Rincón del Artista > Expresión escrita

Una Historia Contada de la A a la Z (Z) FIN

<< < (3/6) > >>

Nostalgie:
K de Kilómetro
—No podemos quedarnos aquí —dijo Susana haciéndole señas a Felipe para que se acercara a ellos—. Debemos irnos. Vendrán más. Harán la guerra contra nosotros. Éstas eran pocas y aun así ocuparon como un kilómetro a la redonda.

—¿Un kilómetro a la redonda? ¿La guerra? Susana, no seas exagerada.

—¡Qué miedo! —exclamó Felipe al llegar a su lado. Acarició a Viento, el que finalmente había conseguido calmarse.

—Está bien, exagero en lo de kilómetro a la redonda, pero por si no lo notaste, esas personas sí eran muchas y estuvieron a punto de matarnos. Sin ser intencional, claro, pero estaban dominadas por la ambición, todos querían a Viento. ¿Qué hubiera pasado si llegan a Urko? ¿O a Izaro? Volverán y esta vez sí ocuparán un kilómetro a la redonda, sino es que más. Debemos irnos de aquí.

—¿Quiénes son Urko e Izaro, tía?

—Así se llaman el tritón y el hada. Cuando veas a Izaro dale las gracias, pues fue ella la que nos salvó.

Santiago frunció el ceño con disgusto, recordando el vídeo que les habían mostrado. ¿Quién se había atrevido a ponerlos en peligro?

Debió ser alguien en el interior de la casa, porque Izaro el hada —¿y cómo es que su esposa conocía sus nombres?—, no había salido antes al exterior, así que solamente sabían su existencia la familia y la servidumbre, pero aparecía también en la grabación. Miró a Susana, quien comenzó a caminar y al avanzar ella iban abriéndose pasillos, separándose los juncos de forma fantástica; así tuvieron acceso al interior de la casa.

En la sala estaban Don Fabián y María, como la servidumbre doméstica, menos una. La madre de Felipe había quedado libre de los brillitos, así que corrió a abrazar a su hijo, quien avergonzado, le dijo separándose:

—Estoy bien, mamá.

—Papá, ¿tú que opinas?

Don Fabián miró a Santiago y muy serio, respondió:

—No comprendo muy bien qué está sucediendo, pero lo que sea, creo que va a empeorar. Debemos irnos de aquí, Santiago.

—¿Y perderlo todo, papá?

—Conservaremos lo más importante, la vida de estas criaturas fantásticas. Escucha Santiago, esto ya se dio a conocer por todas partes y vendrán más, incluidos a los del gobierno, lo sé y se los llevarán, querrán estudiarlos o yo qué se qué... pero lo peor, se llevarán también a Susana.

—¿Qué? ¿De qué hablas, papá?

Don Fabián movió la cabeza exasperado y miró a su hijo con dureza. La parecía mentira que fuera tan... inocente, o ignorante más bien.

—¿Es que no has notado que tu esposa no es como nosotros? ¿No te has dado cuenta que comprende a estas criaturas porque ella misma es... diferente?

—¿Qué? —Santiago miró pasmado a Susana.

—No soy de este mundo —afirmó Susana con voz llena de pesar, no por su procedencia, sino porque las cosas se habían puesto así de mal... y lo que faltaba.

—Tal como lo sospechaba —asintió Don Fabián sin sorpresa—, pero no hay tiempo para explicaciones. Nos iremos por el lago, pues habrá vigías en los caminos. Hay que ir al muelle, al bote.

—¿Y a dónde iremos? —inquirió María visiblemente asustada por los inauditos acontecimientos.

—¿Recuerdas la cabaña que compré el año pasado? Nadie, a parte de ti sabe que me pertenece. Allá estaremos seguros por un tiempo.

—¿Y nosotras, patrón? ¿Qué hacemos?

Don Fabián miró a la cocinera y a las dos domésticas, una de las que había preguntado, mas notó que faltaba una.

—Irán con nosotros, por supuesto. Supongo que los demás empleados están bien, ¿Y dónde está Cleo?

