daban un hermoso colorido al verde bosque.

Pero lo que más había llamado la atención de Santiago, eran las mujeres, las que podían observarse en su mágico vuelo gracias a que pasaban de árbol en árbol y de estos a la ladera, pues a ellas les gustaba vivir en las alturas, ya fuera en las copas de los árboles o en las altas montañas.

Había entre ellas un murmullo musical, porque sus voces eran entonadas y parecían cantar al hablar, un canto precioso que embelesó a Santiago, quien no pudo moverse cuando Tahiel comenzó a descender, siguiéndolo Eliv con Izaro aun protegida en sus manos, pues no había recobrado el sentido.

Entonces, mirándolo una de ellas, voló hacia él, pero Eliv volvió y parándose frente a él, le susurró:

—Sal del encanto, Santiago. Que la sílfide que viene ahí no note tu debilidad o te quedarás para siempre aquí.

Santiago parpadeó varias veces para salir del encantamiento, pero se le hizo difícil moverse cuando la bella sílfide se puso frente a él, en el aire, moviéndose con gracia y agilidad atrayendo a otras, mientras que unas más habían rodeado también a Tahiel, pero él era inmune a sus encantos.

La sílfide que había llegado primero a Santiago voló a su alrededor, acariciando con sus suaves manos su rostro, pero Eliv, poniéndose entre ella y él, dijo con una voz parecida a las de las sílfides, en el mismo lenguaje de Santiago.

—Es mi esposo y lo necesito.

—¡Ah! —expresó la mujer apartándose del hombre—. Así que eres tú. La que ha causado todo este caos.

Las sílfides que se habían acercado los rodearon, atentas a la respuesta de Eliv.

—Sí, soy Eliv y estoy aquí... estamos aquí para detenerlo. Él es Santiago, Tahiel el de allá y ella es Izaro.

La primera asintió mirando a Izaro desmayada en la mano y haciendo una señal, hizo que las demás se apartaran, luego dijo.

—Soy Kendra y nos hemos reunido aquí porque en algunos de nuestros territorios la oscuridad ya reina. Muchos fuimos a ver al hada de la luz, pero ella no puede combatir la eterna noche, es algo que la supera y muchas especies cuya vida depende por completo de la luz, agonizan sin remedio, además, los elfos oscuros están aprovechando la invasión de las sombras caminando entre estas para aniquilar a los más debilitados proclamándose los futuros gobernantes de este mundo.

—Lo siento —se disculpó Eliv con sentimiento, sintiendo el dolor de esas pérdidas.

Las sílfides eran criaturas del aire y estaban vinculadas con las ninfas y las driadas. Eran seres amigables y comprensibles.

—Yo lamento que lo suyo termine así —dijo Kendra, refiriéndose a la relación de Eliv y Santiago.

A continuación tocó con la punta del dedo índice a Izaro y esta despertó, notándose desorientada al querer volar, por lo que Eliv la mantuvo un poco más en su mano hasta que la pequeña hada recobró el equilibrio y con eso, las sílfides les permitieron partir.

Así que Santiago se dejó llevar por Eliv, todavía bajo el pasmoso efecto de tan bellas damas. En su vida jamás pensó ver tal cosa. Su imaginación al leer libros de fantasía era de verdad muy pobre.

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