Cleo era la más joven de las sirvientas y no hacía mucho que había ingresado al servicio doméstico, de hecho, había pasado a formar parte un par de días después de que Santiago se hiciera cargo de la hacienda, pero no estaba ahí con sus compañeras, que debería estar y ellas no supieron informar a Don fabian de su paradero, por lo que terminaron por encogerse de hombros mientras Izaro el hada, que había entrado también y revoloteaba por ahí, —entretenida en querer hacer volar a Viento y el que ya controlaba mejor su levitación—, se acercó a Susana y le susurró al oído, así que después ella informó:

—Izaro dice que todos los trabajadores están bien, que aunque también los sacó fuera de la propiedad, ninguno de ellos sufrió daño, que de hecho, no hirió a nadie. Solo los asustó. Pero tampoco sabe nada de Cleo.

—Espero que también esté bien. Entonces vámonos, no podemos perder más tiempo.

Después de sus palabras, se escuchó una lámpara de pie que, situada en una esquina, fue a dar contra el suelo cuando Viento la golpeó con el ala.

El pegaso realmente se veía extraordinario moviéndose en el aire en la sala que, aunque era muy amplia, él la empequeñecía cuando abría las blancas alas, aterrizando a veces sobre los sillones.

Pero los humanos gozaron por un momento del espectáculo, pues era algo que jamás habían visto.

—Si de donde procedes existen criaturas como esas —dijo por último Don Fabián, señalando a Viento y a Izaro—, entonces tu mundo es precioso, Susana.

Nostalgie:
L de Luna
El bote se deslizó por el agua de uno de los lagos más grandes del país, impulsado por el potente motor.

Habían salido de la casa hacia el muelle llevando a Urko el tritón envuelto en mantas húmedas, cargándolo Santiago en brazos, pero al llegar a donde un navío de mediana estructura estaba, Susana conversó con Urko en un extraño lenguaje que sólo ellos y por supuesto Izaro, pudieron entender.

Miraron asentir a Urko y entonces Susana le pidió a Santiago que lo llevara al agua y lo dejara libre.

—¿No escapará? —inquirió Santiago inseguro.

—Urko sabe que está mejor a nuestro lado, así que no te preocupes, nos seguirá.

Santiago la miró mientras ya los demás abordaban el bote, entonces fue que preguntó con voz tenue.

—¿Con quién me casé, Susana? ¿Quién eres en realidad?

Y fue que recordó que no sabía mucho de ella, solamente que estaba sola, que no era del país y le gustaba mucho la naturaleza y la música, pero eso para él había sido suficiente.

—Pertenezco a una raza primitiva, a un mundo que ustedes los humanos solo conciben en su mente. Ustedes lo llaman mundo de fantasía.

—¿Y dejaste ese mundo por mí? —cuestionó él sintiéndose de pronto insignificante, pequeño, pero no por pertenecer a la raza humana, sino por su infidelidad. Susana lo había dejado todo por él y ¿cómo le había pagado?

—Santiago —Se acercó a él y acariciando su mejilla, le dijo llena de amor—, no hablemos de eso. Ni tu padre ni Felipe deben jamás saberlo. Lo que sucedió no se puede borrar y no tiene caso que ellos se enteren.

Después se dio la vuelta para subir al navío, pero alcanzó a escuchar la voz de él:

—Perdóname, mi amor.

Después hizo lo que le había pedido. Puso en el agua a Urko y vio como el tritón se sumergió.

En el cielo, una luna en su cuarto creciente proporcionó la suficiente luz para permitirle ver como Urko salía del agua en acrobáticos saltos dando una espectacular e inolvidable visión, aunque por momentos, grandes nubes que estaban formándose de pronto, la oscurecían.

Así que ahí estaban, recorriendo la tranquila superficie del lago, rota solo por el contínuo saltar de Urko que al lado del navio, hacía pituetas en el aire para caer una y otra vez en el fondo, jubiloso por su libertad, jugando también con la estela que el motor dejaba tras de sí.

Y Susana, mirándolo con una media sonrisa; recargada en un costado en la borda, con Izaro sobre su hombro, sintió nostalgia al levantar los ojos para ver la creciente luna que aquellas atrevidas nubes opacaban. Pensó en su pasado, en su gente, en su mundo, pero pronto salió de sus cavilaciones al ver como varios helicópteros surcaban el cielo y algunos de ellos tenían enormes reflectores que utilizaban para ver abajo, así que fue inevitable que un par de ellos iluminaran el navío, mas Urko, en cuanto vio los círculos de luz sobre la superficie, no volvió a asomarse, sino que se mantuvo sumergido.

Nostalgie:
M de Monstruo
—¡Los del bote! —les llegó una voz por un megáfono— ¡Deténganse!

Ante el timón, Santiago lanzó una palabra soez, luego exclamó:

—¡Pero si no pierden tiempo los malditos!

Felipe trató de tranquilizar a Viento, quien bajo la luz del reflector, comenzó a moverse inquieto, aleteando con fuerza.

—¡No les haremos nada! —informó el del megáfono—. Solo queremos que nos acompañen y hablen con nosotros.

El sonido de tres helicópteros —uno de los cuales era de la prensa—, y que se habían quedado como suspendidos sobre la embarcación era tan fuerte, que opacaba el propio motor del barco, así que Viento se puso más nervioso.

Mientras que otros se habían retirado con rumbo a la hacienda, pues personal científico y del gobierno iba a bordo y querían acordonar las inmediaciones de la propiedad de Don Fabián para estudiar todo ese crecimiento de la fantástica fortaleza, además que para esa hora, todo lo que había sucedido y la confirmación de que sí existían criaturas fantásticas, recorría los noticieros en televisión  e internet, para beneplácito de los medios de comunicación que estaban subiendo sus raitings.

Creciendo hasta el cielo porque ahora los personajes estaban en vivo, pues los de la prensa estaban grabando y pronto transmitieron la persecución del bote, enfocando cada que podían a Viento, pues de las tres criaturas, era la visible.

Entonces sucedieron varias cosas. Una metralleta lanzó balas frente al navío para detenerlo. Susana gritó asustada por Urko, quien miró los proyectiles entrar al agua, así que se puso debajo del bote, cuidándose de la hélice.

Y casi de inmediato, otra ráfaga fue rociada a un costado y ante ésta, Viento comenzó a elevarse, ya sin control de Felipe, quien tomado del brazo por María, lo hizo bajar a cubierta mientras Susana ordenaba a las otras mujeres ayudar a Don Fabián a ponerse a resguardo por lo que a la vista solo quedaron Susana, Santiago y Viento, con Izaro sobre su lomo, animándolo a mantenerse en el aire.

Santiago siguió sin detenerse, maniobrando en zigzag por el lago cuando más balas lo siguieron, pero sin perder el objetivo de su meta, a la que poco a poco se aproximaba gracias a que la atención de los integrantes de los helicópteros fueron atraídos por Viento, quien eleccionado en el vuelo por el hada, casi logró el equilibrio; desplazándose por el aire alcanzando gran altura, maravilloso bajo los círculos de luz que lo siguieron, pero de pronto, dejó de aletear y comenzó a caer cuando sobre él, una enorme nube fue dibujando una figura.

Un monstruo enorme.

Gigante.

Uno que rápidamente dejó de ser una bonita nube para transformarse en una oscura bestia alada, cuyos ojos rojos brilaron en el manto nocturno, pareciendo dos luceros caidos del cielo, pero feroces, hostiles ante las miradas de los cazadores que depositaron su atención en el monstruo, siendo éste el protagonista ahora, con su cuerpo corpulento de serpiente, sus garras de león, pero potenciadas en fuerza y tamaño; sus grandiosas alas parecían ser la mezcla de las del águla y el murciélago, largas y poderosas.

Y lo peor que pudieron hacer los de los helicópteros fue arrajarle la luz de los reflectores, pues en cuanto se vio iluminado, la ferocidad del dragón creció y abriendo la boca, lanzó primero un imponente rugido cuyas ondas sonoras agrietaron el cristal de los reflectores así como las ventanillas de las máquinas voladoras, desestabilizándolas y luego lanzó fuego repetidas veces.

Extensas, gruesas e indetenibles llamas que los envolvió incinerándolos en cuestión de segundos.

Nostalgie:
Oops, tengo muy abandonado esto, pero ya volví  :lol:

N de Noche
Entre tanto, Viento alcanzó a controlar la caída antes de dar contra el agua, batiendo las alas vigorosamente y cuando se hubo equilibrado, voló bajo siguiendo el bote con Izaro adelante de él, dejando atrás una lluvia de fuego.

Desde la embarcación, Susana miró al dragón, el que elevándose en las alturas, pareció tapar por un momento la poca luz de la luna y la noche se tornó más oscura que lo habitual, pero ella sabía que era por lo que el dragón representaba.

Destrucción y muerte.

Simplemente ya no podía quedarse al margen y debía actuar, así que en cuanto llegaron a la orilla del lago, les informó al desembarcar.

—Debemos detener esto.

—¿Qué podemos hacer? —cuestionó su esposo, pero Susana se quedó en silencio.

¿Cómo decirle que lo necesitaba para detener todo eso? Temía por él, porque implicaba su vida.

—¿Y ese monstruo era un dragón, verdad? —preguntó ahora el esposo al no obtener respuesta.

—¿Un dragón? —inquirió Felipe sin dejar de palpar a Viento buscándole una herida o algo así, pero luego se volvió a su madre para reclamarle—. ¿Ves mamá? ¡Por meterme ahí abajo no vi a ese dragón! ¿En serio era un dragón?

Izaro se puso ante él y a señas le mostró cómo de feroz era la bestia, robando el desaliento del chico por sus cómicas muestras.

—Papá —habló Susana dirigiéndose a su suegro, pues así le gustaba que lo llamara, el que permanecía en silencio, meditativo— ¿Está lejos esa cabaña?

—Mmm, no, pero me parece que por ahora no seremos los personajes principales, ya alguien vino a robarnos el protagónico, ¿me equivoco?

Susana miró a través del lago y todos siguieron su mirada. A lo lejos, del otro lado del lago, pudieron ver el resplandor de las llamas que devoraban parte del bosque, continuando la devastación en la trayectoria del dragón hacia la gran ciudad.

—No creo que ninguno estemos a salvo con esa criatura volando por ahí —obvió María, estremecida hasta los huesos por las vivencias.

—Y es por eso que hay que recuperar el equilibrio —susurró Susana mirándolos a todos—. Esta noche muchos conocerán al monstruo de sus pesadillas y me temo que más criaturas pronto aparecerán.

Nostalgie:
Ñ de Ñango
—No quiero dormir —dijo Felipe—. ¿Qué tal si regresa el dragón?

Ya se encontraban en la cabaña, la que se escondía entre los árboles de un apacible entorno, así que sus nuevos aparatos, celular y tablet no servían para nada. La señal de internet se perdía en el bosque.

La choza estaba amueblada y tenía lámparas de aceite para alumbrarse. Habían llegado ahí entrada la madrugada después de caminar por senderos poco transitados ya que la vivienda había sido fabricada para aislarse del mundo, lo que le había gustado mucho a Don Fabián, pues le gustaba en ocasiones vacacionar lejos del bullicio y eso que la vida en la hacienda era relativamente tranquila.

—El dragón no volverá, Felipe, porque ahora está muy ocupado explorando este mundo, buscando una morada para él, puesto que no viene solo —respondió Susana, llevándose una mano al pecho ante el horrible presentimiento que la sobrecogía de preocupación.

Una sospecha que no estaba equivocada, porque en ese instante en la ciudad, podía verse un escenario escalofriante.

Gente aterrada corriendo por las calles para ponerse a salvo del infierno volátil que arrasaba edificios y casas por igual. Plañidos agónicos que parecían no terminar.

Los más arriesgados de la prensa haciendo tomas sin censura de personas quemándose vivas, en cumplimiento de reportar las últimas noticias a riesgo de sus vidas.

Enfocando también al feroz dragón que incineraba con su aliento todo a su paso, derrumbando incluso los aviones de combate más avanzados de la moderna tecnología humana, como el F-35 Lightning, aun al más silencioso, al F-22 Raptor.

No había proyectil que hiciera daño al inmortal, porque eso parecía ser el dragón y los bombardeos desde el suelo hacían menos, contribuyendo más bien a acrecentar la terrible ira de la bestia.

Así pues el asunto era horroroso. La batalla en el cielo era ensordecedora a causa de los proyectiles que explotaban al contacto de las llamas expulsadas de la enorme fauce y la agilidad del dragón para esquivar las balas era sorprendente, pero por si eso fuera poco, la pesadilla se convirtió en el apocalipsis cuando una gran llamarada que lanzó el dragón, comenzó a comportarse de manera extraña.

—¡Vean eso! —gritó la reportera que, junto con algunos camarógrafos, seguían la trayectoria del dragón desde un helicóptero—. ¿Está surgiendo de ese fuego otro dragón? ¡Oh, Dios, mío! ¡Creo que sí! ¿Están grabando eso?

Las cámaras hicieron tomas de acercamiento y bien se pudo ver como el fuego iba delineando la figura de otra bestia, emergiendo la serpiente alada del mismo color que las llamas, imponente por el tamaño, aunque más fina que el primero, siendo de seguro la hembra del dragón.

—¡Oh, Dios, mío! —vociferó de nuevo la reportera, su voz llena de un profundo y contagioso pánico— ¡Atrás! ¡Vámonos de aquí!

Pero fue tarde. La dragona lanzó una llamarada alcanzándolos... y fue lo último que los caza noticias vieron.

Sin embargo en la cabaña, el panorama era diferente y Santiago insistió a Felipe para que se acomodara por ahí y descansara, pues deseaba conversar a solas con su esposa. Tenía muchas dudas que ella debía aclararle.

Todos estaban cansados, así que las mujeres, incluida María, como Don Fabián, habían buscado donde recostarse para dormir, por lo que sólo Susana, Felipe, Santiago e Izaro estaban despiertos.

Afuera, en un pequeño estanque descansaba Urko y Viento se había echado en el porche frente a la puerta, así que la tranquilidad parecía reinar, pero el niño siguió en su empeño de no dormir.

—No has comido en muchas horas, Felipe —renegó Santiago ante la testaruda negación del niño, recordándole que se habían saltado la cena—, y ahora no duermes. Serás un ñango* si sigues así.

—¿Un ñango? ¿Qué es eso?

—Un flaco. Serás un flaco descolorido y débil.

Felipe sonrió divertido, luego respondió en su defensa.

—Tío, nadie se enflaca por saltarse la cena o no dormir una noche.

—De acuerdo, Felipe —intervino Susana apacible—, tienes razón, pero debes descansar, así que anda, a dormir.

Y la joven bostezó ampliamente, lo que hizo que Felipe también lo hiciera y finalmente aceptara.

—Está bien, descansaré, pero cuiden bien a Viento. ¿No va a escaparse, verdad? Ese dragón no le hará nada, ¿cierto?

—No, no se escapará y ya te dije que esa bestia no vendrá —respondió ella guiando al niño a un lugar apropiado para que se recostara.

Santiago miró con admiración a su esposa, porque a pesar de no pertenecer a su raza, se condolía y preocupaba por ellos. Susana era una hermosa joya y él era un canalla.

Miró ahora a María, dormida en la cama en medio de las dos sirvientas —la cocinera yacía en el suelo, sobre un viejo tapete—, y su padre se había recostado en el grande y descolorido sofá que de seguro tenía chinches, y al ver a su amante, lo bonita que era, no pudo menos que sentirse más culpable, preguntándose por enésima vez qué le había sucedido para traicionar a su esposa con ella, puesto que conocía a María mucho antes de conocer a Susana y jamás le había atraído de manera romántica. ¿Por qué ahora sí?

De pronto un juvenil rostro tomó desprevenida su mente.

Cleo. ¿Dónde estaba la joven sirvienta? ¿Y por qué al pensarla le causó un estremecimiento de temor?


*Ñango en México significa flaco y aunque la palabra es Ñango, donde crecí se suele decir: ñengo.

Navegación

[0] Índice de Mensajes

[#] Página Siguiente

[*] Página Anterior

Ir a la versión completa